¿Qué hacer cuando todo lo predicho no sucede?.
Éste es el dilema de la Izquierda y de sus aliados en la Diáspora. Estaban seguros de que de hacer Israel extensas concesiones, los Palestinos responderían aceptando la existencia permanente de un estado soberano Judío en Oriente Medio. Esta certeza inspiró el esfuerzo de Oslo de siete años de duración desde Septiembre de 1993 hasta Septiembre del 2000 (sí, también durante los tres años de Binyamin Netanyahu), cuando los gobiernos Israelíes persiguieron una política de ser agradables.
Pero en vez de ganar la aceptación Palestina, las dolorosas concesiones de Oslo tuvieron el efecto contrario. Cuanto más flexible se mostró Israel, más Palestinos olieron la sangre y se enfurecieron con la mera existencia del estado Judío. Esto culminó con la violencia de los últimos siete meses.
Al explicar qué salió tan terriblemente mal en sus planes, los elementos extremos de la Izquierda Israelí y Judía culparon únicamente a Ehud Barak; en un anuncio a página completa en Ha'aretz, el Gush Shalom de Uri Avnery le culpa de una "total ignorancia de la narrativa Palestina y con falta de respeto a su importancia" - signifique lo que signifique todo esto.
Los izquierdistas un poco menos radicales culparon a los políticos en ambos lados: "los embajadores del gobierno han fracasado", anuncia una coalición de grupos Judíos Americanos en un anuncio a toda página en el New York Times.
La Izquierda moderada echa la culpa a Arafat, aunque no se pone deacuerdo acerca de las razones de su mal comportamiento: o está demasiado fijo en sus modos violentos; o es un mal personaje ("estúpido, malvado o las dos cosas"); o se alista en "insentatez e impulsividad monumentales".
A pesar de estas diferencias, la Izquierda entera comparte un pensamiento clave: Oslo fracasó debido a la personalidad y a las acciones de los líderes - y no debido a sus fallos inherentes. La Izquierda todavía piensa que Israel haciendo concesiones resolverá el conflicto Árabe-Israelí.
Y también espera que el proceso de Oslo se reanude pronto, con apenas algunos ajustes de menor importancia: acentuar el papel de las medidas de construcción de confianza; Tratar las violaciones Palestinas de promesas con mayor seriedad; Invitar a monitores internacionales; Retirar a los colonos; Sustituir a Arafat (el Jerusalem Post pide a los "supuestos líderes Palestinos de visión y narices que se levanten y se presenten"); Esperar hasta que Arafat se muera; No hacer caso de los políticos e iniciar intercambios pueblo-a-pueblo.
Mi favorita es la iniciativa "Olivares para la Paz" que invita a los Judíos a comprar olivos y replantarlos en pueblos Palestinos.
Estas sugerencias revelan lo asombrosamente poco que la Izquierda ha aprendido del colapso del proceso de Oslo. En lugar de defender un cambio de curso, quiere que Israel retorne a la desacreditada política de ser agradable. La Izquierda parece pensar que si vale la pena cometer un error una vez, vale la pena repetirlo una y otra vez.
El proceso de Oslo no fracasó por la pobre puesta en práctica. En vez de esto, su premisa básica - una política de ser amable seduce a los Palestinos a aceptar a Israel - demostró estar profundamente equivocada.
Si Israel desea de verdad poner fin a su problema con los Palestinos, debe adoptar el acercamiento opuesto: convencer a los Palestinos no de su amabilidad sino de su dureza. Esto no significa replantar olivos sino castigar a la violencia tanto que sus enemigos sentirán eventualmente una sensación de inutilidad tan profunda que desistan de mayor conflicto.
Una analogía histórica viene a la mente: cuando la Primera Guerra Mundial terminó, los ejércitos Alemanes estaban intactos y sus ciudades principales sin ocupar. Al no estar realmente convencidos de haber perdido la guerra, los Alemanes abrigaron un descontento profundo que condujo a la ascensión de Hitler. En contraste, los Alemanes emergieron de la Segunda Guerra Mundial completamente derrotados y sin ninguna ilusión que les confundiese. Esta vez, entendiendo la necesidad de un comienzo de cero, se volvieron hacia Konrad Adenauer y construyeron un país pacífico y con éxito.
La Autoridad Palestina difícilmente es Alemania, pero la analogía sí que vale: Los Palestinos no abandonarán sus agresivas ambiciones con relación a Israel hasta estar convencidos completamente de que no pueden tener éxito. Solamente entonces pueden construir una política y una economía en concordancia con su dignidad y talento.
Irónicamente, entonces, los Palestinos necesitan casi tanto ser derrotados por Israel como Israel necesita derrotarlos.
Es hora de que la Izquierda reconozca lo vasto de su error en el proceso de Oslo y adopte las políticas contundentes que liberarán finalmente a los Palestinos e Israelíes de su conflicto mutuo.