Como consecuencia del decreto del ayatolá Jomeini contra Salman Rushdie, se dio por sentado de forma generalizada que el islam, Irán y la obra Los versos satánicos quedarían exentos como objeto de discusión crítica. Susan Sontag, por ejemplo, predijo "la globalización del miedo y la vulnerabilidad". ¿Qué aspecto tienen las cosas medio año después del decreto? Está claro que si bien Sontag y los demás pueden haber sobreestimado la importancia del problema, no lo hicieron por un margen amplio. Además de Salman Rushdie - cuya vida y carrera siguen en el aire a causa del decreto - la libertad de expresión sigue en la cuerda floja en un amplio abanico de formas, importantes y pequeñas, en lugares distantes y dentro el país.
Escritores y artistas de países musulmanes han acusado el efecto inhibidor de la más severa de las formas. En Egipto, por ejemplo, la notable feminista Nawal as-Sa'dawi ha abandonado la novela que estaba escribiendo, titulada "El libro de Satán" porque se suponía que contenía las opiniones de Satanás en las cuestiones de la Biblia y el Corán. Como era lógico, Sa'dawi decidió que 1989 no era momento propicio para una obra así. Para agravar las cosas, aun incluso después de su retirada, Sa'dawi recibía tantas amenazas de muerte que la policía tuvo que ponerle protección las 24 horas.
La nueva atmósfera es todavía más evidente en Pakistán. Temeroso de registrar más disturbios, muertos y de la tónica contra el gobierno, el Ministro del Interior Atzez Ahsan prohibía de forma sumaria dos libros acerca del profeta Mahoma. Entonces Nazia Hassán, estrella sobradamente modesta de un programa de televisión, Music 89, se convertía en el centro de una importante polémica. Aunque Hassán siempre se cubría el pelo y solamente mostraba su rostro y manos, los musulmanes fundamentalistas la hostigaron tanto a ella y a los responsables de la cadena que eventualmente el programa fue cancelado. Como explicaba una cansada Hassán, "Todo en Pakistán, hasta la forma de cantar, está ahora muy politizado".
Este cambio del clima hizo que más de un escritor y artista musulmán se resintiera con Rushdie por atraer el escrutinio musulmán fundamentalista sobre sus actividades. Como explica Dahmane Abderahmane, un joven musulmán francés: "Condenamos a Rushdie por ser el caballero que hizo que Jomeini recuperara su aliento".
¿Y qué hay de Occidente? Para empezar, el episodio de Los versos satánicos sigue siendo extraordinariamente delicado para los editores. William Collins Sons (la división afincada en Londres del imperio editorial de Rupert Murdoch) encargó a Lisa Appignanesi y Sara Maitland un compendio de documentos relativos al escándalo Rushdie. Luego, sólo tres semanas más tarde, Collins se retiró y decidió no seguir adelante con la obra. Difundiendo una explicación tras otra (que Collins no quería exacerbar los problemas de Viking, editor de Los versos satánicos; que la obra no era viable comercialmente; que el libro no era objetivo), la empresa hizo todo lo que pudo para rescindir su contrato.
Poco tiempo después, tuve una experiencia parecida con Harper & Row (otra división del imperio Murdoch). El 8 de mayo, editorial y yo firmamos el contrato de un libro acerca del escándalo Rushdie; el manuscrito fue enviado el 31 de mayo y aceptado para publicación. Pero luego, el 23 de junio, se me informó de que el libro se consideraba inviable comercialmente. (¿Le suena familiar?)
La autocensura, aunque inmensurable, era generalizada. Las productoras de programas de televisión estadounidenses como MacNeil/ Lehrer NewsHour o Nightline se quejaban de que los escritores prominentes se negaban a hablar de la polémica de Los versos satánicos en las jornadas posteriores a la amenaza de Jomeini. Los famosos tampoco estaban solos en su temor a la represalia. Cuando la biblioteca universitaria de la Wayne State University de Detroit se negó a reservar Los versos satánicos, el claustro presentó peticiones de boicot a la librería. Un buen número de docentes se negaron a firmar, sin embargo, por miedo a ser objetivo de musulmanes fundamentalistas.
En el Berlín Occidental, la Akademie der Künste se negó a permitir una lectura pública en sus dependencias por motivos de seguridad. En Viena, la Asociación de Estudiantes de Austria tuvo que detener su lectura de Los versos satánicos en una carpa porque los docentes se negaron a permitir la celebración del acto en dependencias universitarias.
Más en general, un buen número de obras críticas con el islam o con Irán fueron retiradas o editadas. Véronique Sanson, cantante francesa, anunció que las amenazas de muerte la obligaban a retirar su canción "Alá", un tema de protesta contra el fanatismo religioso y la intolerancia. A estas alturas, sin embargo, muchas tiendas de discos ya habían retirado la canción.
Muchos otros incidentes más dejan claro que hay un impacto inhibidor y que no desaparece. Aun siendo cuestiones de escasa relevancia en sí mismas, plantean el hecho crítico de que un tiranuelo puede censurar obras a nivel internacional. También confirma, una vez más, la fragilidad de la libertad de expresión - incluso aquí.