Itamar Rabinovich tiene credenciales únicas para escribir sobre las negociaciones fracasadas entre Siria e Israel mantenidas entre 1992 y 1996. Es un especialista académico líder tanto sobre Siria como sobre negociaciones Árabe-Israelíes, y sirvió durante ese período como embajador Israelí en Washington y como principal negociador de Israel con Siria.
El resultado es que su nuevo estudio, El Borde de la Paz, aparece como un modelo de su género: un libro en el cual en un participante relevante proporciona los entresijos de lo que llama "una saga absorbente", ni cargando al lector con información innecesaria ni escamoteando los detalles importantes.
Y, como el título implica, Rabinovich también tiene una tesis a discutir: que Hafiz al-Asad, el presidente Sirio, aceptó en principio la paz con Israel y que los dos estados estuvieron "al borde de la paz". El autor explica que conque Asad hubiera actuado más rápidamente, las dos partes habrían llegado a un acuerdo y su conflicto ahora estaría en vías de solución.
Desdichadamente, continúa Rabinovich, Asad se comportó "como si el tiempo no fuera ningún impedimento". Esto dejó al gobierno Laborista de Yitzhak Rabin, de Shimon Peres, y del autor a las puertas de las elecciones de Mayo de 1996 sin haber asegurado un acuerdo con Siria, y ésa fue una razón por la que perdió frente a Binyamin Netanyahu y al Likud.
Rabinovich conjetura que, después de esas elecciones, "Asad tiene que haberse dado cuenta de que había calculado mal" y especula que "Asad cayó en la cuenta completamente" que se había perdido una oportunidad real de concluir un acuerdo con Israel. Con esto, Rabinovich ofrece lo que puede describirse como la interpretación optimista de las intenciones de Asad; el dictador de Damasco deseaba cerrar el conflicto con Israel pero cometió errores tácticos que evitaron que lo hiciera.
Hay también otra interpretación, la pesimista, que sostiene Asad nunca buscó terminar el estado de guerra contra Israel sino que por el contrario entró en negociaciones con su viejo enemigo solamente como medio para un fin. En este punto de vista, Asad utilizó las negociaciones con Israel como medio de mejorar las relaciones con Occidente. Entendió que Washington exigió que adoptara una actitud menos hostil hacia el estado Judío, así que hizo lo que tenía que hacer. Pero no tenía ninguna intención de firmar en algún momento un tratado de paz con Israel. En su lugar, mantuvo las negociaciones en marcha y en marcha, viéndolas como un fin en sí mismas. No quería final sino prolongación; no quería paz sino proceso de paz.
Para su credibilidad, mientras que es partidario de la visión optimista, Rabinovich no toma parte para reforzar su discusión. De hecho, proporciona bastantes evidencias para apoyar la perspectiva pesimista. Por ejemplo, recuerda cómo, sobre el tema de la normalización (es decir, qué clase de paz establecerían los dos países), Asad exigió que este asunto solamente fuera discutido en negociaciones multilaterales Árabe-Israelíes ¡que resulta que él boicoteaba!. Rabinovich tampoco esteriliza la perspectiva de Asad ("Israel seguía siendo un rival, si no un enemigo, y los términos del acuerdo de paz no deberían servir para mejorar su ventaja sobre los Árabes, Siria en particular, sino para disminuirla algo") ni oculta su propia perplejidad ante las acciones de Asad. Su texto está jalonado de frases como "estábamos profundamente desconcertados", "es difícil entender la conducta de Asad", o "Muchas de las decisiones de Asad durante este período tienen todavía que ser explicadas en detalle". Rabinovich resume sinceramente su propio descontento implícito con el análisis optimista: "cuando todo está dicho y hecho es difícil entender por qué Asad, a pesar de sus suspicacias, las reservas, e inhibiciones, no tomó los pasos que habrían producido un acuerdo".
El autor recuerda cómo este desconcierto llevó a su propio primer ministro, a pesar de su creencia en la posibilidad de un tratado con Damasco, a adoptar la visión pesimista de que Asad no deseaba tratar de Israel. Para Rabin, "el estilo de negociación de Asad y la naturaleza de sus posiciones" demostraban que el presidente Sirio "no estaba interesado en la negociación genuina sino en una mediación o arbitraje Americano". De hecho, Rabinovich en persona acepta la interpretación pesimista, concluyendo que "Asad estaba más interesado en la obtención de un compromiso Israelí claro de una retirada del Golán que en llegar a un acuerdo". Incluso refuta el título optimista de su libro cuando concluye que "en ningún momento" en sus cuatro años de negociación "Israel y Siria estuvieron al borde de un logro".
Rabin y Rabinovich se encuentran igualmente volviendo a la interpretación pesimista porque, no importa cuán positiva sea su perspectiva, esto tiene más sentido. Asumir que Asad no tenía ninguna intención de firmar un acuerdo con Israel barre los líos sobre sus acciones y muestra cómo sus supuestos cálculos erróneos eran realmente decisiones previamente tomadas.
Pero sin importar la lógica que lo lleve en la dirección del pesimismo, el autor se resiste. ¿Sobre qué base?. En un pasaje clave, Rabinovich explica cómo puede persistir en su optimismo:
No estaba perturbado por el hecho de que... Asad estaba sobre todo interesado en transformar la relación de su país con Washington, y por eso su aceptación de la noción de paz con Israel era un preludio necesario para esa transformación y no el producto de un cambio de corazón con respecto a nosotros. Si pudiera encontrarse un compromiso mutuamente aceptable y pudiera llegarse a un acuerdo, el cambio de corazón seguiría.
En otras palabras, razonó Rabinovich, las intenciones de Asad no importaban, porque Israel podría cooperar eventualmente con los Sirios en una relación pacífica y civilizada. Nuestro autor nunca explica la mecánica de cómo "el cambio de corazón seguiría", y no es asombroso, porque es una esperanza, no un plan. Rabinovich (y sus superiores políticos) deseaban un acuerdo de paz con Damasco tanto, que pasaron por alto voluntariamente los problemas que a los que miraban fijamente en la fe de que un "compromiso" con el tiempo les solucionaría las cosas. Pueden haber parecido planificadores duros de pelar, pero Rabin y su personal estaban de hecho fijando el futuro de su país en un deseo y una oración.
El optimismo a ultranza dio a las negociaciones de Israel con los Sirios (y por extensión, con los otros Árabes, especialmente con los Palestinos), una calidad indulgente. Las cuentas de Rabinovich muestran cómo, por ejemplo, su lado omitió cualquier mención al hecho de que Israel había ganado todas sus guerras contra Siria, como si no hacerlo fuera maleducado y sin tacto - incluso si es la premisa ineludible de las negociaciones entre dos estados. Asimismo, que Israel añadiera en su terreno con los Estados Unidos y Siria a la Unión Soviética nunca parece mencionarse.
Como resultado, en vez de que Damasco solicite a su vencedor, las negociaciones exudan una sensación de paridad, por el que los Sirios hacen demandas y actúan como iguales de Israel. Los líderes de Israel dejan probablemente a los Sirios llegar lejos con esto (con estímulo Americano) con la expectativa de que sobre la base de esto estado de auto engaño, "el cambio de corazón seguiría".
Este mismo motivo explica probablemente la tendencia sorprendente del gobierno Laborista al aceptar las posiciones de Asad como si persiguiera sinceramente amistad más que ventaja táctica. Por ejemplo, cuando Asad salió repentinamente con la idea de implementar un acuerdo Sirio - Israelí no a través de muchos años como Rabin había propuesto, sino en un golpe, Rabinovich retrata la oferta como oferta seria de paz ("Estaba evidentemente preocupado por el paso del tiempo") en lugar de como un truco tímido para echar la culpa a Israel de no aprovechar una ocasión para la paz inmediata.
En la misma línea, Rabinovich muestra a líderes Israelíes que aceptan por la cara las fatuas declaraciones de Asad acerca de la necesidad de encontrar una paz "con dignidad". Más que presentar a Asad como un gamberro mañoso desesperado por aferrarse al poder ante la oposición doméstica asesina, Rabinovich presenta la "filosofía" de Asad de las negociaciones. Por último, un lector que no sabe nada sobre política Siria podría leer claramente con Al Borde de la Paz sin ninguna noción clara de que su sistema totalitario difiera de la democracia liberal de Israel.
Rabinovich es un historiador y diplomático sofisticado; los gobiernos de Rabin - Peres para los que trabajó tenían una visión ambiciosa de la resolución del conflicto. Desdichadamente, sus esfuerzos fueron presupuestos con esperanzas, no con planes.