A medida que se enrocan las negociaciones de Washington entre Israel y los árabes, es progresivamente difícil imaginar lo que tienen en mente los líderes árabes, dado que parecen decir una cosa en público y otra en privado. ¿Qué quieren decir realmente, lo que dicen en sus intervenciones más belicosas o en sus comentarios privados más conciliadores? Un vistazo al pasado demuestra que este patrón dualista tiene una larga trayectoria; y que en realidad es muy fácil imaginarse lo que tiene más peso.
En 1933 nada menos, un indignado embajador británico en Irak dejaba en evidencia al monarca Faisal a tenor de esta cuestión, utilizando un lenguaje más contundente: "¿Informo a mi gobierno", pregunta retóricamente,
de que los funcionarios iraquíes, caballeros que han ocupado los cargos más elevados de la administración, pronuncian discursos con motivo de ocasiones solemnes en los que manifiestan opiniones que saben son falsas e irrelevantes? ¿Informo de que el Parlamento iraquí es simplemente una fachada, un lugar en el que tiempo y dinero son derrochados por un puñado de caballeros que, disfrazándose de estatistas, ni quieren decir lo que dicen, ni dicen lo que creen?
En los últimos tiempos, el conflicto árabe-israelí suscita la mayor de las inconsistencias entre las intervenciones públicas y las privadas. El antisionismo feroz caracteriza las declaraciones públicas mucho más que los comentarios en privado, como han destacado con frecuencia los funcionarios estadounidenses. Un embajador estadounidense en Irak durante la década de los 50 escribe acerca de la inconsistencia de Nuri as-Sa'id, veterano primer ministro iraquí: "Las intervenciones de Nuri en público acerca de Israel difieren enormemente de lo que había de decir en privado. Sus pronunciamientos públicos, igual que los de todos los nacionalistas panárabes, son inflexibles y desagradables. En privado, habla con tranquilidad de Israel, de forma razonable y con moderación". De igual forma, un embajador estadounidense en Arabia Saudí durante la década de los 70 relataba que el rey Faisal se ponía a divagar de conspiraciones sionistas. Después de horas de esto, el monarca hacía salir al asistente y se ponía a trabajar en lo que traía entre manos.
Siguiendo un patrón parecido, Henry Kissinger señalaba en 1973: "Todo líder que se ha dirigido a mí hasta la fecha ha dejado claro que le es mucho más fácil aliviar tensiones de facto [hablando de Israel] que de administración pública árabe".
¿Qué hay de la insistencia árabe en un estado palestino independiente? Jimmy Carter sorprendió cuando en 1979 reveló (en un momento en el que los políticos árabes presionaban especialmente en favor de este objetivo) que "Nunca me he reunido con un líder árabe que en privado profesara el deseo de un estado palestino independiente". Tres años más tarde, Carter explica en sus memorias que
casi todos los árabes anticipaban que un país independiente [palestino] en el corazón de Oriente Próximo sería un grave motivo de fricción y el eje de una creciente influencia fundamentalista… Sin embargo, a causa de la influencia política de la OLP en las instituciones internacionales y de la amenaza de atentados terroristas cometidos por algunos de sus brazos, pocos árabes cometen la temeridad de apartarse de su postura original en una intervención pública.
Los israelíes han destacado esta misma contradicción. Según Moshe Dayán, Anwar as-Sadat "manifestaba con frecuencia" en privado su oposición a un estado palestino. Hasta los palestinos señalan la inconsistencia. George Habash, el secretario palestino, observaba en 1991 que si bien los gobiernos argelino o yemení quieren de verdad un estado palestino, "Jordania no. Siria no se ha decidido". Concluye que "Se puede decir a lo mejor que los estados árabes de peso no quieren uno".
Los funcionarios estadounidenses han terminado anticipando que las conversaciones con los árabes en privado relajan sus ataques a Israel en público. Esto decía Richard Nixon del Presidente sirio Hafiz al-Asad: "Estaba convencido de que Asad seguiría adoptando la línea más dura en público, pero en privado seguía el proverbio árabe que me dijo durante uno de nuestros encuentros: 'En el país de los ciegos, el tuerto es el rey'".
Como era de esperar, el egipcio Gamal Abdel Nasser plasmaba este patrón contradictorio, adoptando una postura en función de la ocasión según le conviniera. En privado dijo estar dispuesto a negociar con Israel a un buen número de mediadores occidentales, pero en público encabezó la lucha contra el estado judío. Dedicó gran parte de los primeros momentos de su presidencia a convertir a Israel en la cuestión central de la política árabe, pero Miles Copeland, funcionario de la Inteligencia estadounidense, le describe pensando que el tema palestino en aquel momento "carece de importancia".
En contraste, al final de su presidencia, Abdel Nasser relajaba su postura pública hacia Israel pero endureció su posición en privado. Tres días después de aceptar la resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con su objetivo de "una paz justa y duradera en la que todos los Estados de la zona vivan en seguridad", dio órdenes a la cúpula militar de "no prestar ninguna atención a cualquier cosa que pueda decir en público relativa a una solución pacífica".
Abdel Nasser llegó a reconocer su propia inconsistencia. Delante del Presidente Kennedy reconoció que "ciertos políticos árabes realizan pronunciamientos inflexibles en público referentes a Palestina y a continuación llaman al gobierno estadounidense para flexibilizar su dureza diciendo que su intervención estaba destinada al consumo árabe local". Por supuesto, ningún político árabe jugó a este juego con mayor frecuencia y astucia que el propio Abdel Nasser. Tres días después de aceptar la resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, dio órdenes a la cúpula militar de "no prestar ninguna atención a cualquier cosa que pueda decir en público relativa a una solución pacífica".
Este patrón de inconsistencia suscita un interrogante importante: ¿qué debe creerse el profano, los gritos o los susurros? Redefiniendo ligeramente esta cuestión: ¿cuál de las dos capas de discusión, la pública o la privada, da una mejor orientación de cara a la política? ¿Cuál predice las acciones con mayor fiabilidad?
El examen detenido del registro histórico no deja duda en cuanto a la respuesta: las intervenciones públicas cuentan más que los comunicados en privado. Ninguna de las dos cosas proporciona una referencia infalible, dado que los políticos mienten en público y en privado en la misma medida, pero lo primero predice las acciones mejor que lo segundo. Los susurros en privado pueden plasmar las opiniones personales del político, pero la retórica es más funcional. En otras palabras, con independencia de las ideas de Nuri, el comportamiento iraquí hacia Israel siguió siendo firmemente hostil. Abdel Nasser inició tres guerras contra Israel. Los líderes árabes trabajan en favor de un estado palestino, con independencia de sus opiniones personales. Si fuera por las opiniones manifestadas a nivel personal a los funcionarios occidentales, el conflicto árabe-israelí se habría resuelto hace mucho.
Los iniciados adjudican gran valor a las conversaciones exclusivas y confidenciales frente a frente con los líderes. A la hora de comprender la política de Oriente Próximo, sin embargo, mejor leer la prensa y escuchar la radio que hablar en privado con políticos. La información privilegiada tiende a inducir engaños; lo que escucha la masa cuenta. Este atajo ayuda a explicar la razón de que el observador remoto capte el meollo de la cuestión con mayor frecuencia que los diplomáticos y los periodistas sobre el terreno.
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Actualización 25 de septiembre de 1995: Como variante de esta tesis, consulte mi artículo con Alexander T. Stillman "Las dos caras de Yasir", en el que destacamos la forma en que Arafat "tiende una rama de olivo a Occidente y el Kalashnikov a sus correligionarios árabes".
Actualización 1 de enero de 2008: Como aplicación de esta tesis pancista, consulte la actualización de hoy de "Reconocer a Israel como estado judío: actualizaciones", en la que Ehud Olmert dice que en privado, Mahmoud Abbás desmiente sus pronunciamientos públicos a tenor de reconocer a Israel como estado judío.
Actualización 14 de diciembre de 2010: Me apoyo en mi análisis de arriba en una columna publicada hoy, "Jarro de agua fría a WikiLeaks", en la que afirmo que cuando hablamos de política en Oriente Próximo, "mejor leer comunicados y escuchar discursos que fiarse de despachos diplomáticos".
Actualización 16 de mayo de 2013: el ex primer ministro jordano Abdelraouf Al-Rawabdeh intervino en Al-Yazira el 1 de abril de 2013 así, transcrito por el MEMRI:
El predicador que habla desde el púlpito, el filósofo, el político, el catedrático universitario, el docente -- todos están en sintonía con la consciencia nacional. Escuche cuidadosamente lo que digo. Están en sintonía con la consciencia nacional, y son fieles a aquello en lo que creen, pero no son responsables de su implantación. Un predicador sube al púlpito y afirma: "Hemos de confrontar a América, líder de la herejía". Bien. ¿Qué nos pide que hagamos? No lo dice.
A continuación viene el político, cuya labor consiste en comprender el equilibrio de poderes local, regional e internacional, y habla solamente de lo que puede lograr. En una ocasión, postulándome a la administración, alguien trató de hacerme pasar un trago. Se acercó y preguntó: "¿Qué piensa de América?" Yo le pregunté: "¿Me pregunta como político o como candidato?"
Dijo que me preguntaba como candidato, así que dije: "América es un país enemigo que arma a Israel, asesina a nuestro pueblo palestino, controla nuestros países árabes, expropia nuestro crudo y destruye nuestra economía". Así que estaba encantado, pero a continuación me dijo: "¿Y como político?" Yo le dije: "América es nuestro amigo. Nos proporciona respaldo y ayuda".
Dijo: "¿No ve una contradicción moral ahí?" "No", le dije. "Digo que América es enemigo nuestro para complacerle a usted, y diré que es amigo para que usted tenga sustento. Ya me dirá qué prefiere". [Rawabdeh se ríe]