A medida que las multitudes musulmanas se van disolviendo y las misiones diplomáticas norteamericanas vuelven a la normalidad, hay tres ideas finales acerca de los disturbios que arrancaron el pasado 11 de septiembre y que costaron la vida a una treintena de personas:
La obra de Annemarie Schimmel "Y Mahoma es Su mensajero: la veneración del profeta en la confesión islámica". |
Respeto y aprendo de todos estos autores, pero a tenor del vídeo discrepo. Sí, particulares, organizaciones y gobiernos azuzaron a la gente -- en la práctica, siempre existe la necesidad de que haya algún instigador que movilice a los musulmanes en contra del pronunciamiento, el texto, el dibujo o el vídeo ofensor. Pero sería un error no ver a la turba sino como una herramienta de intereses enfrentados (como los salafistas contra los Hermanos Musulmanes egipcios) o de imperativos políticos norteamericanos. La indignación contra el vídeo fue sentida, real y tenaz.
La figura de Mahoma ha adquirido un rasgo propio de santos entre los musulmanes y no puede ser criticada, y mucho menos ridiculizada. La orientalista alemana Annemarie Schimmel señalaba (en su estudio de 1985 acerca de la veneración de Mahoma) que su figura, aparte del Corán, constituye "el centro de la vida de los musulmanes". La indignación entre los musulmanes por los insultos a su figura es sincera; observe, por ejemplo, el célebre párrafo 295-B del Código Penal de Pakistán que castiga con la pena capital cualquier difamación de Mahoma, hasta no siendo intencionada. Estos reglamentos tienen tanto apoyo que dos destacados políticos, Salman Taseer y Shahbaz Bhatti, fueron asesinados en 2011 simplemente por manifestar públicamente su oposición a las leyes de blasfemia paquistaníes. Sus muertes no tuvieron nada que ver con Occidente y desde luego no fueron ninguna excusa para desviar la atención de las presidenciales norteamericanas.
Salman Taseer (izquierda) y Shahbaz Bhatti, dos destacados políticos paquistaníes asesinados en 2011 por su oposición a las leyes de blasfemia. |
Tendencias: Como alguien que viene siendo testigo de este choque desde los tiempos de Jomeini, distingo tres tendencias principales. En primer lugar, los musulmanes se están dedicando cada vez más al imperativo político de proteger la imagen sagrada de Mahoma. En segundo, los gobiernos y las élites occidentales (léase periodistas, abogados, intelectuales, artistas) se vuelven cada vez más tímidos al enfrentarse a la indignación islamista, más dispuestos a disculparse, a apaciguar y tranquilizar los ánimos; como ejemplo decepcionante, vea las lisonjas de la embajada norteamericana en El Cairo a medida que la gente se indignaba en el exterior. En tercero, lo occidental que no perteneciente a la élite responde cada vez más a los islamistas con una postura de ¡Si-quieres-arroz-toma-dos-tazas! que incluye la quema de ejemplares del Corán, anuncios "Derrota a la yihad", viñetas francesas cada vez más beligerantes y un despliegue anticipado de películas acerca de Mahoma.
En combinación, estos tres extremos me llevan a predecir que el conflicto en torno a los valores seguirá caldeándose.