Cuando Michael Doran, del Hudson Institute, me dijo que estaba escribiendo un libro sobre la política en Oriente Medio del presidente Dwight D. Eisenhower, asentí cortésmente y me pregunté por qué alguien que trabaja con los temas de la política actual se dedicaría a un asunto que es como de interés para anticuarios. Pues bien, tras leer Ike's Gamble ("La apuesta de Ike"), ya sé la respuesta: la cuestión, además de ser fascinante por sí misma, sigue siendo relevante para la política exterior de EEUU.
Gamal Abdel Naser llegó al poder en Egipto más o menos en la misma época que Eisenhower en EEUU y, como líder del nacionalismo panárabe, dominó Oriente Medio durante los ocho años en que Eisenhower sirvió como presidente. Ante la intensa pugna con la Unión Soviética, los líderes estadounidenses tenían dos alternativas a la hora de tratar con Naser: hacerlo crecer para ganárselo o considerarlo un adversario y amenazarlo para reducir su influencia.
Con el objetivo primordial de encontrar aliados contra Moscú, Eisenhower y su secretario de Estado, John Foster Dulles, decidieron cortejar a Naser: esta es la apuesta a la que hace referencia el título del libro. Doran sigue este implausible empeño con meticuloso pero casi novelístico detalle, revelando de pleno el alcance de sus defectuosas premisas, los patinazos tácticos y los errores estratégicos que se cometieron. En resumen, el apoyo estadounidense convirtió a Naser en el dictador de Egipto, en un héroe nacionalista panarabista extremadamente popular, en un inestimable aliado soviético y en un cacique global antiamericano. Al final, en 1958, tras la particularmente traumática experiencia de la crisis de Suez, el fondo realista de Eisenhower y Dulles les hizo entrar en razón.
Ike's Gamble me ha parecido un libro apasionante, en parte porque está escrito con gran soltura, pero sobre todo porque su moraleja anuncia con suma exactitud la igualmente desnortada política mesoriental de Barack Obama y John Kerry. Irán sucedió a Egipto como foco regional de atención, y el Plan de Acción Conjunto y Completo sería el equivalente funcional de la guerra de Suez: una gran victoria servida gratuitamente por un despistado presidente estadounidense a un notorio enemigo al que intentó atraer en vano. Por utilizar la famosa frase de Yogi Berra, "es otra vez un déjà vu". Las consecuencias de los años cincuenta ya fueron suficientemente malas –un Naser desbocado metiendo cizaña en Siria, Irak, el Yemen, contra Israel y más allá, hasta su muerte prematura, en 1970–; pero el error actual podría tener implicaciones mucho peores, en el caso de que un régimen de mentalidad apocalíptica se hiciera con armas nucleares.
Gracias a Doran, sabemos cómo el apaciguamiento tienta constantemente a los gobernantes de Estados Unidos, incluso a los más tercos. Si se está prevenido, ya se está medio armado.