"Nuestra tendencia en Egipto es a tachar de 'americana' cualquier cosa que sea rara o anómala", admite un politólogo egipcio de los 50; y de hecho, ¿qué país podría ser más extraño y problemático que Estados Unidos, a ojos de Oriente Medio? Durante más de un siglo, el viajero arabeparlante - estudiantes, académicos, periodistas, empresarios, diplomáticos - ha visitado el nuevo mundo y ha escrito sus impresiones; Abdel-Malek, profesor interino de la Universidad de Alberta, ha recabando una muestra de ellas y las ha reunido en una antología corta y profunda de divertida y rápida lectura.
La temática predominante quizá es el contraste entre la fortaleza económica de Estados Unidos y su presunta pobreza intelectual: "nosotros somos más civilizados" que los americanos, escribe un egipcio. Típicamente, el escritor concluye que América "no añade nada o casi nada" al valor moral del hombre; otro concluye que el dinero y el sexo mueven la vida estadounidense. La fortaleza de la cultura popular norteamericana es otra sorpresa para los árabes de visita. Un encuentro deportivo despierta la observación de que los americanos "quedan absortos ante la sangre y las lesiones deportivas". Y las costumbres sexuales - ¿qué decir? La tónica conservadora de Oriente Próximo se sorprende y asombra.
Muchas otras cosas alucinan al observador extranjero por ser raras y desagradables: el "triste" narcisismo, las fiestas, la música jazz, el hincapié en la actividad laboral, el trato de la tercera edad, la corrupción, lo valorado del tiempo, lo frenético de la vida cotidiana, la superficialidad cultural, la enormidad del Sunday New York Times, hasta la costumbre de poner sal a las manzanas. Los grandes logros pasan a segundo plano: los rascacielos, descubrimos, "son como las pirámides de Egipto" y manifiestan "el complejo inherente de inferioridad" de la mentalidad norteamericana. Un escritor llama a Estados Unidos "el imperio más repugnante de la historia" y otro concluye que los estadounidenses "no son distintos de los Nazis".
Frente a esta condena, resulta refrescante descubrir que al menos parte de los autores defienden la ortodoxia y la espiritualidad de América: "Hay quien recrimina a los americanos su amor al dinero y su deseo de ganarlo. Pero por Dios, que me digan a mí a quién no le gusta ganar dinero". Mejor todavía, escribe un egipcio: Dios ha destinado a los egipcios a engañarse creyendo que "la civilización estadounidense es de materialista lo que la nuestra espiritual".