Tras una reunión maratoniana con Hafiz al-Asad el domingo, el Presidente Clinton era preguntado si creía que el líder sirio había hecho un compromiso en firme de normalizar las relaciones con Israel. Sin dudarlo, Clinton respondió: "La respuesta corta es sí".
Bueno, tal vez. Un vistazo a las acciones de Asad durante los últimos años sugiere que lo mejor es mantener un sano grado de escepticismo a propósito de sus intenciones pacíficas. Igual que en los viejos tiempos cuando era satélite soviético, Asad sigue tomando parte en un amplio abanico de actividades agresivas dirigidas sobre todo contra Israel, Turquía, el Líbano y los Estados Unidos. Éstas incluyen:
- La construcción de arsenales militares sirios no convencionales. Damasco ahora tiene miles de ojivas químicas, parece estar cerca de vectorizar ántrax de forma viral, y está comenzando en investigación nuclear. Los misiles Scud-C de Corea del Norte llegan a la mayoría de la población de Israel.
- Involucrarse en el tráfico de estupefacientes. Según un informe de 1992 del Congreso, altos funcionarios sirios toman parte del tráfico de drogas con destino a Occidente.
- Patrocinio grupos libaneses y palestinos que atacan a los israelíes y los palestinos pro-Arafat. Patrocina el PKK, un grupo marxista kurdo, en su asalto a Turquía. Si bien finge cerrar los campamentos del PKK, los sirios, de hecho, siguen permitiendo que el PKK utilice territorio controlado por Siria como base.
- Alimentar la alianza con Irán. Tan íntimo es el vínculo, según un informe facilitado por el Comité Republicano de Documentación de la Cámara, que los sirios han llegado a distribuir divisa estadounidense falsificada en Irán.
En resumen, las políticas de Asad convierten a Siria en uno de los estados disfuncionales de Oriente Medio, junto a Libia, Irak e Irán. Al igual que los demás, patrocina el terrorismo, trata de construir armas de destrucción masiva y agrede a los vecinos. No menos importante, Asad reprime a su propio pueblo con una dureza sólo superada en Oriente Medio por Saddam Husayn.
Pero mientras Washington presiona a los otros tres estados disfuncionales trabajando para aislarlos (huyendo de sus representantes diplomáticos, iniciando resoluciones de Naciones para restringir su comercio y suministro de armas, usando la fuerza para castigar su agresión), es tolerante con Siria. En lugar de aislar al régimen de Asad, ha intentado durante años llevar a Damasco a la "familia de naciones". Nuestros diplomáticos tienden pequeños cebos para fomentar la cooperación, permitiendo por ejemplo el mes pasado a los sirios la compra de aviones de fabricación estadounidense. Los Secretarios de Estado y demás figuras viajan regularmente a Damasco y cuatro presidentes estadounidenses se han reunido ya con Asad. Las empresas estadounidenses operan en Siria, casi sin restricciones.
Asad ha eludido el duro trato dispensado a Muamar al Qadhdhafi, Saddam Hussein o los mulás iraníes no porque sea mejor, sino porque es más inteligente. Hace gestos en el momento adecuado y juega complicados juegos dobles. Tiene un refinado sentido del equilibrio para llegar al borde sin caerse. Mantiene canales diplomáticos abiertos y tiene la capacidad acomodar cuando es necesario.
Por ejemplo, tenga en cuenta los beneficios que Asad ha acumulado simplemente al unirse al proceso de paz. Se le permitió devorar el Líbano en mayo de 1991, sin tan siquiera un grito de Washington. Un funcionario de la Casa Blanca me dijo en aquel momento que las negociaciones diplomáticas delicadas significaban que no era el momento "de entrar en un juego de rivalidades con Asad". O, más recientemente, cuando el gobierno turco protestó por el apoyo sirio al terrorismo del PKK, los sirios respondieron con indignación aparente: ¿cómo se puede plantear una cuestión así, pero estar comprometidos en el proceso de paz con Israel? La notable habilidad política de Asad, en definitiva, le permite alejarse de las políticas que estigmatizan a los líderes menores.
En cuanto a la política estadounidense, ¿qué pasa si la declaración de Asad dos días atrás de que "haremos la paz honorable" con Israel resulta no significar un cambio sincero? En ese caso, el conflicto árabe-israelí está a punto de terminar. La aceptación de Siria del Estado judío significa que Israel ya no se enfrenta a la amenaza existencial de sus vecinos. Mientras que los israelíes tendrán que pagar un precio para este beneficio - abandonar los Altos del Golán - tendrán la oportunidad de establecer garantías estrictas.
Para Estados Unidos, la decisión de Siria de tener una paz real con Israel se traduce en un estado disfuncional menos en Oriente Medio e inclina la balanza de poder en la región más en nuestra dirección. En cuanto a Turquía, un gran avance con Siria significa un grave debilitamiento del PKK y un gran impulso a la seguridad del país. Para el Líbano, significa una nueva oportunidad de independencia.
Pero ¿y si, como es más probable, la palabras agradables de Asad en Ginebra en realidad no valen mucho? En caso de que resulte ser el caso, entonces estará claro que mimar a Asad no funciona. Las mejoras reales en el comportamiento de Siria dependerán de que nuestros diplomáticos planteen una elección difícil: "O están con nosotros o contra nosotros".
Obligado a tomar partido, Asad recorrerá la vía americana de forma sincera, lo que significa la clausura de los grupos terroristas anti-turcos, la expulsión de los palestinos que no aceptan a Israel, el desarme de los grupos fundamentalistas en el Líbano, el cierre de las operaciones de estupefacientes y el fin de la escalada militar. O recorre el camino de Irán, lo que significa la continuación de estas operaciones desagradables, pero sabiendo que está en curso de colisión con nosotros.
Ante este dilema, ¿que hará Asad? Con toda probabilidad, se preguntará a sí mismo una pregunta clave: ¿qué ruta garantiza mejor que sus correligionarios, los alawis, siguen dominando la política siria? Es una decisión difícil. La vía iraní encaja en su temperamento, pero la americana es más rentable. Con su inteligencia y disciplina, Asad también podría optar por esta última.
La política estadounidense ya tradicional de acercarse a Asad con gran paciencia y palabras dulces ha producido poco más que promesas biensonantes. Si queremos cambios reales, el gobierno estadounidense debe de optar por el tipo de política dura que entiende un déspota astuto.