Abshire rememora su paso como embajador estadounidense ante la OTAN, debate la OTAN y pide un enfoque estratégico general. Por desgracia, sus recuerdos personales apenas revisten interés y su crítica de las cuestiones de la OTAN es rutinaria. Pero la tercera de estas empresas, la presentación de las ideas de gran estrategia de Abshire — el despliegue integral de los recursos y las vulnerabilidades de un país — sí funciona.
Aunque sus propuestas de una estrategia así reservan contadas sorpresas, al ser cortas en su alcance y burocráticas en su naturaleza, son profundas y viables. El autor habría reforzado la disuasión de Washington poniendo más énfasis en los efectivos convencionales. Insta a una mayor coordinación con los aliados en cuestiones como las negociaciones con la URSS, la competencia por la escasez de recursos, la política comercial o el uso de las tecnologías. Por último, propone la creación de un nuevo cargo en la Casa Blanca, un consejero del presidente a nivel de gabinete "responsable de la estrategia general", un particular que coordinaría la planificación económica y de seguridad.
Abshire expone de forma atractiva que América necesita un concepto general de su papel en el mundo, una "estrategia integrada a largo plazo". Aquí reside el valor de Impedir la Tercera Guerra Mundial — no tanto en los detalles concretos de la estrategia como en el reiterado llamamiento a una forma de pensar distinta (más soviética, de hecho). La incansable campaña de Abshire por obligar a los estadounidenses a pensar con un horizonte mayor en mente y visión a un plazo más largo probablemente represente su duraderaherencia.