Zebiri, ponente de la Universidad de Londres, se ocupa de uno de los factores más importantes que subyacen a la política internacional de Oriente Próximo: la forma en que musulmanes y cristianos se perciben mutuamente. De una forma legible, profunda y amablemente objetiva, la autora se ocupa de dos niveles del debate contemporáneo de esta compleja relación, la forma en que académicos y escritores populares tratan la religión del otro. El resultado es un sondeo ejemplar de un tema clave en un único volumen.
A partir de la abundancia de pruebas que brinda Zebiri surgen dos parecidos: (1) Cada parte tiende a achacar a la otra lapsos que la otra ni siquiera considera un problema: Los musulmanes desprecian a Jesucristo por ser un fracaso profesional, los cristianos faltan a Mahoma por tener fallos. (2) Se amplían las técnicas de su confesión al otro: así, los cristianos ven el Corán como una mezcla de lo humano y lo divino, al tiempo que los musulmanes se sienten libres de restar importancia a ciertas palabras de Jesucristo por ser "faltas de autenticidad". Ante todo, Zebiri señala diferencias que son todavía más interesantes.
(1) Las opiniones musulmanas han permanecido mayoritariamente estáticas a lo largo de los siglos, al tiempo que las cristianas han evolucionado mucho. En el siglo XII, un académico justificaba las historias fantásticas del profeta Mahoma diciendo que "es correcto echar pestes de quienes cuya mala intención supera cualquier mal que pueda mencionarse". Hoy, son los cristianos los que inician los esfuerzos de diálogo y los que impulsan encuentros ecuménicos.
(2) Los cristianos emprenden el estudio riguroso del islam con mucha mayor frecuencia que los musulmanes el del cristianismo, y por buenos motivos históricos: Los musulmanes tienden a dar por sentado que saben todo lo necesario de Jesucristo a partir del Corán, y por eso no tienen muchos motivos para estudiar el cristianismo real. Existen instituciones cristianas importantes para el estudio del islam, pero no al revés.
(3) Los cristianos tienden a mirar a sus propios misioneros como historia antigua y no respetan las iniciativas islámicas de proselitismo; los musulmanes consideran ambas cosas mucho más importantes.
(4) La mayoría de los escritos musulmanes acerca del cristianismo son duros y de polémica agresiva ("Jesucristo era el líder de una banda de maleantes"), mientras el debate cristiano del islam aspira a aprender de él (un misionero escribe que "el ideal de oración musulmana puede ser un desafío para el cristiano devoto").
(5) Los musulmanes desprecian al cristianismo como confesión de aspiraciones (que "a nivel popular celebra sus dos ritos centrales atando regalos a un pino y tirando huevos por una colina, y el nivel intelectual ha dejado de existir por completo"), pero los cristianos desconfían mucho de un islam reanimado.
(6) Ciertos musulmanes manifiestan posturas muy belicosas ("No podemos permitirnos paz y reconciliación con los miembros de Ahl al-Kitab [Pueblo del Libro] hasta poder humillarlos y tener la ventaja") que no tienen homólogo en el otro bando.
En conjunto, los cristianos se esfuerzan enormemente por entender la dinámica interna del islam; en contraste, destaca Zebiri, pocos musulmanes están dispuestos a explorar "lo que hace atractivo al cristianismo entre los cristianos". A menudo sucede que los cristianos que estudian intensamente el islam se sienten atraídos, mientras que los musulmanes que se familiarizaron con las verdades cristianas las consideran enormemente repugnantes. La sensación de "pisar suelo sagrado" de Louis Massignon simboliza la tónica de pluralismo religioso dominante en su confesión; en contraste, la implicación de Ismail Al-Faruqi de que los primeros cristianos eran tunantes es representativa del punto de vista defensivo musulmán.
De esta manera los cristianos manifiestan su autoconfianza y los musulmanes sus inseguridades.