Tras el colapso del proceso de Oslo en enero, los funcionarios estadounidenses e israelíes más estrechamente vinculados a esta empresa diplomática guardaron silencio - y con razón. Prometiendo el final del conflicto árabe-israelí, se propició el enfrentamiento palestino israelí más virulento y fatal desde 1948.
Pero el breve luto de esos diplomáticos y políticos ha finalizado ya. En las últimas semanas han lanzado una audaz campaña que afirma que por mal que estén las cosas hoy, las partes habrán de volver con el tiempo exactamente a su variante de diplomacia.
Y ahora el New York Times ha dedicado sus importantes recursos a respaldar esta interesada afirmación. "La búsqueda de la paz de Oriente Próximo: cómo y por qué fracasó", (26 de julio), viene a ser una carta de amor de 6.000 palabras firmada por la responsable de la corresponsalía en Israel de la cabecera, Deborah Sontag, a los caballeros de Oslo.
Sontag se pone a trabajar para minar lo que tilda de forma despreciativa "el discurso contundente y simplista" que hoy aceptan la mayoría de los israelíes y muchos estadounidenses: Al secretario de la Autoridad Palestina Yasser Arafat le fueron ofrecidos unos términos excepcionalmente generosos el verano pasado por parte del primer ministro Ehud Barak, él los rechazó y recurrió en su lugar a una campaña de violencia. Esto evidencia que Arafat no es válido como socio negociador, de manera que una resolución diplomática de las diferencias palestino israelíes es imposible mientras él siga siendo el líder palestino.
El "discurso alternativo" de Sontag (¿no sería mejor incapaz y complejo?) es resumido en su subtítulo: "Muchos ahora convienen en que todas las partes tuvieron la culpa, no sólo Arafat". Si puede demostrar que estadounidenses e israelíes fueron tan culpables como Arafat de la actual crisis, se rehabilita a Arafat como socio de negociación y el proceso de Oslo entero con él. El líder palestino sale como era de esperar muy airoso de su versión de los hechos - un espectador inocente de un accidente de tráfico.
Ella culpa mejor sobre todo a esa molestia llamada democracia. El relevo de los líderes estadounidense e israelí a principios de 2001 impuso un plazo artificial a las conversaciones; si Barak y el presidente Bill Clinton hubieran permanecido en el poder, nos informa un funcionario de las Naciones Unidas, un acuerdo final "se podría haber alcanzado". Asimismo, Barak consideraba al antiguo primer ministro Binyamin Netanyahu su rival electoral más fuerte. Para poner trabas a Netanyahu, se habría compinchado con el rival de Netanyahu, Ariel Sharón, para mejorar las credenciales nacionalistas de Sharón permitiendo, por ejemplo, visitar el Monte del Templo. Arafat advertía que esto tendría tremendas consecuencias; Sontag dice que "se reunió en el balcón" con Barak durante una cena y le habría suplicado que impidiera la visita de Sharón al lugar sagrado, sin resultado. Sharón fue y "desató indignadas manifestaciones palestinas" que las fuerzas israelíes sofocaron con "fuerza letal", iniciando "el ciclo de violencia" que todavía prosigue.
Si la vía de Oslo fue descartada realmente por estos torpes errores, en lugar de ser culpa de Arafat, la actividad diplomática puede reanudarse donde se quedó. Un iniciado israelí resume la conclusión de Sontag anunciando que "el sustento del acuerdo se encuentra al alcance de la mano".
Son tonterías patentes. Por un lado, Sontag adultera los hechos. ¿Un paseo de Sharón provoca 10 meses de violencia palestina? Inherentemente improbable para empezar, esta noción ha sido totalmente desacreditada por varios líderes palestinos que reconocen públicamente que los actos de violencia estaban planeados con antelación.
El paseo de Sharón, en realidad, no fue sino la excusa.
Por otro, Sontag adultera las premisas. Oslo no sólo ha sido la causa de miles de muertos (incluidos los alrededor de 700 de los 10 últimos meses), sino que ha elevado considerablemente el riesgo de una guerra árabe-israelí total. ¿Por qué va a alguien a querer que haya más? La respuesta reside en la admisión por parte de Sontag de que su artículo se basa en las conversaciones mantenidas con "activistas, académicos y diplomáticos" partidarios del proceso de paz, exclusivamente. Al excluir a todos los críticos de Oslo, acepta sin ninguna crítica los pilares centrales de los entusiastas de Oslo - particulares que, para recuperar su reputación, han de reanimar Oslo. Ella hace las veces de apologista suyo.
Así, Sontag no menciona nunca el verdadero motivo del fracaso de Oslo: la violación por parte de la Autoridad Palestina de cada uno de los compromisos desde el mismo momento en que Arafat firmaba los acuerdos hace ocho años. Su artículo es consistente con la politización de sus páginas de información a lo largo de la horquilla entera por parte del New York Times, y que no se nos informe de esas violaciones.
Con esta "crónica especial", el Times pone el colofón a su trayectoria de información anodina acerca de la diplomacia árabe-israelí publicando lo que, en realidad, es simple propaganda hueca en honor a una idea fracasada.