Al parecer más probable la posibilidad de un acuerdo entre Damasco y Jerusalén, surge la pregunta de qué piensan los sirios de su conflicto de dos generaciones con Israel.
No se puede dar una respuesta solvente, al ser casi imposible valorar a la opinión pública en un país totalitario como Siria. Aun así, hay pruebas circunstanciales y es digno hacer un intento.
Para empezar, los sirios llevan varios años aprendiendo más de Israel. Un país tachado en tiempos de satánico se ha vuelto más normal. Ya en 1990, un "alto cargo" del séquito de Assad sin identificar declaró a un periodista israelí: "Ahora es mucho más fácil. Hay prensa extranjera; llegan turistas después de visitar Israel y hablamos con ellos; la televisión emite en su mayor parte películas sobre la intifada, así que puede imaginarse cómo sois retratados en ellas [los israelíes]. También escuchamos vuestras emisiones radiofónicas, en particular [los informativos]. Además, los que debemos saber cosas de vosotros sabemos. El 'enemigo israelí' es un hecho cotidiano".
El incremento de la información ciertamente tiene el efecto largoplacista de mejorar las posturas sirias hacia la democracia - especulación confirmada a través del reducido pero creciente número de disidentes militares sirios que llegan a suelo israelí.
A favor de la paz
En cuanto a las cuestiones de guerra y paz, hay sirios que claramente desean poner punto final al conflicto. Mohammed Aziz Shukri, Decano de la facultad de Derecho de la Universidad de Damasco, declaraba a un periodista estadounidense en 1991: "Hay un segmento de la población [siria] que dice 'El conflicto árabe-israelí no me interesa. Yo quiero una bombona de butano [para el fogón]'".
Dos años más tarde, iba más allá: "Enseñemos a nuestros chavales que los israelíes no son animales, y que los israelíes enseñen a sus chavales que nosotros no somos animales. Por el momento, por desgracia, nuestro comportamiento es el de los animales del zoológico".
Una profesional de 30 años de edad plasmaba sus opiniones: "Queremos dejar de oír hablar de la agresión israelí y empezar a oír hablar de Siria".
Los viajeros hablan de restaurantes de Damasco que preparan menús en hebreo y comerciantes del mercado en busca de clientes israelíes. En la misma tónica, tres turoperadores desafiaban al Ministerio de Turismo y se reunían con sus homólogos israelíes en una feria de turismo celebrada en El Cairo a finales de 1994.
A favor de la guerra
Otros quieren agravar el conflicto. Los Hermanos Musulmanes retratan rutinariamente a Assad de agente israelí y condenan el proceso de paz por traición. Los intelectuales siguen emocionándose al calor del nacionalismo panárabe.
Suhayl Zakkar, catedrático de historia de la Universidad de Damasco, decía: "Durante los últimos 50 años, he aprendido dos cosas como musulmán. Hay un Dios, y hay un enemigo, el israelí".
Una trabajadora social siria sin identificar añade: "Se puede tener un gobierno autoritario como el de Assad, que puede hacer lo que quiera. Pero la aceptación popular de Israel es otra historia".
Jamal al-Atassi, uno de los pocos disidentes de Siria, desaprueba los últimos acontecimientos: "El régimen intenta hacer solamente lo que Estados Unidos quiere que haga".
Las crónicas procedentes de Israel indican que Assad ha sondeado a la cúpula militar para evaluar sus opiniones de las esperanzas de paz con Israel, y estaría manteniendo encuentros puntuales con altos mandos, en los que "les predica la necesidad de paz" con Israel - lo que sugiere que la cúpula militar no está "cómoda del todo con la idea". Aun así, la Inteligencia militar israelí "no cuenta ninguna oposición siria que pueda dar al traste "con la decisión de Assad de hacer la paz.
Generalizando, como observa un diplomático occidental destacado en Damasco, se diría que "la población ajena al régimen está mucho más dispuesta a la paz que la élite".
Confirmando esta impresión, el enviado especial ruso en cuestiones de Oriente Próximo Viktor Posuvalyuk habría confiado al parecer a los israelíes que ha encontrado "centros importantes de oposición" a un acuerdo "a los niveles más altos de la administración siria".
Sondeos
Las encuestas, tan escasas como son, no ofrecen una imagen clara. David Pollock informa que "una modesta encuesta comercial" llevada a cabo durante el otoño de 1991 en Damasco señala un surtido de opiniones relativas a la próxima conferencia de Madrid: El treinta por ciento es partidario del encuentro, el 40 por ciento está en contra, y el 30 por ciento no entra a valorar.
Hilal Jashán concluía en una encuesta realizada en julio de 1993 entre libaneses, sirios y palestinos que los encuestados sirios afincados en Siria tenían algunas de las opiniones más negativas del proceso de paz (el 54 por ciento en contra frente al 28 por ciento a favor), al tiempo que los afincados en Beirut mostraban lo diametralmente opuesto (el 26 por ciento en contra, el 54 por ciento favor) – convirtiéndoles en los más partidarios.
¿A qué se reduce todo esto? Los analistas están divididos. Mamdú Adwán, poeta sirio de referencia, está convencido de que "la mayoría de los sirios discrepa con las prácticas del régimen en materia nacional y de derechos humanos, pero conviene con su política exterior", si bien ello se moderaría de cara a un estado judío.
Impresionado por la tónica pacífica de Damasco, el periodista David Butter informaba en octubre de 1992 que "Los sirios están mayoritariamente a favor de los avances hacia la paz con Israel".
Pero Barry Rubin, de la Universidad Hebrea, augura justo lo contrario, afirmando que las concesiones sirias a Israel "minarían el apoyo popular" al régimen Assad.
Godfrey Jansen lleva la cuestión un paso más allá, presentando las opiniones sirias en torno a la cuestión de Israel como "las más indignadas quizá del mundo árabe, a excepción de los [palestinos en los] territorios ocupados".
Los líderes sirios parecen considerar más convincente la segunda interpretación. El Ministro de Exteriores Faruq ash-Shar anunciaba en noviembre de 1991 que "el gobierno sirio quiere la paz más que su población".
Hafiz al-Assad reiteraba esta idea dos años más tarde: "Confío en disfrutar de la confianza popular en nuestro país, y aun así, si yo hiciera algo que las masas sirias interpretaran como contrario a sus aspiraciones, pagaría el precio tanto como otros" – aparente alusión a esos políticos (el rey Abdalaj, Anwar Sadat, Bashir Jumayyil) asesinados tras alcanzar un acuerdo con Israel.
La opinión pública parece decantarse en contra de la decisión de una paz integral con Israel, sobre todo si se traduce en diplomáticos y turistas israelíes en Siria.
Si bien el régimen Assad tiene la contundencia para imponerse a tales opiniones, hasta la fecha no ha manifestado ninguna intencionalidad clara de enfrentarse a la población a tenor de esta cuestión.
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29 de julio de 2008: Catorce años más tarde, parece que la población siria ha optado por la resolución en cuanto a Israel y los beneficios que cosecharía de ello, al menos según Nawara Majfoud y Robert F. Worth en "Sirios distinguen ventajas económicas en paz", en el New York Times de hoy. Por ejemplo, exponen el caso de Samer Zayat, que como la mayoría de los sirios
no alberga ningún aprecio hacia Israel. Se mostraba algo incómodo cuando Siria anunció a finales de mayo que celebraría conversaciones indirectas con su vieja némesis en torno a un acuerdo de paz. Pero Zayat, productor televisivo de 35 años de edad, afirma considerar un acuerdo de paz con Israel algo igual de inevitable e imprescindible, no sólo por motivos políticos, sino porque la vulnerable economía de Siria precisa de toda la ayuda que pueda recibir. "Estamos cansados, el país se asfixia", decía, mientras jugaba al backgammon con un amigo en un café, con el dulce aroma del tabaco de manzana extendiéndose a su alrededor. "Llevamos tiempo asfixiados a consecuencia de las sanciones y el boicot político".... Dice que consideraría "muy difícil de aceptar" ver una bandera israelí en Siria, y dice estar convencido de que muchos sirios más piensan lo mismo. Pero añadía: "Si la paz no se alcanza, entonces la posibilidad de la guerra siempre estaría en el aire y ello me atemoriza. Temo por el futuro de mis hijos y mi familia".
Esa opinión, escriben Majfoud y Worth, "plasma la de muchos otros".