Es un alivio abandonar, momentáneamente al menos, las sutilezas de la actividad diplomática del proceso de paz y volver al lecho del conflicto árabe-israelí convencional. Goodman y Carus, dos analistas militares de talento, brindan una valoración profunda e imponente del "campo de batalla del futuro". Lo hacen sobre todo desde el aventajado punto de vista de Israel - lo que no sorprende, teniendo en cuenta la cercanía de los vínculos estadounidenses con Israel y la abundancia de información y análisis procedentes de aquel país.
Desarrollan varias líneas de razonamiento. Siria es el único enemigo estratégico de Israel (los demás países árabes representan "una inquietud táctica… como mucho" para Israel). Damasco "ha quedado lejos "de alcanzar la paridad estratégica con Israel, su objetivo a largo plazo; pero la fuerza militar siria es lo bastante fuerte como para representar "un contundente disuasivo" a la intervención militar israelí. Los ejércitos de Oriente Próximo seguirán dependiendo de la alta tecnología importada. La economía afectará de forma crítica al impacto de la tecnología sobre el equilibrio militar árabe israelí. Paradójicamente, aun haciendo más probable la disuasión mutua, también elevan la probabilidad de que Israel aseste un golpe definitivo.
La conclusión clave quizá es que "las nuevas tecnologías tenderán a beneficiar a Israel más que a los sirios". Esto se debe a que Israel tiene los conocimientos para fabricar tales arsenales, mejorar los adquiridos en el extranjero y dotarlos de personal técnico. Como resultado, "Israel seguirá disfrutando sin duda de la ventaja militar absoluta sobre Siria - y hasta sobre una amplia constelación de países árabes - durante la década de los 90".