Fouad Ajami, profesor Majid Khadduri de estudios de Oriente Medio en la Johns Hopkins University, ha encontrado dos lugares que le son completamente propios, uno académico y el otro periodístico.
Como erudito, Ajami no se centra en las cuestiones usuales de estado y política exterior, sino en los progresos intelectuales del mundo de lengua Árabe. Al dar vida a temas y personalidades, logra interesar a una audiencia Americana impresionantemente amplia en debates dirigidos por Egipcios, Libaneses, o Saudíes. Como comentarista público, Ajami tiene acceso regular al mercado de prensa y televisión, convirtiéndole probablemente en el especialista de Oriente Medio con mayor alcance público. Aunque el Inglés no es su lengua materna, la destreza de Ajami con el lenguaje tiene pocos rivales en el mundo del análisis político. Ya sea hablando en CBS News o escribiendo para The New Republic, US News o World Report, o Foreign Affairs, deslumbra con sus metáforas y brillante estilo.
Es un poeta que acaba haciendo política. Igual que T. E. Lawrence (de quién, a la sazón, toma el título, Palacio Ideal de los Árabes) escribió de manera tan distinguible que una sola línea de su prosa es a menudo bastante para identificarle como el autor, la escritura de Ajami tiene una calidad única. Ningún otro habría podido escribir este pasaje:
Por temperamento, Irán ha sido una tierra susceptible al poder de las ideas, a la abstracción política y filosófica, a los panfletos.... La cultura de la Península Arábiga y los estados del Golfo ha sido siempre en contraste profundamente empírica y cruda, su política luchas de clanes y hombres determinados, asuntos tribales hasta la médula.
Su estilo aforístico hierve complejidades hasta su esencia. La política de Oriente Medio la describe como "un mundo donde el triunfo llega raramente con misericordia o moderación". Caracteriza el Pan-Arabismo como tan sólo "dominación Sunní vestida de secular".
Ajami tiene otras dos cualidades significativas. Como nativo Árabe, tiene muchas ventajas sobre nosotros los extranjeros que pasamos años limándonos los dientes para hablar su difícil idioma, e incluso después sólo lo conocemos de manera imperfecta. "Ha sido el pecaminoso asedio - y la pobreza - de un buen trato para escribir acerca del mundo Árabe", precisa, "lo cual es hecho por muchos que no tienen ninguna maestría en el Árabe". En segundo lugar, al contrario que muchos otros prominentes Árabe-Americanos - Khalil Jahshan, Rashid Khalidi, Mohammad Mehdi, o James Zogby - Ajami es un político moderado y un patriota Americano. Ni hace apología de dictadores Árabes ni gira en torno a teorías conspiratorias anti -Americanas. Estados Unidos le gusta e intenta perseguir sus intereses.
Para completar las cosas, está benditamente libre de la obsesión Árabe común con Israel. Su perspectiva sobre el conflicto Árabe - Israelí se parece a grosso modo a la de cualquier observador liberal - excepto porque conoce el tema mucho mejor. Esto conduce a resultados interesantes. En la cuestión de Irak, Ajami riñe suavemente al Presidente Bush por detenerse demasiado pronto con Saddam Husayn: "Se podría haber hecho una fuerte defensa por rehacer el estado Iraquí", algo que el pueblo Iraquí le habría agradecido. En el proceso de la paz, mira con escepticismo el absurdo comportamiento de Yasir Arafat. Si Shimon Peres jaleó la decisión de la OLP en Abril de 1996 de la anulación de su carta que llamaba a la destrucción de Israel, proclamando esto "la mayor revolución que Oriente Medio había conocido en los últimos cien años", Ajami lo conoce mejor. "Arafat había obligado", escribe, "o así parecía. Consecuente con su pasado, era de todo para todos en este episodio. Dejó suficiente ambigüedad en lo que había hecho como para cubrirse bien las espaldas". Es un liberal, sí, pero ningún tonto.
Como era predecible, este acercamiento robusto, contado sin tapujos a los temas de Oriente Medio cae pésimamente a los colegas Árabe - Americanos, que responden con resentimiento, rencor, y desprecio. Han comenzado una más o menos sistemática campaña para convertirle en un desgraciado, denunciándolo en público y acosándolo en privado. Tras aparecer en un acto del Jerusalem Fund en compañía de Henry Kissinger hace algunos años, Ajami fue presa del abuso. Un supuesto rival, Edward Said de la Columbia University, acusa a Ajami de ofrecer "recetas inconfundiblemente racistas" hacia los Árabes. Otro, Asad AbuKhalil de la California State University-Stanislaus, le llama "neo-orientalista" (un enorme insulto en círculos de estudios de Oriente Medio). Cualquiera que sea el precio interno que Ajami paga por este bulo, continúa alistándose, sin dejarse intimidar y aparentemente inmune.
Lo cual nos lleva al libro actual, una investigación de cuatro partes sobre la experiencia del último cuarto de siglo con "el edificio intelectual del nacionalismo y la modernidad seculares... la ruptura de la tradición secular en la era ahora tras nosotros". Los capítulos individuales trazan la biografía de un intelectual Iraquí de nacimiento, Khalil Hawi, que manifiesta este problema; determinar el impacto de la revolución Iraní; ver la vida pública Egipcia; e interpretar la respuesta de intelectuales Árabes al proceso de paz con Israel.
El tema recurrente del libro son las esperanzas equivocadas y la fe mal colocada. Hawi se suicidó en 1982. La lucha de la revolución Iraní contra el orden dominante "llevó a un callejón sin salida". El nacionalismo Árabe "creó un monstruo" en la apuesta Iraquí por Kuwait en 1990. La experiencia de Egipto con la revolución bajo Gamal Abdel Nasser "embarrancó". Los acuerdos de Oslo degeneraron en "una ola severa de terrorismo" contra Israelíes. Generalizando, Ajami concluye que "Lo que los Árabes habían dicho sobre sí mismos, la historia que habían escrito, y las verdades que habían transmitido a su progenie habían llevado a un callejón sin salida" (esa metáfora de nuevo).
Para el gusto de este lector, los primeros capítulos son un poco trasnochados. El uso de Ajami de poetas e intelectuales para representar sus eras en ocasiones queda empantanado en detalle. Conforme el libro avanza, no obstante, el análisis se hace más directo, culminando en un notable capítulo final en "La Paz Huérfana", donde Ajami explica lo que fue mal en las negociaciones Árabe - Israelíes. "Nada más anunciarse el proceso de Oslo la nueva batalla comenzó, el temor de la supremacía militar Israelí ahora cediendo el paso al espectro de la hegemonía cultural Israelí". Ajami localiza un puñado de intelectuales que desprecian este miedo ("puedo asegurar a mis hermanos Árabes", escribe un Sirio, "que Israel no tiene una cultura más rica que la nuestra o logros intelectuales más profundos que los nuestros") pero los encuentra en minoría acuciantemente pequeña.
En su lugar, la gran mayoría de la élite intelectual Árabe repudió Oslo como "no su paz sino la paz de los gobernantes". Para estos muchos, la enemistad con Israel sirvió como "la única verdad que no podría ser truncada o traicionada, el único camino de vuelta a viejas fidelidades". Hasta el proceso de paz tuvo el sorprendente efecto de hacer que escritores, periodistas, o profesores estuvieran más determinados en su oposición a Israel. Muhammad Sid Ahmad, un Egipcio a favor de la paz, explica: "los diplomáticos y los militares tienen que seguir reglas y hablar con Israel. Pero con los intelectuales nada ha cambiado. Incluso se han hecho más radicales que antes".
Ajami atribuye correctamente mucha importancia a la clase intelectual que rechaza Oslo: "no gobernaba, pero estructuró un universo moral que doblegó a los gobernantes y limitó sus opciones". Privados de su apoyo, los gobernantes Egipcios, Jordanos, y otras gobernantes se encontraron con que no podían vender la idea de paz a sus sociedades civiles - profesionales, grupos voluntarios, elementos religiosos, y otros líderes. Generalmente, "las secciones más articuladas de la sociedad, entre los profesionales y las lumbreras", la mayoría se resistió a la normalización. Los gobiernos, insegura y cobardemente, diferían. "La comodidad diplomática estaría a la orden del día", observa Ajami, "pero se dio luz verde a la clase intelectual para agitar en contra de la paz". El autor rinde homenaje a "los gobernantes que se atrevieron a romper con las prohibiciones culturales y al puñado de comerciantes impacientes por un nuevo orden de las cosas", pero les ve perdiendo contra "los centuriones de la ortodoxia política Árabe".
La aseveración de Ajami del "nuevo Oriente Medio" de Peres tiene interés particular. Atrapados contra el fallecimiento de sus visiones pan-Árabes, pan-Sirias, Tercermundistas, los intelectuales Árabes no estaban de humor para su prometedora visión de expansión económica. "Peres había caminado exuberante, con verbo presto, y lleno de esperanzas - durante un funeral". El político Israelí "llegó anunciando a bombo y platillo un mundo que no tenía nada excepto la promesa de alienación cultural. En vez de un mundo Árabe que era completo y real, lamenta el popular poeta Sirio Nizar Qabbani, ahora 'llegamos a un supermercado con un presidente Israelí en la mesa'". Qabbani y su tropa no vertieron lágrimas por Peres cuando perdió frente a Binyamin Netanyahu en 1996. Más bien al contrario: La derrota de Peres era un regalo que "los desembarazó".
Ajami confiesa encontrar esta perspectiva de sus homólogos intelectuales "extraña", después explica soberbiamente el por qué de su aparente atracción perversa hacia el fracaso:
En una historia política Árabe jalonada de sueños frustrados, poco honor se extendería a los pragmáticos que conocían los límites de qué se podría hacer y qué no. La cultura política del nacionalismo reservó su aprobación para aquellos que condujeron campañas ruinosas en busca de hazañas imposibles.
Extremismo y fracaso, en otras palabras, reciben más de lo mismo. Ajami cierra su libro con una predicción desesperada: "No ha llegado el día en que la imaginación política Árabe se aleje de Israel y mire la realidad Árabe, para albergar su propio punto de vista de la clase de mundo que los Árabes desean para sí mismos". Si Ajami está en lo cierto, la vida intelectual Árabe continuará exaltando la irracionalidad y la agresión.
Puede que eso no nos guste pero por lo menos, habiendo leído El Palacio Ideal de los Árabes, podemos al menos empezar a entenderlo.