Durante alrededor de un año, Republicanos y Demócratas convinieron en la necesidad de perseguir vigorosamente la guerra contra el Terrorismo..
Ya no más. Casi todos los competidores presidenciales Demócratas así como otros pesos pesados Demócratas han hablado públicamente en contra de la guerra contra el terrorismo, prefiriendo que fuera una acción policial contra el terrorismo.
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Howard Dean, contestando a una pregunta acerca de si sentenciar o no a muerte a Osama bin Laden cuando se le coja: "me he resistido a pronunciar una frase antes de que se declare la culpabilidad. Todavía tengo esta noción pasada de moda de que incluso con gente como Osama, que es muy probable que sea encontrada culpable, debemos dar lo mejor para, en posiciones de poder ejecutivo, no prejuzgar juicios del jurado". (algunos días después, bajo crítica, Dean cambió de postura, diciendo "como un Americano que deseo ver que consigue lo que se merece, que es la pena de muerte").
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Richard Gephardt: "nunca sentí que fuese inevitable ir a la guerra".
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John Kerry: El Presidente George W. Bush erróneamente "se lanzó a la batalla".
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George Soros: "la guerra contra el terrorismo no puede ganarse emprendiendo la guerra. El crimen requiere el trabajo policial, no acción militar".
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William Sloan Coffin: Después del 11 de Septiembre, el gobierno de los Estados Unidos debería haber llamado para "hacer justicia, pero solamente por la fuerza de la ley, nunca por la ley de la fuerza".
Apreciar completamente el significado de las opiniones de los Demócratas requiere un cierto contexto: Aunque la violencia Islamista contra Americanos comenzó en 1979, durante 22 años el gobierno de los Estados Unidos, sin importar qué partido estaba en el poder, insistió en la reducción de la amenaza Islamista a su componente criminal.
Porque la evidencia contra Irán no sería aprobada en asamblea en una corte de justicia, por ejemplo, la destrucción de la Embajada de los Estados Unidos en Beirut en Abril de 1983, matando a 63 personas, pasó sin castigo. La respuesta de los Estados Unidos en 1998 a dos atentados en Embajadas al Este de África, matando a 224 personas, fue perseguir a los autores, llevarlos ante una corte en Nueva York, ganar condenas, y mandarlos lejos. No hubo ningún intento de desmontar la estructura del comando y de control, las instituciones financieras, el entorno cultural, o la ideología política que había dado lugar a la violencia.
Entonces vino el 11 de Septiembre y una nacional entera cayó en la cuenta de que el país hacía frente no sólo al crimen sino también una amenaza militar. Ese misma noche Bush declaró una "guerra contra el terrorismo". Una guerra, nótese - no una acción policial.
Este nuevo enfoque tuvo rápidamente grandes implicaciones. Uno desplegaba al ejército para destruir el régimen Talibán. Otro (vía el Patriot Act de los Estados Unidos) derribaba el muro que separaba el cumplimiento de la ley de las agencias de inteligencia.
Este último puede sonar técnico, pero mejoró enormemente la capacidad Americana. Durante años los detectives legales buscaron información que sus colegas en las agencias de inteligencia ya tenían. Era como "tener a los mejores jugadores de fútbol sentados en el banquillo mientras te están pateando el culo", nota Barry Carmody, un agente del FBI que trabajó en el caso de terrorismo Dami al-Arian. Entonces el Patriot Act fue aprobada y "Todo cambió". Hoy, las autoridades pueden "jugar con 52 cartas, no con la mitad del mazo", declaró Carmody.
"¡Cielo santo!. ¡Un montón se debe a eso!" es como otro agente del FBI, Joe Navarro, describió la inundación de nueva información en el caso al-Arian. Describió poner las manos sobre eso como "uno de esos momentos increíbles".
Hace dos meses, el Undersecretary of Defense for Policy Douglas Feith contrastó formalmente los enfoques pre y post 11 de Septiembre: Piensen, sugirió, en el atentado contra el World Trade Center de 1993 o en los atentados contra las Khobar Towers en 1996, en las Embajadas de los Estados Unidos al Este de África en el 98, en el USS Cole en Yemen en el 2000. Cuando tales atentados sucedían en las pasadas décadas, los funcionarios de los Estados Unidos evitaban el término "guerra". La respuesta principal era enviar al FBI para identificar a los individuos a procesar. El reconocimiento del atentados del 11 de Septiembre como guerra era una salida de la práctica establecida.
Fue la visión germinal del Presidente Bush, la sabiduría la cual diría es atestiguada por el hecho de parecer tan obvia en vista en perspectiva.
Obvia un tiempo, sí. Ahora Demócratas clave niegan esta visión e insisten en el retorno al dispensario pre-11 de Septiembre.
Hacerlo sería un paso atrás trascendental, sin embargo. Esta nueva clase de guerra implica criminalidad, para ser segura, pero sigue siendo guerra. Desaprender la lección dolorosa del 11 de Septiembre es una buena manera de perder esa guerra.