"Monarquías del crudo" se refiere a los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudí, Kuwáit, Bajréin, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos y Omán). En un sondeo muy útil, Gause pasa revista a las políticas interior y exterior de los seis países y alcanza unas ideas sueltas relativas a la política norteamericana.
El argumento más original quizá del autor se refiere a la faceta supuestamente tradicional de los países en cuestión. Él destaca que la llegada de los ingresos del crudo dio poderes sin precedentes a los gobiernos centrales, que los gobernantes utilizaron a continuación para poner límites a la influencia de las instituciones tribales e islámicas y luego dominar esos terrenos. Lo que desde fuera percibimos como tradición "es en la práctica una construcción de décadas recientes, en la que los gobernantes se valen de un idioma político rebosante de matices islámicos y tribales para convencer a su ciudadanía de su legitimidad". A los que consideran a las monarquías del Golfo flores de un día, Gause advierte que sobrevivieron a la era del nacionalismo panárabe y parecen durar más tiempo que las ideologías islámicas radicales. De hecho, llama "curiosamente acertadas" a sus fórmulas de legitimación, y llega a la conclusión de que "algo tienen que estar haciendo bien".
La única debilidad del juego de Gause queda en evidencia al ocuparse de la política norteamericana. Por una parte, insta a Washington a iniciar un diálogo con Teherán relativo al futuro de Irak; por la otra, aconseja en contra de los esfuerzos estadounidenses por combatir el islam fundamentalista o incrementar los derechos de la mujer en Arabia Saudí. Es difícil decir cuál idea es peor.