Indistinto de Oriente Próximo
Las misiones suicida no son en absoluto algo peculiar de Oriente Medio. Los cátaros medievales del sur de Francia y el norte de Italia "veían favorablemente el suicidio, postura que hacía inasequibles a la persecución a los más fervientes de ellos". Lo que hicieron los soldados británicos y franceses en la Primera Guerra Mundial - salir de sus trincheras para escalar las pilas de cadáveres de camaradas muertos y lanzarse contra el fuego de ametralladora - fue una forma de sacrificio colectivo que supera con creces cualquier cosa que se haya visto últimamente en Oriente Próximo. Tampoco era solamente la vanguardia los que avanzaban hacia su muerte. Vincent Kraft, espía alemán de la Primera Guerra Mundial, cometió una grave infracción penada con la muerte estando destacado en el frente occidental. En lugar de eso, relata Peter Hopkirk, le ofrecieron la alternativa de emprender lo que describía como "una misión muy peligrosa" en el frente oriental.
De igual manera, cuando diez miembros del Ejército Republicano Irlandés se declararon en huelga de hambre en 1981, aguantando entre 50 y 60 jornadas, soportaron una muerte mucho más prolongada que la implícita en los actos breves y casi indoloros de los suicidas del Líbano. En contra de lo que piensan muchos, los europeos están dispuestos a renunciar a su vida en aras de una causa conveniente. Los actos suicida no son desconocidos en Occidente.
Tampoco son frecuentes entre los musulmanes. Muy al contrario: el suicidio queda estrictamente prohibido en el islam, como en el cristianismo y el judaísmo. Hay un verso coránico, "No os quitéis la vida" (4:29), interpretado comúnmente como condena del suicidio. El profeta Mahoma dijo que el suicida no va al paraíso, y que las leyes islámicas se oponen firmemente a la práctica. Los líderes religiosos siguen rechazando hoy el suicidio. Mohammed Husaín Fadlalaj, líder de los chiítas fundamentalistas radicales del Líbano, comentaba a tenor de la reciente ola de atentados "el suicidio de esta forma está prohibido en nuestra religión".
Las prohibiciones religiosas han surtido efecto; según eruditos modernos, "el suicidio tuvo una incidencia comparativamente infrecuente" en el seno de la sociedad tradicional. Aparte de la famosa esperanza de que el musulmán que muere prestando servicio a Dios va al paraíso, los musulmanes no son más dados a poner fin a sus vidas que el resto. La única excepción significativa fueron los fidayís (efectivos dispuestos a sacrificarse) despachados por la secta militante de los Hashshashín en el siglo XII.
Estos extremos precisan de énfasis para corregir la tendencia equivocada a achacar al islam, al fanatismo o a alguna otra faceta cultural los actos terroristas suicida acaecidos en Oriente Próximo. De hecho, las hostilidades suicidas en Oriente Próximo, al igual que en Occidente o en Japón, se registran exclusivamente en circunstancias históricas concretas. Soldados británicos y franceses sacrificaron sus vidas en la Primera Guerra Mundial no a causa del carácter británico ni de la religión gala, sino a causa de la naturaleza del combate de trincheras; las huelgas de hambre del IRA plasman la política de Irlanda en 1981, no la naturaleza de la cultura celta. De igual forma, los atentados suicida en Oriente Próximo son resultado de novedades históricas concretas, no de certezas inamovibles del islam.
Apoyo estatal
¿Cuáles son esas novedades? El hecho es que varios estados, empezando por Irán, patrocinan hoy el terrorismo suicida. Los gobiernos hacen de esto una fuerza contundente, no los particulares dispuestos a morir. Sin el apoyo estatal, los actos suicida serían ineficaces e infrecuentes.
El ayatolá Jomeini afirma que su versión radical del islam fundamentalista es idónea para todos los musulmanes. La Constitución iraní, aprobada justo después de llegar al poder los fundamentalistas radicales, tipifica como la prioridad más elevada del régimen "tratar de perpetuar la revolución [islámica] tanto fuera como dentro del país". Teherán esperaba inicialmente que su ejemplo indujera a los musulmanes afines a derrocar a los gobiernos en el poder. Enseguida quedó claro, sin embargo, que la exhortación no iba a bastar por sí sola.
Hacia finales de 1979, la cúpula iraní adoptaba un segundo enfoque; financió y armó a empresas subversivas de todo el mundo musulmán, desde Egipto a las Filipinas. Pero el inicio de las hostilidades de la guerra con Irak en septiembre de 1980, que absorbió prácticamente todos los recursos económicos y armamentísticos de Irán, puso punto y final a esta empresa. Se adoptó entonces una tercera táctica, que contagiaría la revolución de forma económica: el terrorismo, el terrorismo suicida en concreto. Y en lugar de repartir sus escasos recursos por muchas regiones, los líderes iraníes eligieron concentrarlos en el Líbano, el país con más probabilidades de ser testigo de la creación de una república islámica.
El primer gran episodio de terrorismo suicida fue la destrucción en diciembre de 1981 de la embajada iraquí en Beirut, que costó la vida a 27 personas e hirió de gravedad a más de un centenar. El terrorismo suicida cobró una importancia política relevante con el asesinato en septiembre de 1982 de Bashir Jumayyil; irrumpió en la escena internacional con el atentado contra la embajada norteamericana en Beirut de abril de 1983, que costó la vida a 63 personas. La mayor deflagración se registró en octubre de 1983 cuando un camión bomba mató a 241 efectivos regulares estadounidenses. La incesante campaña que tuvo lugar entre 1983 y 1985 contra las tropas israelíes destacadas en el sur del Líbano fue quizá su éxito más notorio, dado que, incapaz de afrontar este ataque, Israel se retiró casi por completo del Líbano. También se han detonado explosiones suicida en Kuwait, Siria y muchas veces en Irak.
La superioridad de las misiones suicida sobre las formas rivales de terrorismo precisa de cierto énfasis. La expulsión de los efectivos israelíes del Líbano guarda un acusado contraste con la total ausencia de éxitos árabes en Cisjordania y la Franja de Gaza; de hecho, nadie había expulsado nunca de un área a los israelíes. Está claro que una persona dispuesta a renunciar a su vida puede tomar medidas que no están al alcance de quien trata de salvarla. Un coche-bomba destruyó el cuartel militar israelí de Tyro en noviembre de 1983, matando a 80 personas - más muertes que las reivindicadas por la OLP durante los cinco años anteriores.
Poco puede hacerse para disuadir a los aspirantes a suicida, sobre todo si tienen respaldo estatal. Como destacaba el Secretario de Defensa Caspar W. Weinberger: "A la hora de hacer cuentas, si una o dos personas están dispuestas a morir en el intento, pueden causar enormes daños". Aunque musulmanes fundamentalistas radicales atacaron once objetivos de Kuwait en una sola jornada de diciembre de 1983, el único en tener un impacto real fue el perpetrado por un suicida, que voló por los aires la embajada norteamericana.
La empresa de Irán tuvo tal éxito que los demás impulsores relevantes del terrorismo en Oriente Próximo - Gadafi, Assad y Arafat - empezaron a imitar sus métodos rápidamente. (Aunque la OLP de Arafat no es, por supuesto, gobierno, su capacidad financiera, militar e institucional es más propia de un estado asentado que de otros movimientos nacionalistas). Los iraquíes también adoptaron aparentemente el terrorismo suicida.
Por si hay alguna duda de que los estados patrocinan la gran mayoría de las misiones suicida, las pruebas son dignas de reseñarse en cierto detalle.
En primer lugar, la naturaleza clandestina de las organizaciones que reivindican la autoría de las acciones suicida apunta la implicación de cuerpos de Inteligencia del estado. Si bien las organizaciones terroristas quieren darse a conocer y ser temidas, los estados desean permanecer en la clandestinidad. Las dudas a tenor de la existencia de la Yihad Islámica, organización de la que se tuvo noticia por primera vez en mayo de 1982 y que se vincula de forma generalizada a actividades suicida, son en sí mismas motivo de sospecha de una fachada del espionaje iraní.
En segundo lugar, la complejidad de los planes señala la implicación gubernamental, dado que está lejos de la capacidad de las organizaciones discretas. Los coches bomba contra instalaciones norteamericanas o francesas muestran una enorme sofisticación. En casi todos los casos, el vehículo aterrizó casualmente en el flanco más vulnerable del inmueble objeto del atentado. Los ataques tienen lugar en el momento idóneo, y explotan la ventaja justa que revisten las debilidades del sistema de defensa. Tal maestría insinúa que hay amplias conexiones de espionaje, semanas de elaboración, elaborados modelos y entrenamiento escrupuloso.
En tercer lugar, las propias deflagraciones evidencian el patrocinio estatal. El camión que destruyó las instalaciones de los Marines, por ejemplo, contenía el equivalente a más de 5 toneladas de TNT; la deflagración que provocó aparece descrita en el Informe de la Comisión Long como "la deflagración convencional más importante examinada nunca por los artificieros". Tan importante fue la deflagración, reza el Informe, que habría provocado daños materiales cuantiosos y muchas pérdidas humanas si se hubiera detonado en el acceso a 100 metros del inmueble. Para cargar esa potencia en un camión Mercedes que traslada mucho menos de 5 toneladas, el TNT se dopó con gas entre otras sustancias. La difícil y delicada tarea del dopaje gaseoso exige la clase de conocimientos especializados y abundante experiencia a disposición de países, no de organizaciones clandestinas. Además, el uso de materiales explosivos muy controlados como el explosivo hexogén o el PETN apunta la implicación de agencias de Inteligencia.
En cuarto lugar, el precio de estas operaciones las sitúa lejos de las organizaciones minúsculas. Los pisos francos, los explosivos y los camiones Mercedes son caros en sí mismos, pero lo más caro es la información precisa y oportuna. Según fuentes citadas por el periodista del New York Times Thomas L. Friedman, una información útil para el atentado de la embajada de abril de 1983 costó unos 30.000 dólares.
En quinto lugar, parte de los suicidas reconocen su lealtad a los líderes de los estados. Antes de suicidarse conduciendo un coche cargado con explosivos, una libanesa de 16 años de edad envió saludos al "líder de la marcha de la liberación y la firmeza, el teniente general Hafiz al-Asad". Uno de los líderes del Amal, Majmud Faqij, llamó a Jomeini "nuestro líder legítimo" y a Irán "nuestro escudo y fuente de apoyo… la fuente de nuestra fortaleza conceptual, ideológica y política". Mismo caso de Hezbolá. 'Abbás Musawi, responsable de este grupo, afirma que Jomeini "marca el discurso del movimiento y las instrucciones de Hezbolá". Preguntado por la financiación de Hezbolá, Musawi admite que "el dinero sale sobre todo de Teherán".
En sexto lugar, la información de espionaje evidencia los vínculos con los estados. Se sabe que Irán habría enviado un aparato especial a Damasco con 50 agentes unas semanas antes de la detonación en las instalaciones militares de los Marines. Teherán dio la señal de ataque contra las 11 instalaciones de Kuwait de diciembre de 1983 enviando un correo especial. En algunos casos, se conocen los nombres de los particulares que trasladan a los suicidas las órdenes iraníes, sus actividades y el pago que perciben. El senador Jesse Helms ha difundido informaciones que demuestran que los iraníes ayudaron a planificar la logística del secuestro del aparato de la TWA en junio de 1985, que habrían formado en Irán a uno de los secuestradores por lo menos, y que habrían dotado de fondos la operación. Los documentos facilitados por la oposición iraní indican que el gobierno iraní cuenta con organizaciones oficiales dedicadas a promover el terrorismo suicida.
En séptimo, el testimonio de un buen número de participantes en atentados suicida brinda informaciones de primera mano acerca de la implicación de estados. Mohammed 'Alí Aryafar, un capitán de la marina iraní que desertó, declaró en rueda de prensa en agosto de 1984 que "La Yihad Islámica es respaldada por el régimen de Jomeini". Según él, la Guardia Revolucionaria iraní despachó varias unidades a entrenar y aconsejar a los terroristas del Líbano - dato confirmado por un funcionario estadounidense en vista legislativa. Los terroristas suicida reacios han proporcionado pruebas parecidas. El caballero libanés que detonó una enorme deflagración en Damasco declaró a la televisión siria que su carrera como suicida comenzó con un accidente de tráfico. Siendo camionero, mató por accidente a un oficial iraquí en Bagdad el pasado noviembre y fue encarcelado durante cincuenta y dos días. Agentes del espionaje iraní le dieron entonces a elegir entre la ejecución o ir a Damasco con un coche-bomba. Optó por lo segundo y fue despachado a destruir el club de oficiales del ejército sirio en su noche más concurrida.
En octavo, los estados rentabilizan los atentados suicida. Teherán amplía su influencia en el Líbano con este instrumento. De igual forma, el gobierno sirio se vale de los atentados suicida para demostrar que su ideología - mezcla de panarabismo y pan-sirismo - cobra vitalidad y apoyos en el Líbano. La OLP y Libia, cuyas credenciales terroristas han perdido fuerza con respecto a la última década, utilizan misiones suicida para recuperar sus reputaciones.
Por último, los líderes políticos permiten el terrorismo. El gobierno iraní apoyó el secuestro de la embajada norteamericana en Teherán y desde entonces no ha hecho ningún esfuerzo por disociarse de un gran número de incidentes terroristas registrados en el Líbano y Kuwait, entre otros lugares. La OLP reivindica casi a diario la autoría de actos terroristas contra Israel. A principios de 1986, Gadafi afirmó que entrenaría escuadrones suicida "para llevar a cabo misiones terroristas y suicidas, y pondré instructores y facilitaré todas las armas necesarias para tales misiones". Walid Jumblatt, el líder druso del Líbano, prometía hace poco enviar escuadrones suicida a ayudar a Gadafi contra Estados Unidos. Sólo el gobierno sirio niega su papel de apoyo al terrorismo.
Una herramienta de estatismo
El patrocinio estatal resta el misterio de las acciones suicida. Extrae estos actos del ámbito de las patologías aberrantes, el fundamentalismo religioso y el extremismo político y los sitúa en su lugar al alcance del poder institucional y las actividades de los servicios de Inteligencia.
Muchas de las acciones que parecen ser emprendidas de forma suicida resultan no serlo. Algunos conductores - como el libanés implicado como resultado de un accidente de tráfico en Irak - son chantajeados. Un libanés de 16 años, Mohammed Majmud Burru, declaró en abril de 1985 que se le había reclutado bajo coacción. Según la versión de Burru, trabajaba para el Amal, la organización chiíta de patrocinio sirio, cuando un día golpeó por detrás a un vehículo con su moto. A petición de Burru, los responsables del Amal le sacaron de este problema. Unos meses más tarde, su padre también provocó un accidente de tráfico, resultando heridos él y una joven. Burru fue amenazado poco después: si no llevaba a cabo una misión suicida para el Amal, el expediente del accidente de su moto sería reabierto, su padre no sería sometido a una operación quirúrgica necesaria, su padre y él perderían sus puestos de trabajo y su familia entera sería hostigada por los parientes de la mujer. Tras días de difícil indecisión, eligió a regañadientes la misión y le fue asignado un vehículo cargado con 150 kilos de explosivos que empotrar contra un cuartel militar israelí.
Mohammed an-Nasir, que iba a conducir un vehículo manipulado hasta un puesto militar avanzado del sur del Líbano en septiembre de 1985, fue el suicida en contra de su voluntad más evidente. Despertaba tan poca confianza que un vehículo le siguió para asegurarse de que cumplía las órdenes. Pero justo antes de llegar al control elegido, Nasir abandonó su vehículo para tratar de convencer al conductor del segundo coche de sustituirle. El segundo se negó; y estando los dos discutiendo, fueron detenidos.
Otros conservan la esperanza de salir con vida. Un atacante recibió órdenes de empotrar su vehículo cargado de explosivos contra una parte concreta de la embajada norteamericana y luego escapar al vehículo de un cómplice antes de detonar la carga. A otro le aseguraron que un chaleco a prueba de balas y un revestimiento especial de metal alrededor del asiento del conductor le darían un 50 por ciento de posibilidades de sobrevivir a la explosión. En un caso, parece que el maletín que trasladaba una joven hasta un control fue detonado por un varón a cierta distancia. Hay vehículos manipulados para explotar si el conductor suicida apaga el motor o abre la puerta.
Los menores pueden ser inducidos a inmolarse con mayor facilidad que los adultos, prometiendo inenarrables glorias. He aquí una crónica de Newsweek relativa al destino de un joven palestino:
Placeres celestiales aguardaban a Moussa Ziyada: Ríos de dulce miel y vino sagrado, 72 esposas vírgenes y entradas gratis al Paraíso para 70 amigos y parientes. Para un chaval que nunca había salido de la Franja de Gaza, donde los únicos ríos son las corrientes del saneamiento urbano, la promesa fue deslumbrante. "Todo lo que los ojos no han visto y los oídos no han escuchado", según sus palabras, sería suyo pronto. A los 14 años, iba a ser venerado como mártir y héroe. Todo lo que tenía que hacer era inmolarse en medio de una multitud de israelíes.
En palabras del instructor del chaval: "Ahora eres grande, eres santo, estás preparado para ir al cielo".
No son las huellas de "fanáticos", sino de particulares coaccionados para cumplir órdenes. Los analistas que consideran voluntarios a los terroristas suicida pasan por alto la idea: cualquiera lo bastante desafortunado para sufrir una colisión urbana puede acabar días más tarde al volante de un coche-bomba. Reclusos en el corredor de la muerte, disidentes políticos, miembros de minorías étnicas - con las condiciones adecuadas, cualquiera puede ser inducido a emprender un atentado suicida mediante coacción.
La implicación del país amplía la reserva de asesinos potenciales. Los países no pueden depender de encontrar individuos dispuestos a quitarse la vida, dado que son demasiado escasos para confiárseles operaciones regulares. Si sólo los fundamentalistas pudieran ser reclutados para llevar a cabo misiones suicida, éstas tendrían un impacto limitado: pero incorporar a los particulares vulnerables salidos de la población en general significa que cualquiera puede acabar siendo terrorista suicida. Los recursos del estado son más que suficientes para alumbrar una oferta constante de terroristas suicida no fanáticos. Lo que hasta la fecha había exigido de un fervor extraordinario se ha institucionalizado y reducido a rutinario.
Conclusión
Este análisis reviste dos implicaciones importantes. En primer lugar, dado que las misiones suicida no tienen conexión necesaria con el islam, pueden ser empleadas por regímenes brutales de cualquier pelaje ideológico. El régimen sirio ha sido el que mejor ha demostrado su versatilidad. De los 15 atentados suicida que patrocinó contra Israel en 1985, 6 se relacionan con el Partido Baaz, una organización secular panárabe; 5 con el Partido Social Nacionalista Sirio, que desposa un pan-sirismo secular; 2 con el Amal, la organización chiíta alineada con Siria; uno con el Partido Comunista y otro con un grupo de la oposición egipcia. Uno de los suicidas era druso, 4 eran chiítas y 10 sunitas. Al menos 2 eran civiles sirios y dos egipcios, oriundos del Líbano los demás.
El terrorismo suicida ya se ha contagiado por Oriente Próximo; podría ser adoptado también en otras regiones a medida que los demás gobiernos hagan como Damasco y copien las tácticas de Irán. Aunque la Unión Soviética parece no haberlas adoptado aún, podría hacerlo dentro de poco; ¿por qué ignorar un arma de tal repercusión? Mismo caso de los demás estados autoritarios y totalitarios. Los atentados suicida podrían acabar siendo el gran monumento al régimen de Jomeini, inmune al paso del tiempo.
En segundo lugar, esta implicación de países apunta la respuesta idónea de Estados Unidos y sus aliados. Es inútil montar una defensa centrándose en el propio actor terrorista; incluso si uno cae, puede ser reemplazado por otro fácil y rápidamente. La forma de combatir el azote del terrorismo suicida es castigar a los estados que patrocinan estos actos de violencia.
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Bibliografía – Mis escritos relativos a operaciones suicida:
- · "El azote del terrorismo suicida". National Interest, Verano de 1986, páginas 95-99. Abunda en las ventajas básicas del terrorismo suicida.
- · "La amenaza de la yihad [suicida]". Jerusalem Post, 27 de julio de 2001. Distingue entre martirio y suicidio.
- · "El orgullo de un padre". Jerusalem Post, 15 de agosto de 2001.
- · "La fábrica de suicidas de Arafat". New York Post, 9 de diciembre de 2001.
- · "Cómo fue tentado por la yihad un joven musulmán británico". DanielPipes.org, 14 de julio de 2005.
- · "El vídeo del suicida londinense". DanielPipes.org, 14 de septiembre de 2005.
- · "¿Dificultades palestinas a la hora de reclutar suicidas?" DanielPipes.org, 14 de octubre de 2005.
21 de agosto de 2008: Han transcurrido más de dos décadas y los métodos en los que la administración de Jomeini fue pionera siguen en vigor, adaptados a las mujeres según "Preparar a una suicida: Al Qaeda en Irak busca excluidos de la sociedad y viudas vengativas. Un penal de Diyala recluye a los sospechosos de instrucción", firmado por Alexandra Zavis en el Los Angeles Times.
Los líderes de Al Qaeda en Irak, conocidos como emires, lograron reclutar a clanes enteros a su causa entrando en la familia. Las mujeres obligadas a contraer estos matrimonios a menudo pasan por los emires, dice Saja Quadouri, que forma parte del comité de seguridad del consejo provincial y es su única integrante femenina. "Contraerán matrimonio con más de un cónyuge y se quedan embarazadas sin saber quién es el padre", dice. "Con el tiempo, por desesperación, indefensión o miedo, son explotadas hasta cometer esos crímenes, al ser excluidas por la sociedad".
Otras mujeres son persuadidas de llevar a cabo una misión suicida para vengar la pérdida de un padre, un marido o un hermano, dice un analista de la Inteligencia norteamericana bajo anonimato por motivos de seguridad. En las sociedades tribales, la pérdida de los parientes varones deja típicamente a las mujeres indefensas o sin sustento.