Según el comité electoral egipcio, la Hermandad Musulmana obtuvo el 37% de los votos depositados en la primera vuelta electoral celebrada en Egipto; y los salafistas, que llevan un programa islamista todavía más fundamentalista, obtuvieron el 24%, lo que juntos arroja la friolera del 61% de los votos.
Un complacido votante egipcio. |
¿Legítimo o manipulado? Nadie se tomaba en serio los resultados electorales soviéticos con su inevitable participación del 99% a favor de los Comunistas; y aunque el mecanismo y el resultado de las elecciones egipcias son menos flagrantes, merecen un escepticismo similar. El juego es más sutil, pero sigue siendo un juego, y así es como se juega:
La Hermandad Musulmana (fundada en 1928) y la dictadura militar (en el poder en Egipto desde 1952) tienen una ideología paralela y un largo historial que las convierte en aliados y rivales simultáneamente. A lo largo de las décadas, cooperaron de forma intermitente en el seno de un sistema autocrático controlado por la ley islámica (la Shari'a) y oprimiendo a los elementos más seculares y liberales.
En esta línea, Anwar El-Sadat, Hosni Mubarak, y ahora Mohamed Tantawi dotan de competencias tácticas a los islamistas como plan para ganar el apoyo, el armamento y el dinero occidentales. Por ejemplo, cuando George W. Bush presionó a Mubarak para que permitiera una mayor participación política, el segundo respondió permitiendo salir elegidos al parlamento a 88 integrantes de la Hermandad Musulmana, advirtiendo así a Washington de que democracia = toma islamista del gobierno. La aparente debilidad de los no islamistas indujo a Occidente a no insistir más en una transición a la participación política por miedo. Pero un examen detenido de los comicios del año 2005 concluye que el régimen ayudó a los islamistas a hacerse con su 20% de los escaños.
El logotipo de la principal formación salafista, An-Nur. |
(3) El ejército ha subvencionado tanto a la Hermandad Musulmana como a las formaciones políticas salafistas con vistas a las recientes elecciones parlamentarias. Marc Ginsburg informa de un fondo reservado propiedad de la junta militar por valor en total de miles de millones "en forma de dinero 'imprescindible', ropa y repartos de comida" que permitieron comprar votos a centenares de delegaciones locales de formaciones políticas islamistas. Ginsburg habla de un emisario de la junta militar que "se reunió en secreto con representantes de la Hermandad Musulmana y con otros movimientos de corte islamista el pasado abril para abrir cuentas bancarias 'de acción política local' desde las que canalizar una línea de apoyo sumergido en forma de dinero y bienes".
Otros dictadores de Oriente Próximo, como el presidente yemení o el rais de la Autoridad Palestina, también juegan a este doble juego, simulando ser moderados antiislamistas y aliados occidentales cuando, en realidad, son fachadas que cooperan con los islamistas y reprimen a los verdaderos moderados. Hasta los tiranos antioccidentales como el sirio Assad o el Libio Gadafi practicaron el mismo juego oportunista en momentos de necesidad, retratando de movimientos islamistas a levantamientos multitudinarios. (Recuerde la forma en que Gadafi achacaba la rebelión libia a las píldoras alucinatorias de Al-Qaeda en el café de los adolescentes).
¿Los salafistas con la quinta parte de los votos? Hay gato encerrado. |
¿Dominar Egipto? Si el ejército conspira con los islamistas para permanecer en el poder, obviamente el ejército, y no los islamistas, tiene el control último. Esta es la idea central que los analistas convencionales pasan por alto: los recientes resultados electorales permiten seguir en el poder al ejército. Como destaca correctamente el aspirante egipcio a político Mohamed ElBaradei, "ahora mismo todo está en manos de la junta militar".
Cierto, si los islamistas controlan el parlamento (no está claro; el ejército todavía podría decidir reducir su porcentaje en futuras vueltas electorales de un mecanismo electoral inusualmente complejo susceptible de manipulación), adquieren ciertos privilegios y desplazarán el país todavía más hacia la Shari'a – todo lo lejos, en cualquier caso, que permita la junta militar. Esto respeta la tendencia asentada de islamización desde que los militares se hicieron con el poder en 1952.
¿Qué hay de la política occidental? En primer lugar, hay que presionar a la junta militar para que construya la sociedad civil que tiene por fuerza que preceder a la democracia real, para que los civiles modernos y moderados de Egipto tengan oportunidad de expresarse.
En segundo, hay que cortar instantáneamente toda ayuda económica a El Cairo. Es inexplicable que el contribuyente occidental tenga que financiar, hasta indirectamente, la islamización de Egipto. Reanudar la financiación sólo cuando el estado permita expresarse con total libertad y organizarse a los musulmanes seculares, a los liberales y a los coptos, entre otros.
En tercer lugar, hay que oponerse a la Hermandad Musulmana y a los salafistas en la misma medida. Sean menos o más fundamentalistas, los islamistas de cualquier variante son nuestros peores enemigos.
Un caballero camina junto a una pintada que anuncia "no al gobierno militar", tacha un retrato del dictador militar Mohamed at-Tantawi le llama "maricón". |
Actualización 6 de diciembre de 2011: El texto arriba se refiere a la URSS pero Rusia celebró elecciones hace dos días que el secretario de estado estadounidense denunció por su "manipulación y fraude electoral". Al menos no insultan la inteligencia de todos con resultados porcentuales del 99 por ciento.
Actualización 7 de diciembre de 2011: No pasó mucho tiempo hasta que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas confirmó el análisis de arriba, informa David D. Kirkpatrick en "Ejército pone a prueba su influencia mientras islamistas avanzan en Egipto".
Los dictadores militares egipcios dijeron el miércoles que controlarán el proceso de redacción de un texto constitucional y conservarán la autoridad sobre el gobierno interino para vigilar a los islamistas, que se han hecho con la ventaja en las parlamentarias.
En un inusual comunicado dirigido evidentemente a Washington, el General Mujtar al-Mulá de la junta en el poder afirmaba que los resultados electorales iniciales a la Asamblea Popular no representan a la población egipcia total, en parte porque facciones bien organizadas de los islamistas dominaron los comicios . Las declaraciones, concebidas para la prensa extranjera y no la opinión pública egipcia, podrían pretender persuadir a Washington de retractarse de su llamamiento al gobierno civil.
El General egipcio Mujtar al-Mulá.
"De manera que con independencia de la composición de la mayoría en la Asamblea Popular, es muy bien recibida, porque no tendrá la capacidad de imponer lo que sea que la población no quiera", decía el General Mulá, explicando que la composición del Parlamento no importa porque no tendrá poder sobre la constitución.
Parecía decir que los resultados electorales no pueden ser representativos porque la opinión pública egipcia no puede apoyar de forma probable a los islamistas, sobre todo a la facción de los salafistas ultraconservadores que se han hecho con una cuarta parte del voto anticipado. "¿Le parece que los egipcios van a elegir a alguien que amenaza sus intereses y su economía y seguridad y las relaciones con la comunidad internacional?" preguntaba el General Mulá. "Por supuesto que no"...
El General Mulá… insiste en que respeta la justicia y la integridad de los comicios, que comenzaron en noviembre y se celebran en sucesivas vueltas hasta enero. Pero, decía, "en condiciones tan inestables, el Parlamento no representa a todos los egipcios"... El General Mulá insistía en que el primer ministro seguirá teniendo que informar a la junta militar.
Aunque los planes anteriores del ejército para la transición habían instado al Parlamento a elegir un centenar de legisladores para una asamblea constituyente que redactaría la constitución, el General Mulá dejaba claro que el consejo militar deja de tener intención de permitir eso. "La mayoría de la Asamblea Popular no será la única representada en la asamblea constituyente", decía, cuestionando por momentos la premisa esencial de que una entidad electa pueda representar a la opinión pública. "Tenemos montones de facciones como los trabajadores, los agricultores, los ingenieros y los médicos, que no están en el Parlamento"…
Preguntado si el ejército sometería con el tiempo a la supervisión pública parlamentaria sus presupuestos, el General Mulá parecía encontrar ridícula la idea, diciendo que no sabía de ningún ejército cuyo presupuesto fuera público. Preguntado si el ejército intervendrá en la política civil en el futuro, sin embargo, se mostraba más comedido. "Las fuerzas armadas no intervendrán en la vida política egipcia puesto que la población delega en las instituciones parlamentarias", decía. A la adopción de nuevas instituciones gubernamentales, decía, "no habrá ninguna necesidad de intervenir".
La falta de lógica y las contradicciones de esta presentación evidencian la estrategia del Consejo Supremo.
Añadido 24 de enero de 2012: Cynthia Farahat y yo examinamos la segunda vuelta de las parlamentarias (y no quedamos más impresionados) en "No ignoremos el fraude electoral en Egipto".
Añadido 11 de julio de 2012: Cynthia Farahat y yo volvemos al tema de las elecciones fraudulentas, en lo concerniente esta vez a la presidencia, en "Le presento al verdadero soberano de Egipto: Mohamed Tantawi".