¿Desea Hafez Assad un tratado de paz con Israel?. Casi todos dicen sí - el todopoderoso presidente de Siria espera aplacar hostilidades con su enemigo de por vida.
Ofrecen diversas razones de este cambio. Assad desea lanzar la decrépita economía Siria. Desea la vuelta de los Altos del Golán (que muchos Árabes todavía le culpan de perder en 1967). Espera hacerse aceptable para Occidente. Está haciéndose cargo de asuntos inacabados para su sucesor, quizá temiendo que ese sucesor no se mantendrá lo bastante para un buen acuerdo.
Esta última teoría es especialmente popular actualmente, imbuyendo un sentido de urgencia a las negociaciones con Israel. El anterior secretario de estado James Baker dijo, tras reunirse con Assad en Junio que "una ventana de oportunidad ahora" existe pero advirtió que no durará mucho.
Cualquiera que sea el motivo exacto de Assad, todos estos análisis asumen que hace algunos años - 1988 según un erudito Israelí - Assad tomó una decisión estratégica para la paz. En aquella época, resolvió renunciar a la guerra contra Israel y pavimentar su camino a un acuerdo. Su construcción militar subsiguiente sirve principalmente para colocar a Siria para un acuerdo aceptable.
Suena bien. Pero hay un problema: Si Assad decidió hace 10 años o así derribar el conflicto con Israel, ¿cómo es que no ha ocurrido nada?.
Las negociaciones comenzaron en la Conferencia de Madrid a finales de 1991 y, es justo decir, no han llegado a ninguna parte hasta este momento. Cuestiones hipotéticas fueron discutidas pero no se resolvió nada completamente. Cada vez que un logro salía en el horizonte, Assad tomaba una medida que la hacía descarrilar.
Bien, la diplomacia requiere tiempo, montones de él. Pero la trayectoria de estas negociaciones recuerda más a Esperando a Godot y al teatro del absurdo que a un estado poderoso resuelto a llegar a un acuerdo.
¿Qué explica este ritmo aletargado?. Los defensores de la sabiduría convencional no tienen ninguna respuesta. Por ejemplo, en su libro acerca de este tema, Itamar Rabinovich, principal negociador de Israel con los Sirios, se lleva las manos varias veces a la cabeza sin comprender las acciones de Assad.
Puede haber una respuesta simple: Cambiar las premisas. Si uno calcula que Assad realmente no desea un acuerdo, las cosas encajan en su lugar.
Hay una razón importante para pensar que ésta es de hecho la perspectiva de Assad - su miedo a que la población Siria vea un tratado con Israel no como cierto arreglo técnico con un vecino sino como una señal de que su gobierno ha cambiado su orientación fundamental. Que vieran un tratado con Israel como el final del gobierno totalitario y mucho más - el ejército perdiendo su posición suprema, controles económicos que se sueltan, libertades que aumentan, y participación política que crece.
Para Assad, que ha gobernado Siria con puño de hierro durante casi tres décadas, tales expectativas deben ser alarmantes. Sabe cómo gobernar como dictador, no como líder responsable ante su electorado.
Al mismo tiempo, continuar negociando con Israel trae a Assad un beneficio enormemente importante. Permite que escape de ser calificado como un estado "oscuro" por Washington. Al contrario que sus colegas en Iraq, Irán, Libia, y Sudán, él consigue ser visitado por los secretarios Americanos de estado. Mientras ellos sufren las sanciones económicas de los Estados Unidos e incluso el golpe militar ocasional, él es seducido.
Las acciones de Assad desde 1991 han sido completamente consistentes con esta interpretación: realizar cambios cosméticos en Siria, negociar infinitamente con Israel, y esperar pasar un paquete de trabajo a su sucesor. Assad está jugando en las negociaciones pero no tiene ninguna intención de concluir alguna vez un tratado con Israel.
Esto explica por qué señales diplomáticas esperanzadoras nunca condensan, por qué las negociaciones se cierran justo cuando parecen más productivas, y por qué los cambios del gobierno en Israel no suponen casi diferencia al proceso.
De ser este el caso, Baker lo ha cogido exactamente al revés. Lejos de que esto sea un momento en el que "ventana de oportunidad" efímera exista, la salud frágil de Assad podría hacerlo más reticente a tomar medidas aventuradas.
Para Israel, esta interpretación escéptica tiene dos implicaciones políticas directas. Primero, ir lento - no hay prisa. Las actuales tendencias (especialmente un declive empinado en la economía de Siria y el fallecimiento previsto de Assad) significan que mantenerse será recompensado.
En segundo lugar, enfocar las negociaciones con Assad más como un ejercicio de relaciones públicas que como foro serio para cerrar el conflicto Árabe-Israelí.
Y esperar que su sucesor comience las negociaciones en serio.