Otra crisis con Iraq parece estar encima, con Saddam de nuevo más fuerte de lo que lo era. La razón de su éxito no es difícil de encontrar: "Los Árabes enfadados con los Estados Unidos por la crisis de Iraq", reza el titular típico del periódico. Y de hecho lo están. Por todo Oriente Medio, los políticos, los líderes religiosos, y los Ahmad de seis en seis tienen palabras críticas para las acciones Americanas. En su opinión, estamos "sitiando y matando de hambre al pueblo Iraquí... sin el más ligero respeto a sus derechos humanos".
Además, los comentaristas Árabes no parecen ver a Saddam Husayn como una amenaza para sí mismos. Un bien colocado Jordano, por ejemplo, asevera tan pancho que "no hay capacidad en Iraq para amenazar a sus vecinos en los 20 años próximos".
Con tales actitudes, no es sorprendente que los gobiernos de Oriente Medio intenten evitar que el gobierno de los Estados Unidos utilice la fuerza contra Saddam. Ni los Saudíes ni los Turcos han convenido en el uso de su territorio para ataques contra blancos Iraquíes. La Secretaria de Estado Madeleine Albright emprendió un viaje embarazoso a la región donde no encontró apoyo Árabe alguno para usar la fuerza contra Iraq.
Ahora bien, todo esto es muy extraño. En el orden natural de las cosas, deberían ser los Saudíes, Turcos, y otros los que suplicaran a los Americanos ayuda para apartar a Saddam - el tirano que sin provocación atacó Irán en 1980, Kuwait en 1990, y Arabia Saudí e Israel en 1991. Los de Oriente Medio, al fin y al cabo, están mucho más cerca de los misiles de Saddam Husayn de lo que lo estamos nosotros; y también son mucho más débiles que los Estados Unidos.
¿Por qué entonces estamos en esta diatriba en la que un poder distante y fuerte mendiga a estados próximos y débiles para contener a su enemigo común?. Una respuesta puede yacer en el hecho de que el gobierno de los Estados Unidos se ha encontrado en varias ocasiones en esta posición. Durante la guerra de Vietnam, tuvimos que suplicar al Vietnamita Sur para permanecer fuertes contra el Vietcong y el Norte de Vietnam. Durante la pasada década de la guerra fría, Washington tuvo que convencer a los aliados de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) que aceptaran modernos misiles Americanos en su territorio.
En cada uno de estos casos, como en el actual, el funcionariado Americano cometió el mismo error: tan convencidos del derecho e importancia de su causa, cargaron a hombros la principal responsabilidad de ella, empujando a un lado las posiciones locales.
Esto tuvo el efecto perverso de enardecer a los locales; al tanto de que lo que hicieran carecía casi de importancia, retrocedieron hasta la inmadurez política. Sin tener ya que preocuparse de su propia piel, se complacieron en la corrupción (Vietnam), el oportunismo político (OTAN), y las teorías conspiratorias (Oriente Medio). El adulto Americano se volvió infantil.
La solución, entonces, descansa sobre un enfoque Americano muy distinto, uno que dé relevancia a las acciones de los aliados. Con esto en mente, propongo que el Presidente Clinton diga algo como esto:
"Depende de vosotros, amigos de Oriente Medio. Si pensáis poder coexistir con un Saddam que posee grandes ejércitos y armas de destrucción masiva, estaremos felices de retirar nuestros portaaviones, nuestros soldados en la región, y el resto de nuestra infraestructura. Si pensáis poder sobrevivir a un Saddam que gana los ingresos de 3 millones de barriles de crudo al día, levantaremos las sanciones. En pocas palabras, si realmente deseáis volver a como estaban las cosas antes de que tropas Iraquíes invadiesen Kuwait en Agosto de 1990, sólo decidlo y será así.
"Pero si, por el contrario, os preocupa que tales medidas pongan en peligro vuestra seguridad, estaremos felices de quedarnos. Sin embargo, necesitamos que explícitamente nos lo pidáis. Debéis pagar una parte de nuestros gastos y proporcionar soldados y material para llevar a cabo la misión. Por último, para que sepamos que la petición es profundamente sincera, y no sólo el capricho de los líderes, también debéis celebrar un referéndum sobre el tema para que la población de vuestros países pueda aprobar nuestros esfuerzos".
Esta sensacional declaración daría un vuelco correcto a la política de Oriente Medio y transformaría a los Estados Unidos de parias a salvadores de la región.