¿Cuál es la respuesta refleja al fracaso? Redoblar los esfuerzos, claro.
¿Que te has perdido? No lo admites - tendrías que parar a ver dónde te equivocaste, puede que incluso sufrir la humillación de tener que pedir indicaciones. Mejor pisar el acelerador e ir más rápido - eso compensará el tiempo perdido.
En política también es común. ¿Que los centros públicos arrojan resultados pésimos? Se gasta más dinero en el desastre en vigor. ¿Que la guerra va mal? Se envían más efectivos a los Generales que han fracasado. ¿La crisis palestino israelí? Se consolida el esfuerzo diplomático fracasado que dio lugar al caos.
Examinemos el último punto. Las cosas no iban estupendamente entre Israel y los árabes hace 10 años, pero tampoco iban tan mal. La inflexibilidad israelí permitió alcanzar una aceptación módica por parte de sus vecinos árabes, simbolizada en el viaje de Anwar Sadat a Jerusalén en 1977.
Hacia 1993, la cúpula israelí se convenció de que los árabes aceptaban totalmente la existencia de un estado judío soberano, de manera que cambiaron de enfoque radicalmente. Pensando que ya no hacía falta declarar su existencia, manifestó un rostro amable, a la espera de que la diplomacia zanjara las cuestiones de segundo orden como las fronteras, la situación de Jerusalén o los refugiados, cerrando así de una vez el conflicto árabe-israelí.
Estupenda idea, pero fracasó. Interpretando la disposición de Israel a negociar como muestra de su vulnerabilidad, los árabes no respondieron con la buena disposición esperada sino con violencia. En lugar de lograr más aceptación para Israel, la diplomacia echó a perder el reconocimiento logrado anteriormente.
¿La respuesta de Israel a este desastre? Siguiendo la costumbre, pisó el acelerador, ofreciendo términos todavía más generosos a los palestinos. A cambio recibió todavía más violencia.
Esa violencia alcanzó cotas tan alarmantes hacia finales del 2000 que los israelíes tuvieron que evaluar su enfoque. Llegaron a la conclusión de que sus concesiones en materia de fronteras, Jerusalén y los refugiados eran inútiles, hasta contraproductivas, mientras los palestinos pretendieran destruir el Estado de Israel.
Mientras los israelíes recuperan su cordura (volviendo a su política de disuasión y dureza pre-1993), la administración Bush insiste en promover la política fracasada del compromiso en cuestiones de segundo orden. La trayectoria bajista de la última década parece no haber afectado en absoluto a su fe en la diplomacia.
Eso explica la razón de que la administración Bush siga entusiasmada con ideas así:
* Un alto funcionario de la administración: "El grueso del mundo árabe respalda hoy la paz con Israel".
* Otro alto funcionario de la administración: "La esencia del enfoque del presidente es que, teniendo en cuenta los fallos del [presidente de la Autoridad Palestina Yasser] Arafat y los demás, han de intervenir un montón de jugadores".
* Un artículo documentado del Washington Post: "Los planes de Bush parecen consistir en convencer a Sharón de que Estados Unidos garantizará su seguridad, si no con efectivos estadounidenses, con la creación de un estado palestino con el que Israel pueda convivir".
* El portavoz de la Casa Blanca garantiza a Israel que Washington destinará "dinero de verdad" a este estado palestino.
La premisa tras estas declaraciones es que diplomacia y compromisos pueden poner fin al conflicto árabe-israelí.
Esto sería plausible - si desde 1993 no hubiéramos visto de primera mano lo puntualmente que esa diplomacia para listos surtió el efecto de convertir en una crisis una situación mala.
¿Tiene que repetir el gobierno estadounidense su errada política de la última década? De insistir en hacerlo, esta vez convertirá una crisis en una guerra abierta.
Washington debería mejor aspirar y abordar el origen del conflicto árabe-israelí. Esto no tiene nada que ver con ninguna de las cuestiones que se están debatiendo - las fronteras de Israel, un estado palestino, los "refugiados" árabes o el avance económico.
Tiene más que ver con algo que casi nunca se menciona en los canales oficiales, porque es un hecho desagradable que los políticos prefieren evitar: el tenaz rechazo árabe a la existencia de Israel. Este rechazo a su existencia está detrás del ataque árabe contra Israel de 1948 y de toda la violencia acaecida desde entonces, incluyendo la actual campaña de terrorismo suicida.
Si la administración Bush quiere ser de utilidad, que aborde la realidad del rechazo árabe. Eso supondría no realizar ligeros ajustes a las políticas actuales sino adoptar una perspectiva totalmente distinta:
* Respaldar inequívocamente a Israel indicando a los árabes que su sueño de destruir Israel es inútil.
* Tomar medidas para impedir la violencia árabe contra Israel.
* Desalentar las negociaciones árabe-israelíes hasta que los árabes demuestren de forma clara y consistente que se han reconciliado con la existencia de Israel.
Sólo cuando el gobierno estadounidense reconozca la quiebra del actual enfoque - cincelando el rechazo árabe a través del compromiso - puede comenzar la tarea mucho más difícil de abordar frontalmente las fuentes del conflicto árabe-israelí.
Por supuesto, eso significa levantar el pie del acelerador y pedir indicaciones.
ACLARACIÓN: En mi artículo del 15 de abril "Haced que los Saudíes paguen por el Terrorismo" aludí a Cherif Sedky como un saudí "destacado", a través de lo cual quise decir que es residente afincado en Arabia Saudí, no ciudadano saudí.