Los preocupados por la seguridad y el bienestar del estado judío siguen haciendo preguntas como "¿Está sentenciado Israel?" o ¿Sobrevivirá Israel? (también en francés: Israël peut-il survivre?). Hay quien titula el libro El desaparecido gran estado de Israel. Este pesimismo es producto de la andanada única de amenazas a las que se enfrenta el estado judío. Éstas incluyen armas de destrucción masiva, ejércitos convencionales y terrorismo; boicot económico, desafío demográfico y deslegitimación política. Ningún país de la actualidad – ni quizá de la historia – se enfrenta a tamaño abanico de peligros, desde actos de violencia a gran escala (bombas nucleares iraníes) al sabotaje intelectual (docentes de letras).
Como nota al margen, amenazar la existencia misma de un país es rasgo característico de la política del Oriente Medio moderno que pocas veces se presenta en otros lugares del mundo: otros ejemplos incluyen Kuwáit (que en la práctica desapareció en las entrañas iraquíes durante medio año de 1990 a 1991), Bahréin (bajo la amenaza intermitente de los imperialistas iraníes), Jordania (considerado un ilegítimo invento imperial británico), el Líbano (deseado codiciosamente por los sirios) y Chipre (invadido por fuerzas turcas en 1974 y nuevamente bajo amenaza otra vez).
Israel sobrevivirá
Uno de los diversos títulos que ponen en tela de juicio la viabilidad de Israel a largo plazo. |
En primer lugar, Israel es fuerte. El país está marcado por la fortaleza militar, la capacidad tecnológica puntera, una economía fuerte, un sector energético en expansión, un crecimiento demográfico robusto y la creatividad cultural. Con el tiempo, se vuelve progresivamente más fuerte que sus enemigos.
En segundo lugar, los israelíes manifiestan una disposición al compromiso sin precedentes a nivel histórico. Que los israelíes hayan devuelto una Península del Sinaí capturada a Egipto en tres ocasiones (en 1949, 1957 y 1982) no tiene parangón en la historia de la guerra y la diplomacia. Casi todos los territorios conquistados por tropas israelíes en 1967, a excepción del Jerusalén histórico, han estado abiertos a negociación transcurrida apenas una semana de su captura. En la historia de los conflictos y las negociaciones, ningún país victorioso ha manifestado tanta disposición como Israel a realizar "concesiones dolorosas" para llegar a un acuerdo; ¿qué otro mandatario ha pregonado a los cuatro vientos "Estamos cansados de escuchar, cansados de ser valientes, cansados de ganar, cansados de derrotar a nuestros enemigos" o "La paz se alcanza a través de concesiones" más que Ehud Olmert antes y durante su paso por la primera cartera?
En tercer lugar, ninguna situación de hostilidad dura para siempre. Las circunstancias cambian, aparecen nuevos enemigos, las viejas rencillas se disipan y la voluntad de combatir se supera paulatinamente. Hasta los conflictos más longevos se resuelven eventualmente. Los estados galo y británico, por ejemplo, se enfrentaron durante más de siete siglos antes de alcanzar finalmente la "Entente cordiale" de 1904, aliándose frente a un emergente enemigo alemán y perdurando desde entonces como aliados incondicionales (aunque irascibles). El conflicto árabe-israelí, de un siglo de antigüedad, tampoco durará eternamente.
Hay que plantearse cuánto tiempo podrán sostener su objetivo de eliminar a Israel los palestinos y sus partidarios. ¿Seguirán soñando sus hijos, nietos y tataranietos con un futuro en Yaffa o Haifa en lugar de donde residen actualmente a medida que la generación de refugiados de 1948 vaya desapareciendo? ¿Cuánto tiempo podrán hipotecar sus vidas en aras de una recuperación territorial cada vez más distante?
Nayef Hawatmej (nacido en 1937), veterano terrorista, reconoce cometer errores de bulto. |
Hawatmej y los demás impulsaron un programa nacionalista que el tiempo ha desgastado y que ahora reviste escaso atractivo. Lo propio sucederá, sin duda, a la ideología predilecta hoy: por fuertes que sean en la actualidad, las fuerzas islamistas de Hamás, la Yihad Islámica palestina y Hezbolá también perderán un día su vitalidad, y su vieja guardia entonará un lamento similar de oportunidades pasadas por alto.
De manera que sí, el conflicto llegará a un punto y final.
Paz al frente
Además, espero que haya paz entre el estado judío y sus vecinos. He aquí algunas predicciones concretas:
"Paz" es un concepto sutil, no se presta a la propaganda oratoria. |
El segundo significado se refiere a "ausencia de guerra que se mantiene mediante la disuasión. En este caso, solamente la amenaza de sufrir una cifra exorbitante de bajas disuade de los actos de violencia a una o ambas partes… No hay interacción armoniosa entre las poblaciones de los diversos países. El tránsito fronterizo tiende a ser muy controlado, a estar fuertemente regulado, y a quedar totalmente prohibido con frecuencia". Estados Unidos y la Unión Soviética ejemplificaron esta relación.
Israel es una democracia en toda regla pero no así cualquiera de sus vecinos, que tampoco van camino de ser democráticos a pesar de los levantamientos del año pasado. Por tanto, la paz entre las dos partes es probable que siga siendo durante mucho tiempo de naturaleza disuasoria, la paz armada de la disuasión con un contacto humano limitado. No siendo lo ideal, tendrá que bastar hasta que tengan lugar cambios profundos en los países de lengua árabe y una paz democrática pueda por fin entrar en vigor.
¿Cómo? Antes de que se firmara realmente el acuerdo de paz egipcio-israelí de 1979, se daba por sentado que iba a conducir a la finalización general del estado de conflicto porque Egipto es el enemigo más fuerte de Israel. Esa valoración resultó ser equivocada porque la firma de un autócrata militar (Anwar el-Sadat) persuadía a muy poca gente. Durante varios años de la década de los 80, puse el acento en el gobierno sirio, aduciendo que "El conflicto se prolongará hasta que Siria acompañe a los otros tres vecinos de Israel y se resigne a la existencia de Israel… una vez esto suceda, el conflicto encontrará un final fulminante". También resultó ser equivocada, porque entre los islamistas, los docentes de letras o los miembros de las Naciones Unidas, Damasco despierta escasas lealtades. Los palestinos de Cisjordania y Gaza son más bien la clave. Cuando ellos se cansen del conflicto, éste acabará.
¿Cuándo? El conflicto se prolongará durante otra generación más o menos y podría resolverse alrededor de los años 30 del siglo XXI. Este cálculo se basa en la estimación de que el conflicto estuvo en posición idónea para la paz hace 20 años, tras la guerra de Kuwáit y el colapso soviético, pero fue descarrilado mediante una combinación de ingenuidad israelí y engaño palestino. Solamente hoy, tras un desvío largo y doloroso, los israelíes empiezan a figurarse los errores de la diplomacia en que incurrieron en los Acuerdos de Oslo e iniciativas sucesivas. Empezando a estas alturas, llevará unos 20 años que el camino correcto conduzca a un avance sustancial.
¿Quién ganará? El proceso de Oslo de 1993-2000 puso de manifiesto que en la práctica, el compromiso no es ninguna solución. Al igual que sucede en la mayoría de los conflictos, el final de las hostilidades exige que haya un ganador y un perdedor. La guerra acabará cuando los árabes acepten al estado judío soberano o bien cuando los israelíes renuncien al proyecto sionista. Ello se reduce en última instancia a una cruda cuestión de cuál es la parte que aplastará primero la voluntad de la contraria. Las alternativas son peliagudas y duales; los esfuerzos paliativos no hacen sino aplazar en realidad la resolución.
El apretón de manos de Oslo a ninguna parte, 13 de septiembre de 1993: (De izquierda a derecha) Yitzhak Rabin, Bill Clinton, Yasir Arafat. |
Yo espero que Israel gane, dado que la victoria palestina acarrea el resultado doblemente indeseable de la destrucción de un país liberal moderno y su probable relevo por un país islamista dominado por Hamás. Una victoria israelí, en contraste, destruye el extremismo y libera en la práctica a los palestinos de su tesitura actual. Sólo cuando los palestinos renuncien a su sueño antisionista de destrucción podrán dedicar sus esfuerzos a crear una entidad, una economía, una sociedad y una cultura atractivas. Sólo cuando los palestinos renuncien a destruir, podrán construir.
Cada uno de nosotros hemos de hacer nuestra aportación para garantizar que el conflicto acabe con un resultado positivo.