El accidente del vuelo 990 de EgyptAir ha puesto de manifiesto ardientes diferencias entre Egipcios y Americanos. Desde el punto de vista de los Estados Unidos, la investigación parece obvia. Imaginarse qué fue mal significa analizar las evidencias y deducir la mejor explicación para el desastre. El público Americano confía generalmente en que escuadrones de recuperación naval, especialistas de transportes y agentes del cumplimiento de la ley hagan su trabajo.
No así el público Egipcio. La población de Egipto desconfía profundamente de su gobierno, y dada su larga historia de dictadura y engaño, lo hace razonablemente. Los Egipcios creen casi universalmente en teorías conspiratorias, y casi siempre culpan al mismo trío de culpables: los Británicos, los Americanos y/o los Judíos. En Junio de 1967 el Presidente Gamal Abdel Nasser fue grabado en cinta sugiriendo al Rey Hussein de Jordania que los dos líderes clamaran falsamente que los Estados Unidos y fuerzas Británicas habían ayudado a Israel a derrotar a sus ejércitos. En 1990, cuando la cosecha de tomates de Egipto salió mal, corrió el rumor de que un ministro Egipcio de agricultura que era un cuarto Judío la había saboteado importando semillas estériles de Israel.
El pensamiento conspiratorio puede encontrarse por todas partes, pero en Oriente Medio domina en los niveles más altos del estamento gubernamental, académico, mediático y religioso. Y el vuelo 990 es una blanco particularmente apetecible para teorías conspiratorias. Transportaba a 33 oficiales militares superiores Egipcios, partió de Nueva York, la ciudad con la población Judía más grande del mundo. Eso es suficiente para convencer a muchos Egipcios de que alguien derribó a propósito el aparato para dañar intereses Egipcios.
Ni por un segundo los Egipcios aceptan la idea de que un piloto de relevo, Gamil al-Batouti, hiciera descender en picado el aparato intencionadamente. No pueden imaginarse que un Musulmán pío y anterior oficial del ejército causara tal humillación a su familia y a su país. Cuando los Americanos intentan interpretar la tan repetida declaración de Batouti, "Pongo mi fe en las manos de Dios", los Egipcios ven parcialidad contra el Islam.
Así que los Egipcios se han embarcado en un debate surrealista acerca de si el culpable era Israelí, Americano o ambas cosas. Un Egipcio sin acceso a medios occidentales de comunicación no tiene casi manera alguna de saber que hay un juicio serio contra Batouti.
El gobierno culpa sobre todo a América. El redactor jefe del diario del gobierno Al-Jumhuriya pondera si un misil de los Estados Unidos tierra - aire, o tal vez un rayo láser, derribó el aparato. Mahmud Bakri explica en Al-Musawwar, un semanario propiedad del gobierno, cómo el avión se perdió en zona exenta de aviación y fue destruido inmediatamente para mantener en secreto algún tipo de información militar mortal. O quizá, especula, los controladores del tráfico aéreo de Nueva York enviaron intencionadamente al aparato en trayectoria de derribo, una teoría que Bakri encuentra convincente porque los Judíos "tienen fuertes redes de comunicación en los aeropuertos de los Estados Unidos".
El ministro de transporte de Egipto dijo a un comité parlamentario que Boeing, fabricante del 767 que se estrelló, hacía de Egipto un chivo expiatorio: "Es la compañía de producción de la línea aérea que intentaba defenderse". Un miembro del parlamento de Egipto agregó: "Este 'accidente' fue deliberado, y el blanco era el gran número de [oficiales] militares a bordo del aparato".
Los diarios de la oposición culparon sobre todo a Israel. "Evidencias de Implicación de la Mossad en la Voladura del Aparato Egipcio", grita un gran cartel rojo en la portada de Al-Arabi. El principal redactor de Al-Wafd escribe en la portada de su periódico que "los dedos de Israel no están lejos" del accidente, razonando que el estado Judío no podría pasar por alto la oportunidad de eliminar a 33 oficiales militares Egipcios entrenados en los Estados Unidos.
Que un accidente aéreo cause sentimientos tan poderosos y hostiles en Egipto señala dos conclusiones. Primero, 20 años de paz formal con Israel no han hecho aproximadamente nada por mejorar las actitudes Egipcias hacia su vecino.
En segundo lugar, aunque Washington está manejando la investigación del accidente con mucho cuidado para respetar las sensibilidades Egipcias, tal sensibilidad no puede contener una crisis en puertas. A pesar de lo que al Departamento de Estado le gusta llamar "una amistad larga y cercana" con Egipto que se remonta un cuarto de siglo, el agujero que separa a Egipcios y Americanos es enorme y quizá creciente. Al investigar el accidente Washington debe buscar la verdad dondequiera que se encuentre. Y dados los problemas mayores que la investigación ha destapado, los Estados Unidos deberían echar un vistazo de cerca a su relación con El Cairo, que lleva con el piloto automático demasiado tiempo.