Los sirios forman la población más joven de Oriente Próximo y son una de las más jóvenes del planeta. El cuarenta y nueve por ciento de la población tiene menos de quince años. El tamaño desproporcionado de la joven población la hace aún más receptiva de lo normal a los interrogantes políticos fundamentales relativos al futuro rumbo del país. ¿Qué ideología será del gusto de los jóvenes - y en concreto, de los nacidos entre 1955 y 1970? ¿Serán cautivados por la política interna o participarán de aventuras exteriores? ¿Se decantan por seguir los experimentos radicales de sus parientes? ¿O están dispuestos a llevar una vida pública más costumbrista?
Estos interrogantes no pueden ser abordados directamente. En lugar de eso, los vamos a flanquear utilizando la información disponible, de naturaleza política e histórica en su mayor parte. Aun incompletas y no siempre solventes, las pruebas disponibles hacen posible alcanzar conclusiones provisionales.
LA GENERACIÓN ACTUAL
Demografía
La población de Siria, como la de cualquier país, puede clasificarse de muchas maneras: por regiones, por ingresos, por edades, por sexos o por educación, entre otras. Pero la clasificación clave hoy en Siria - como lo lleva siendo durante más de un milenio - sigue siendo la religiosa. Más concretamente, las lealtades a la minoría sustentadas en filiaciones religiosas que subyacen prácticamente a todas las facetas de la vida pública. En este sentido, Siria recuerda al Líbano, aunque la fidelidad a la minoría es algo menos evidente en el caso sirio.
Siria tiene quizá la población más atomizada de Oriente Próximo, por no decir del mundo entero - de nuevo con la única excepción del Líbano. En la década de los 80, los musulmanes sunitas constituyen alrededor del 68,9 por ciento de la población, los cristianos el 14,1 por ciento, los alauitas el 11,5 por ciento, el 3 por ciento los drusos y los ismaelitas el 1,5 por ciento. El mayor de los grupos cristianos, los griegos ortodoxos, representa el 4,7 por ciento de la población total.
A nivel lingüístico, Siria es más homogénea, con el 82,5 por ciento arabeparlante, el 8,5 por ciento kurdo, el 4 por ciento armenio, el 3 turcomano y el 3 por ciento circasiano. Kurdos, turcomanos y circasianos, que juntos constituyen el 14,5 por ciento de la población, son todos musulmanes sunitas prácticamente. Sus fuertes vínculos étnicos les separan, sin embargo, de los árabes sunitas. Sumando estas cifras, los musulmanes sunitas arabeparlantes representan el 54,4 por ciento de la población.
Las diferencias de Siria también revisten una faceta geográfica. En torno al 10 por ciento de los árabes sunitas son beduinos y tienen un enfoque y necesidades políticas diferentes; no se debería incluirlos con los árabes sunitas sedentarios. Esto deja un grueso demográfico próximo a la mitad de la población de Siria.
Una distribución geográfica desigual eleva la importancia de dos minorías pequeñas, los alauitas y los drusos. Los sunitas representan la mayoría en cada una de las 13 provincias de Siria menos dos, Latakia y Suwayda (la antigua Jabal drusa). En la primera, los alauitas representan el 62,1 por ciento de la población y los griegos ortodoxos allí alcanzan el 12,8 por ciento. Los drusos dominan el Jabal druso con el 87,6 por ciento y los cristianos alcanzan el 11 por ciento, dejando a los sunitas el 2 por ciento solamente.
De las muchas minorías religiosas de Siria, dos - sunitas y alauitas - cobran una relevancia especial en la vida pública. Los líderes del futuro surgirán casi seguro de alguna de estas dos minorías. Además, si bien las múltiples diferencias demográficas afectan a la vida pública en Siria, la que separa a los alauitas del grueso de la población de árabes sunitas sedentarios lleva la última generación cobrando la mayor de las relevancias.
Sucesos que revisten valor transformador
Una generación queda definida más significativamente por los sucesos relevantes acaecidos que marcan el clima político y la sensibilidad individual. Esto puede verse en alusión a los gobernantes sirios actualmente en el poder, una cifra llamativa de los cuales - incluyendo a Hafiz al-Asad y a Adnán Sa'd ad-Din - nacieron entre 1928 y 1932. Dos experiencias transformadoras marcaron la vida política de estos caballeros.
En primer lugar, su madurez coincide con la llegada de la independencia a Siria en 1946. Son "el producto de un clima muy político que afectó enormemente a los estudiantes. Estos centros escolares dieron lugar a una élite política muy distinta en su composición y perspectivas de la formada bajo el mandato". Los políticos nunca habían sido una inquietud importante entre la población con educación superior; ahora eran la principal prioridad de muchos. En relación a esto, Asad estuvo entre los primeros afiliados del Partido Baaz y Sa'd ad-Din fue uno de los primeros Hermanos Musulmanes; cuatro décadas más tarde, siguen estando estrechamente vinculados a estas organizaciones.
El segundo acontecimiento político decisivo fue la primera guerra árabe-israelí, que hizo las veces de sentencia de muerte de la vieja guardia política. Como destaca Alasdair Drysdale: "La derrota traumática y posterior descrédito de una arcana guardia corrupta, incompetente y reaccionaria ha surtido un impacto profundo en las posturas políticas de esta generación por encima de las demás". Drysdale aduce, con razón, que este suceso explica en gran medida el acusado fundamentalismo de los líderes que alcanzaron el poder en 1966.
LA PRÓXIMA GENERACIÓN
Sucesos que revisten valor transformador
¿Que acontecimientos transformadores ha sufrido la generación siria de 1955?70? ¿Cómo les han influenciado estos sucesos? Han acaecido muchos acontecimientos relevantes en la historia reciente - incluyendo tres guerras contra Israel en 1967, 1973 y 1982; ocho años de guerra irano-iraquí, 1980?88; y la crisis económica de 1987?88. Si bien los profanos consideran normalmente el conflicto con Israel como el acontecimiento que marca la política siria, el dominio alauita de Siria tiene probablemente una importancia más acusada a la hora de comprender el universo mental sirio. Destacan cuatro acontecimientos principales:
1966 -- llegada alauita al poder
1970 -- Toma de Hafiz al-Asad
1976 -- Intervención de las fuerzas sirias en el Líbano
1982 -- Destrucción de Hama
Todos estos acontecimientos tocan una única fibra: Los alauitas llegaron al poder en 1986, consolidaron el control en 1970, se enfrentaron al primer gran reto en 1976 y censuraron el desafío en 1982. Cada uno exige de cierta explicación.
1966. En sí mismo, el acontecimiento de un golpe en febrero de 1966 no fue notable, dado que Damasco había sido testigo de un cambio de poder cada dos años desde la independencia de Francia en 1946; lo que hace éste diferente es la composición étnica de la nueva clase dirigente, alauitas en su mayor parte.
La nueva posición de los alauitas sólo puede entenderse a la luz de su posición histórica. Era una ignominia ser alauita. Perseguidos y despreciados, se quedaban en su propia región y evitaban las ciudades. Jacques Weulersse explicaba su tesitura:
Derrotadas y perseguidas, las sectas heterodoxas desaparecieron o, para sobrevivir, renunciaron al proselitismo... Los alauitas se asentaron discretamente en sus montañas… Aislados en territorio agreste, rodeados de una población hostil y en adelante sin comunicación con el mundo exterior, los alauitas comenzaron a llevar su solitaria existencia en la represión y la clandestinidad. Su doctrina, totalmente formada, dejó de evolucionar.
El ascenso de los alauitas se produce en el transcurso de medio siglo. En 1920 seguían siendo una minoría oprimida; hacia 1970, gobernaban firmemente Siria. Esta sorprendente transformación se produjo en tres etapas: mandato francés (1920-46), el periodo del dominio sunita (1946-63) y la era de la consolidación alauita (1963-70).
Los alauitas rentabilizaron los esfuerzos franceses de dividir y repartirse Siria. Se alistaron en el ejército en número desproporcionadamente grande, conformando cerca de la mitad de los ocho batallones de la infantería que componían las Troupes Spéciales du Levant, que hacía las veces de policía, y proporcionaba información. Henri de Jouvenel, Alto Comisario francés de Siria (1925-27), citaba a un importante político alauita diciéndole: "Hemos triunfado a la hora de progresar más en tres o cuatro años que en tres o cuatro siglos. Dejadnos por tanto nuestra situación actual".
El caos que reinó durante la mayor parte del periodo de dominio sunita brindó a los alauitas la oportunidad de llevar al poder. Lo hicieron por el camino más largo, sin plan maestro, principalmente a base de copar los cargos de dos instituciones clave, las fuerzas armadas y el Partido Baaz.
El golpe del Partido Baaz en marzo de 1963 marcó la primera vez que los alauitas jugaban un papel relevante en Damasco. Este papel ganó importancia durante los tres años siguientes, hasta que el golpe de febrero de 1966 llevó claramente al poder a los alauitas, poniendo punto y final al dominio sunita de la vida pública siria.
Este fulminante cambio del destino hizo pedazos la premisa fácil del poder consuetudinario y generó un amplio abanico de tensiones nuevas en primera línea. Alteró los pilares de la vida pública en Siria e hizo las veces de acontecimiento transformador para los sunitas, los alauitas y los miembros de las demás minorías étnicas de Siria. Michael van Dusen describe correctamente el levantamiento producido, que condujo a "la total ruina social, económica y política de la élite política tradicional siria". También considera con acierto este acontecimiento "el hecho político más relevante de la historia y la política sirias del siglo XX".
1970. De nuevo, el golpe que llevó al poder a Hafiz al-Asad en noviembre de 1970 no fue notable en sí mismo, y no despertó gran atención en aquel momento. Pero era el segundo acontecimiento más importante de la historia reciente de Siria, al transformar al estado inestable de la forma más crónica de Oriente Próximo en su país más firme.
Durante veinticinco años, desde la independencia de 1946 hasta 1970, la vida política siria venía caracterizándose por golpes de estado, oficiales militares politizados y debilitantes rivalidades en el seno de las facciones. Ejército y Partido Baaz competían entre sí y ambos estaban divididos por rivalidades étnicas, geográficas y sociales. Toda esta agitación terminó de forma súbita con la organización del poder de Asad. Las viejas normas rudimentarias de expresión política desaparecieron, como las facciones a la antigua usanza, reemplazadas por una cadena de mando estricta, jerárquica y cerrada. El ejército - que había demostrado su incompetencia politizada en la guerra de 1967 contra Israel - se convertía en una fuerza respetable. Nació una policía secreta omnipresente y dura. Una formación de corte soviético llegaba para dominar prácticamente todas las facetas de la vida.
Asimismo, la toma de Asad confirmaba el golpe de 1966 al consolidar el ascenso de los alauitas. La era de la competencia había acabado; los alauitas se habían hecho con el poder y no iban a renunciar a ello.
1976. La decisión del régimen Asad de intervenir militarmente en el Líbano transformó la política en el seno de Siria, agravando viejas tensiones y creando nuevas. Esta aventura provocó profundos problemas por dos razones.
En primer lugar, la guerra civil del Líbano comenzó en abril de 1975 a causa sobre todo de las profundas hostilidades que discurrían con las diferencias económicas y entre minorías. Por desgracia para Damasco, las hostilidades entre minorías que destruían el Líbano tenían resonancia en la política siria. Los dos países compartían muchos rasgos, incluyendo el gobierno de no musulmanes y a una descontenta población sunita. Ya en 1964, Muta' Safadi, destacado baazista, vio en la guerra civil libanesa de 1958 un catalizador de la cadena de acontecimientos que conducía al grave "complejo sectario" de Siria. Estos paralelismos acabaron por pesar todavía más en la política siria una vez intervino Asad en junio de 1976. En concreto, los combates de Trípoli, en el Líbano, que enfrentaban a alauitas con sunitas, proporcionaban el modelo idóneo de enfrentamiento en Siria.
En segundo lugar y más importante, Damasco se alió en el Líbano con los católicos maronitas contra los sunitas. Esto suscitó indignación y miedo entre los sirios sunitas. Se contagiaban oscuras teorías conspirativas acerca de que los alauitas se habían unido a "los Cruzados maronitas" contra los musulmanes libaneses. Los sunitas distinguían una gran alianza alauita-maronita-sionista, o decían que Asad enviaba al Líbano efectivos sirios para quitarse de en medio a los oficiales y soldados no alauitas. Los musulmanes fundamentalistas, miembros de los Hermanos Musulmanes en especial, promovían activamente esta opinión.
El descontento generalizado a tenor de la política en el Líbano, combinado con una generosa cantidad de descontentos diferentes, suscitó la aparición de los Hermanos Musulmanes como movimiento opositor decidido a deponer al régimen de Asad.
1982. La destrucción de Hama en febrero acompañó a una revuelta de los Hermanos Musulmanes. Tropas gubernamentales aplastaban sin escrúpulos las plazas fuertes insurgentes con la ayuda de un abanico entero de apoyos militares - incluyendo artillería ligera, tanques, helicópteros de las fuerzas aéreas y 12.000 efectivos (alauitas casi todos). Hasta treinta mil árabes sunitas - la décima parte de la población de Hama - perdieron sus vidas. El autor anónimo de una obra que detalla los acontecimientos de Hama lo llama la peor masacre de los tiempos modernos. Fotografías de Hama circulaban por todo Siria como aviso a los demás enemigos de Asad.
La masacre de Hama puso punto y final al reto inmediato de los Hermanos Musulmanes y granjeó un nuevo punto de partida a los dirigentes. Aunque no hizo desaparecer la indignación sunita (como ilustra el extraordinario número de guardaespaldas que emplea el régimen), sí indicó que la existencia del gobierno de los alauitas sería prolongada. Los que en la oposición tenían esperanzas de que un buen golpe tumbara al régimen ahora se daban cuenta de lo contrario. La población sunita se tranquilizó hasta ver pasar su mala suerte; por su parte, los alauitas explotaron su poder más que nunca.
Posturas de la juventud
Al tratar de determinar cómo piensan los jóvenes de hoy, hay que hacer un relato fiel de los factores que les distinguen de sus parientes. En la medida en que es posible aislar estos cambios, auguran los derroteros por los que discurrirá la generación de 1955?70 una vez alcance la madurez.
¿Cómo ven la política los nacidos durante la era 1955?70? Consideraremos sus ideas en un buen número de temas, concluyendo luego con unas predicciones.
Islam. Para los sunitas, el papel político del islam parece residir no tanto en un fin en sí mismo como en un mecanismo de unión de los sunitas contra el régimen. En otros países, la organización de los Hermanos Musulmanes representa los objetivos de los musulmanes fundamentalistas; en Siria, hace las veces de vehículo para concentrar la tónica anti-alauita. Los sunitas ingresan en los Hermanos por sus credenciales demostrables de organización más eficaz y longeva a la hora de combatir el gobierno alauita.
Dos pruebas concluyentes sustentan esta conclusión. En primer lugar, hay razones para creer que una proporción sustancial de la afiliación a los Hermanos no sólo no es fundamentalista, sino que ni siquiera es religiosa. De ahí que un miembro arrepentido de los Hermanos Musulmanes, Ajmed al-Yundi, afirmara en un interrogatorio televisado que ni rezaba ni respetaba el ayuno del ramadán, que sabía muy poco del Corán y que consumía vino habitualmente. En segundo lugar, la disposición de los Hermanos a trabajar con colectivos de izquierdas y otros grupos no fundamentalistas presentes en la Alianza Nacional para la Liberación de Siria - incluyendo a los baazistas pro-iraquíes y a los seguidores de Gamal Abdel Nasser - indica que su principal prioridad es destruir el régimen Asad, no imponer un ordenamiento islámico.
La flexibilidad de los Hermanos Musulmanes, sumada a su imponente organización y a la dedicación de muchos de sus miembros, la convierte en la fuerza de oposición más destacada de Siria. Y si bien es improbable acceder al poder en el país, es probable que siga siendo la principal fuerza política.
Corrupción. Con el tiempo, la corrupción que impregna la vida siria se vuelve más evidente, es más acusada y políticamente más provocadora. En parte, es la arrogancia de los militares lo que indigna a los civiles; en parte, el apetito de los alauitas; y en parte el recurso a medidas jurídicas extrajudiciales imprescindibles en el creciente entramado burocrático de corte socialista.
Devoción por los intereses de la minoría propia. El sectarismo influencia a los jóvenes todavía más que sus parientes si cabe, dado que las rivalidades entre minorías han terminado por dominar la vida pública durante su vida. Las tensiones comunitarias siempre habían sido un factor durante las décadas previas, pero uno de tantos; revestía menor importancia hoy, por ejemplo, que cuando crecía Hafiz al-Asad. En la actualidad, no hay forma de evitar el enfrentamiento entre colectivos etno-religiosos. Despreciado en ocasiones por tribal y desfasado, este juicio refleja más prejuicios que conocimiento. En realidad, estas pasiones son igual de fuertes que siempre. Apuntan a la minoría como principal lealtad, y no el nacionalismo árabe o sirio.
El conflicto árabe-israelí. Aunque la hostilidad casi unánime que una vez caracterizó la respuesta árabe a Israel se ha roto, los sirios siguen siendo probablemente los antisionistas más viscerales y consistentes. La fortaleza de su opinión se desprende en parte de la noción imposible de simplificar de que Siria está incompleta tal como está constituida actualmente; de la opinión de que Israel ocupa territorios que pertenecen por derecho a manos sirias; y del insulto de la derrota reiterada. Parece improbable que la próxima generación escape a estas opiniones, aunque durante el curso de las décadas podrían suavizarse ligeramente.
Modernización. La vinculación a la minoría afecta directamente a las posturas hacia la modernización. Los cristianos y las demás minorías no han tenido grandes dificultades para aprender de Occidente. Los musulmanes sunitas, que siguen valorándose en términos de avances medievales, consideran esto una tarea dolorosa, y se esfuerzan por evitar emular a europeos y estadounidenses. El rechazo musulmán es difícil de evitar; aun el Partido Baaz, con su enorme componente no sunita y sus objetivos modernizadores, alberga elementos antioccidentales sustanciales y emotivos. Los jóvenes de Siria comparten estas reservas. De ellos también puede esperarse que intenten desarrollar el país a medias, tratando de hacerse con los beneficios de la modernidad sin admirar a los países más modernos ni renunciar a nada importante.
Occidente. En gran parte del mundo, la cultura norteamericana se valora principalmente en términos del menor común denominador - las telenovelas, el celuloide, la música rock, las hamburguesas, los refrescos y similares - que viaja con la mayor facilidad. Aunque no es ámbito exclusivo de los jóvenes, estos americanismos se vinculan principalmente a la vulgaridad, la sexualidad y la juventud. Los jóvenes sirios ven a Estados Unidos como el emporio de los placeres en el que sus parientes ven el hogar del individualismo y el materialismo. Para los dos, la Europa Occidental recuerda a Estados Unidos, aunque sus reservas son más inciertas.
El universo político. Los sirios han superado dificultades, extremismos y fracasos, y estas experiencias les han marcado. Ciertos analistas ven que se produce un orden más serio y liberal. Las reflexiones de Hanna Batatu merecen consideración:
El reiterado ascenso al poder en Siria y otras regiones del mundo árabe durante las tres últimas décadas más o menos de colectivos no representativos y de escasa afiliación, su distanciamiento de cuestiones públicas en formas nocivas para el interés general, su censura violenta y a menudo sangrienta de la disidencia, su escasa valoración de escritores, periodistas y maestros y el triste deterioro del pensamiento árabe han empujado a la primera línea política la cuestión de las libertades básicas. A través de experiencias amargas, cifras crecientes de sirios políticamente conscientes han advertido que estas libertades son valores humanos muy importantes y que tienen una importancia práctica incalculable. Lo que en la década de los 40 habrían sido simples ganchos se han convertido ahora en credo".
Aunque este análisis es abiertamente optimista probablemente (sobre todo con respecto a la disposición a aplacar las pasiones políticas), sí apunta una sólida política inducida por años de brutalidad y militarismo.
Predicciones
Una herencia de fracasos. En acusado contraste con la tónica de optimismo y expansión que inspiró a la generación que alcanzó la madurez tras la Segunda Guerra Mundial, la generación actual está lastrada por las experiencias de crisis y ostracismo. La generación 1955?70 llega a la madurez en una época de tensiones étnicas, derrota militar y estancamiento económico. En particular, la yihad contra Israel no tiene grandes logros tangibles tras cuarenta años. No importa cuál pueda ser la posición de partida de los jóvenes sirios, deben sentirse decepcionados.
Olvidados casi por completo por todos quedan los gloriosos días en que Gamal Abdel Nasser prometía la unidad panárabe; casi igual de distantes quedan los tiempos en los que el crudo auguraba prosperidad y un giro radical en las relaciones con Occidente; y los planes del ayatolá Jomeini también se han hecho pedazos. El gobierno sirio ha recorrido todo el espectro entre el Baazismo radical y el estado policial, y es difícil encontrar motivos para llamar éxito a cualquiera de ellos. Estas dificultades ensombrecerán el futuro del país igual que la sorpresa de 1948 sobre la generación anterior.
¿Se vuelven conservadores o se radicalizan? El impacto de la herencia de fracasos y el cisma sunita-alauita combinados influenciarán probablemente a los sirios jóvenes en el sentido de la cautela. Parece haber escasa inspiración para proyectos ambiciosos nuevos; y divisiones acusadas en el seno del país hacen improbable que cualquier gobernante cuente con los recursos para hacer mucho más que aferrarse al poder. Hay contados demócratas o liberales que alcancen la madurez en el infeliz país de Siria; pero hay muchos, probables miembros de la futura élite incluidos, llenos de miedo o deseosos de venganza, entre otras emociones fuertes. Son pronósticos pesimistas, pero realistas.