Entre la novela de Salman Rushdie publicada en 1989 y una protesta civil estadounidense convocada en 2010 con el nombre "Día de Dibujar Todos a Mahoma", ha evolucionado un patrón familiar. Empieza cuando los occidentales dicen o hacen algo crítico con el islam. Los islamistas responden con indignación y apelativos, exigen retractaciones, amenazan con recurrir a la justicia y la violencia y llevan a cabo actos reales de violencia. A su vez, los occidentales se muestran indecisos, se evaden de la verdad y acaban cediendo. Por el camino, cada polémica suscita un debate que pone el acento en la cuestión de la libertad de expresión.
Defenderé dos extremos a tenor de esta secuencia de acontecimientos. En primer lugar, que el derecho de los occidentales a cuestionar, criticar y hasta mofarse del islam y los musulmanes se ha erosionado con el paso de los años. En segundo, que la libertad de expresión es una parte secundaria del problema; en el aire está algo mucho más arraigado – la cuestión que en la práctica define nuestro tiempo: ¿protegerán los occidentales su propia civilización histórica frente al ataque de los islamistas, o cederán frente a una cultura y una ley islámicas y se someterán a una forma de ciudadanía de segunda?
Portada del libro que motivó las Normas de Rushdie. |
Informo a todos los musulmanes religiosos del mundo que el autor del libro titulado Los versos satánicos – compilado, impreso y publicado en contra del islam, el Profeta y el Corán – y todos los implicados en la publicación que conocían su contenido, están condenados a muerte.
Invito a todos los musulmanes religiosos a ejecutarles rápidamente, allí donde se encuentren, para que nadie más se atreva a insultar a las figuras sagradas musulmanas. Si Dios quiere, quien pierda la vida en este camino será un mártir.
Además, cualquiera que tenga acceso al autor de esta obra pero no tenga poder para ejecutarle debería denunciarle a la gente para que pueda ser castigado por sus acciones.
Este decreto sin precedentes – ningún jefe de estado había instado nunca a la ejecución de un novelista afincado en otro país – salió de la nada y sorprendió a todo el mundo, desde las autoridades iraníes al propio Rushdie. Nadie se había imaginado que el autor de una obra de realismo mágico, repleta de gente que baja del cielo y animales que hablan, pudiera provocar las iras del gobernante de Irán, país con el que Rushdie tenía muy poca relación.
El decreto provocó daños materiales en librerías de Italia, Noruega y Estados Unidos y ataques a la integridad de los traductores de Los versos satánicos en Noruega, Japón y Turquía; en el último caso, el traductor y 36 personas más perdieron la vida en el incendio provocado de un hotel. Otros actos de violencia registrados en países de mayoría musulmana produjeron más de 20 muertos, en el subcontinente hindú en su mayoría. Entonces, justo cuando la indignación iba desapareciendo, en junio de 1989, fallecía Jomeini; su muerte hizo que el decreto, a veces llamado inexactamente fatua, fuera inmutable.
El decreto contiene cuatro elementos importantes. En primer lugar, al destacar "contra el islam, el Profeta y el Corán", Jomeini detalla el abanico amplio de temas sagrados que pueden no ser tratados de forma irrespetuosa sin provocar una condena a muerte.
En segundo, al cargar contra "todos los implicados en la publicación que conocían su contenido", declaró la guerra no sólo al artista sino también a la infraestructura cultural – incluidos los miles de empleados de las editoriales, los anunciantes, las distribuidoras y las librerías.
En tercer lugar, al decretar la ejecución de Rushdie "para que nadie más se atreva a insultar a las figuras sagradas musulmanas", Jomeini dejaba claro su objetivo no sólo de castigar a un escritor, sino también de prevenir más casos de desprecio.
Por último, al exigir que aquellos incapaces de ejecutar a Rushdie "le denuncien", Jomeini insta a todos los musulmanes del mundo a incorporarse a una red oficiosa de espionaje dedicada a proteger las figuras islámicas sagradas.
Estos cuatro rasgos juntos constituyen lo que yo llamo las Normas de Rushdie. Dos décadas más tarde, siguen totalmente en vigor.
El decreto sentó varios precedentes en Occidente. Un líder político extranjero se saltó con éxito los límites convencionales a las competencias del Estado. Un líder religioso intervino directamente a voluntad, sin ningún coste ni oposición, en asuntos culturales occidentales. Y un líder musulmán sentó el precedente de implantar un aspecto de la ley islámica, la sharía, en un país mayoritariamente no musulmán. A tenor de este último punto: Los estados occidentales, en ocasiones, han hecho las veces de inspectores oficiosos de Jomeini. El gobierno de Austria impuso una pena cautelar de cárcel a un particular que desafió las Normas de Rushdie, mientras los gobiernos de Francia y Australia presentaron cargos que podrían haber acarreado penas de cárcel. Más curiosamente, las autoridades de Canadá, Gran Bretaña, Holanda, Finlandia e Israel llegaron a encarcelar realmente a particulares que contravinieron las Normas de Rushdie. Cuesta recordar los inocentes tiempos previos a 1989, cuando los occidentales hablaban con libertad y escribían acerca del islam y de cuestiones afines.
Las Normas de Rushdie tuvieron un impacto directo sobre los musulmanes afincados en Occidente, cuyos estallidos de insultos y violencia generaron una novedosa sensación de poder. De Suecia a Nueva Zelanda, los islamistas respondían con alegría a que, tras siglos a la defensiva, los musulmanes hubieran mostrado su valor y, desde el corazón de la bestia, pudieran desafiar a Occidente. La mayoría de los actos de violencia que se registraron pertenecieron a la clase indiscriminada, siguiendo el modelo del 11 de Septiembre, Bali, Madrid, Beslán y Londres en el que los yihadistas asesinan a quien se cruza por casualidad en su camino; TheReligionOfPeace.com recoge una media de cinco atentados terroristas islamistas indiscriminados diarios en todo el mundo.
Menos común pero más intimidatoria es la violencia que se ceba con los que desafían las Normas de Rushdie. Limitemos los ejemplos de este fenómeno a un único país, Dinamarca. En octubre de 2004, un docente del Instituto Carsten Niebuhr de la Universidad de Copenhague fue golpeado y apaleado por varios extraños al abandonar el centro. Ellos le informaron de que había leído el Corán, cosa que como infiel (kafir) no tenía ningún derecho a hacer. En octubre de 2005, el editor del Jyllands-Posten Flemming Rose fue amenazado por haber encargado viñetas de Mahoma. Dos de los viñetistas tuvieron que ocultarse. Uno de ellos, Kurt Westergaard, escapó posteriormente por los pelos de un atentado contra su domicilio. En marzo de 2006, Naserel Jadir, un político antiislamista, fue amenazado por un islamista que advirtió que si Jadir llegaba a tener cartera, su ministerio y él volarían por los aires.
La experiencia danesa es característica. Según el Wall Street Journal, "Por toda Europa, docenas de personas se ocultan o tienen protección policial a causa de la amenaza de los extremistas musulmanes". Hasta el Papa Benedicto XVI recibió un torrente de amenazas como consecuencia de la cita por su parte de un emperador bizantino a tenor de la cuestión del islam. Sólo en Holanda, los políticos denunciaron 121 amenazas de muerte en un único año. La ejecución en noviembre de 2004 en una calle de Ámsterdam de Theo van Gogh – reconocido libertario, cineasta, tertuliano, columnista y quebradero de cabeza que se había mofado del islam – traumatizó a su país y condujo a un breve estado de insurrección.
Los occidentales en general perciben esta violencia como un reto a su derecho de libre expresión. Pero si la libertad de expresión es el campo de batalla, el conflicto genérico se refiere a los principios fundacionales de la civilización occidental. El patrón recurrente de la indignación islamista se produce para alcanzar tres objetivos – no siempre enunciados – que van más allá de prohibir la crítica al islam.
Un primer objetivo pretende crear una categoría superior para el islam. La apelación por parte de Jomeini a la sagrada trinidad de "islam, el Profeta y el Corán" implica privilegios especiales para una religión, una exclusión del ajetreo del mercado de ideas. El islam se beneficiaría de una normativa única que no estaría al alcance de las demás confesiones. Jesucristo puede ser ridiculizado de forma sacrílega en la cinta de los Monty Python La vida de Brian o el Corpus Christi de Terry McNally, pero, en palabras de una obra: "¡Cuidado con Mahoma!"
Esto avanza un segundo objetivo – la supremacía musulmana y la inferioridad occidental. Los islamistas hacen y dicen cosas rutinariamente más ofensivas para los occidentales que cualquier cosa que hacen los occidentales frente a los musulmanes. Ellos desprecian abiertamente la cultura occidental; en palabras de un islamista argelino, no se trata de una civilización, sino de una "sifilización". Sus medios de referencia publican viñetas más vulgares, viles y violentas que cualquier cosa encargada por Flemming Rose. Insultan con libertad al judaísmo, al cristianismo, al hinduismo y al budismo. Asesinan a judíos solamente por ser judíos, como Daniel Pearl en Pakistán, Sébastian Sellam o Ilán Halimi en Francia o Pamela Waechter y Ariel Sellouk en Estados Unidos. Sea por miedo o por falta de atención, los occidentales consienten un desequilibrio en el que los musulmanes pueden ofender y atacar, blindados de tales improperios o sensaciones desagradables.
Si los occidentales aceptan este desequilibrio, se produce la posición de dimmi. Este concepto islámico permite que "el pueblo del libro", los monoteístas como cristianos y judíos, sigan practicando sus religiones bajo gobierno musulmán, sujetos a múltiples restricciones. En su momento, la posición de dimmi acarreaba ciertos beneficios (hasta 1945 nada menos, los judíos en general llevaban mejor vida en tierras islámicas que en territorios cristianos), pero se concibe para insultar y humillar a los no musulmanes, al tiempo que se exalta la superioridad de los musulmanes. Los dimmi pagan impuestos especiales, pueden no alistarse en el ejército ni ingresar en los cuerpos del Estado, y sufren las consiguientes desigualdades jurídicas. En ciertos lugares y épocas, los dimmi podían viajar en burro pero no a caballo, llevaban ropa característica y el anciano dimmi estaba obligado en la calle a ceder el paso al menor musulmán. Elementos del estatus de dimmi se han aplicado recientemente en lugares tan diversos como Gaza, Cisjordania, Arabia Saudí, Irak, Irán, Afganistán, Pakistán, Malasia o las Filipinas. Claramente, Londonistán y más están a la vista.
A su vez, recuperar la posición de dimmi es un paso hacia la tercera y última ambición de los islamistas, implantar íntegramente la ley sharía. Cerrar el debate del islam despeja el terreno de cara a este fin. Por contra, conservar la libertad de expresión a tenor del islam representa una defensa crítica frente a la imposición de un orden islámico. Proteger nuestra civilización exige del debate abierto del islam.
La sharía regula la vida pública y privada en la misma medida. La dimensión privada incluye cuestiones tan intensamente personales como la limpieza corporal, la sexualidad, la educación de los hijos, las relaciones familiares, la vestimenta o la dieta. En el ámbito público, la sharía regula las relaciones sociales, las transacciones comerciales, las penas criminales, la posición de la mujer y las minorías, la esclavitud, la identidad del gobernante, la administración judicial, el régimen fiscal y las hostilidades bélicas. En resumen, la ley islámica lo abarca todo, desde la higiene en el lavabo a la actuación en guerra.
Pero la sharía contraviene los conceptos más arraigados de la civilización occidental. Las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, musulmanes y kafir, amo y esclavo, no se pueden reconciliar con la igualdad de derechos. Los harenes no pueden reconciliarse con un orden monógamo. La supremacía islámica vulnera la libertad religiosa. Un dios soberano no puede permitir la democracia.
Todos los islamistas convienen en el objetivo de implantar la ley islámica a nivel global. Pero difieren a tenor de si alcanzar esto a través de la violencia (opción de bin Laden), del gobierno totalitario (Jomeini) o engañando políticamente al sistema (el intelectual suizo Tariq Ramadán). Con independencia de la forma, si los islamistas alcanzan un orden de la sharía, reemplazan en la práctica a la civilización occidental con la civilización islámica. En términos estadounidenses, permitir que el Corán se imponga a la Constitución pone fin a los Estados Unidos que han existido durante más de dos siglos.
El Consejo Musulmán de Gran Bretaña quiere transformar los centros escolares del Reino Unido. |
El Consejo pretende crear un clima en los centros en el seno del cual los chavales musulmanes no hagan "suposiciones inapropiadas" de que "para progresar en la sociedad van a tener que comprometer o renunciar a facetas de su identidad y sus creencias y valores religiosos". Con vistas a este fin, el Consejo propone una sorprendente lista de cambios que alteran de forma fundamental la naturaleza de los centros británicos, convirtiéndolos en la práctica en instituciones de corte saudí. Algunas de sus sugerencias:
- Oraciones: Se proporcionarán (1) "botellas o botellines de agua" extra para lavarse antes de las oraciones e (2) instalaciones de oración, idealmente segregadas para chicos y chicas. Los centros también deben facilitar "un visitante externo, docente o antiguo alumno idóneo" para conducir el servicio de los viernes y leer el sermón.
- Aseos: Agua accesible en botellas o botellines a efectos de limpieza.
- Costumbres sociales: No se presionará para estrechar la mano a miembros del sexo opuesto, sean estudiantes o profesores.
- Calendario: Vacaciones para todos con motivo de las dos fiestas musulmanas importantes, los Eids.
- Festividades: Se implicará a los estudiantes no musulmanes y a sus padres en los rituales festivos islámicos. Durante el ramadán, por ejemplo, todos los alumnos, no sólo los musulmanes, deben celebrar "el espíritu de los valores del ramadán a través de ayunos colectivos, o montar estancias y servicios de Iftar colectivos (la ruptura del ayuno)".
- El ramadán: (1) No habrá exámenes durante este mes, "ya que la combinación de preparar los exámenes y ayunar puede demostrar ser problemática para algunos alumnos" y (2) no habrá clases de educación sexual, para respetar las escrituras contra el sexo en ese mes.
- Alimentación: Se proporcionará comida halal. Los estudiantes tendrán permiso para comer con su mano derecha.
- Vestimenta: Se permitirá la vestimenta del hijab y hasta el jilbab (una prenda larga hasta los tobillos). En las piscinas, los musulmanes deben llevar trajes de baño decentes (leotardos y leggings para las chicas, por ejemplo). Estarán permitidos los objetos islámicos.
- Barbas: El derecho de los estudiantes varones.
- Deporte: Se impondrá la segregación por sexos donde pueda haber contacto físico con otros compañeros de equipo, como en baloncesto o fútbol, o cuando se descubran partes del cuerpo, como en la natación.
- Vestuarios: Hacen falta duchas independientes, para que los musulmanes no sean sometidos a "la fuerte indignidad" de verse o ser vistos desnudos.
- Música: Debe limitarse a "la voz humana e instrumentos de percusión no modificables como el tambor".
- Baile: Excluido, a menos que se practique en un entorno segregado y no implique "connotaciones o mensajes sexuales".
- Formación docente y administrativa: La plantilla debe recibir "clases de sensibilización" islámica para que los centros "estén mejor informados y tengan una valoración mayor y más precisa de las necesidades de sus alumnos musulmanes".
- Arte: Los alumnos musulmanes están exentos de fabricar "figuras humanas tridimensionales".
- Formación religiosa: Las imágenes de cualquier profeta (Jesucristo incluido) están prohibidas.
- Formación lingüística: Debe facilitarse el árabe a todos los estudiantes musulmanes.
- Civilización islámica: (1) Se estudiará la contribución de los musulmanes a Europa en la historia, el arte, las matemáticas y las ciencias, y (2) se pondrá el acento en los aspectos comunes de las herencias islámica y europea.
Una respuesta al panfleto del Consejo Musulmán de Gran Bretaña. |
Reformar los centros es solamente un cambio de los incontables que se proyectan. Paso a paso, sección a sección, los islamistas desean imponerse a los pilares de la vida occidental inyectando en su educación, su vida cultural y sus instituciones un sistema islámico adjunto que se impone a las instituciones seculares, hasta formarse un orden islámico operativo. Ya hay en vigor algunos cambios y abarcan muchas facetas de la vida cotidiana. Unos cuantos ejemplos puntuales:
Los matrimonios polígamos están aceptados en determinadas circunstancias en el Reino Unido, Holanda, Bélgica, Italia, Australia y la provincia canadiense de Ontario. Las clases de natación sólo para mujeres se imparten en las piscinas municipales de Washington. Se ofrecen clases sólo para mujeres en el politécnico de Virginia, centro universitario que paga el contribuyente. Las mujeres pueden hacerse la foto del carné de conducir con hijab en tres estados norteamericanos. Si trabajan en IKEA o la policía de Londres, las mujeres pueden llevar hijabs de una pieza proporcionados por sus jefes.
Las huchas de cerdito han sido prohibidas como símbolo de ahorro en dos importantes instituciones bancarias británicas. "Cualquier objeto que entrañe material religioso contrario a la confesión islámica" puede no llegar a los efectivos destacados en Oriente Próximo a través del servicio estadounidense de correos. El personal médico no comerá ni beberá en presencia de pacientes o colegas musulmanes durante el mes del ramadán en un hospital escocés. El consistorio de Boston vendió terrenos a un precio inferior al de mercado para construir una institución islámica.
IKEA, la tienda de muebles, proporciona en Gran Bretaña hijabs de la casa a las empleadas. |
En perspectiva, las respuestas al decreto de Rushdie entre intelectuales y políticos en 1989 fueron notables por el apoyo al novelista en peligro, especialmente desde la izquierda. Los intelectuales de izquierdas fueron más dados a respaldarle (Susan Sontag: "nuestra integridad como nación corre el mismo peligro con un ataque a un escritor que a un petrolero") que los de derechas (Patrick Buchanan: "deberíamos olvidar esta novelita blasfema"). Pero los tiempos han cambiado: Paul Berman publicaba hace poco un libro, La fuga de los intelectuales, que critica a sus correligionarios progres (palabras de la cubierta) por haber "provocado un desastre en sus esfuerzos por afrontar las ideas y la violencia islamistas".
En aquel momento, François Mitterrand, el presidente socialista de Francia, llamó a las amenazas a Rushdie "un mal absoluto". El Partido de los Verdes alemán quiso romper todo acuerdo económico con Irán. Hans-Dietrich Genscher, ministro alemán de exteriores, suscribió una resolución de la Unión Europea apoyando a Rushdie "como señal que garantiza la preservación de la civilización y los valores humanos". El Senado norteamericano aprobó de forma unánime una resolución que declaraba su compromiso "con la protección del derecho de cualquiera a escribir, publicar, vender, comprar y leer libros sin miedo a la intimidación y la violencia", y condenaba la amenaza de Jomeini por ser "terrorismo de estado". Tales respuestas gubernamentales son inconcebibles en 2010.
Por cada ejercicio de libertad de expresión desde 1989, como las viñetas danesas de Mahoma o los estudios incondicionales del islam publicados por Prometheus Books, incontables legiones de escritores, editores e ilustradores se han abstenido de expresarse. Dos ejemplos: Paramount Pictures reemplazó a los terroristas de corte Hamás de la novela de Tom Clancy La suma de todos los miedos con neonazis europeos en su versión cinematográfica de la historia. Y Yale University Press publicó un libro de la crisis de las viñetas danesas sin permitir que las viñetas fueran reproducidas en el estudio.
El razonamiento de los que capitulan es tan anodino como decepcionante: "Esta decisión se basó únicamente en la preocupación por la seguridad pública"; "la seguridad y la integridad de nuestros clientes y nuestra plantilla es una prioridad principal"; "Siento verdadero miedo de que alguien me corte el cuello"; "Si dijera lo que pienso realmente del islam, no me quedaría en este mundo mucho tiempo"; y "Si esto sale mal, estaré escribiendo mi sentencia de muerte".
Los cambios acaecidos desde 1989 son producto principalmente de la proliferación de tres ismos: el multiculturalismo, el izquierdofascismo y el islamismo. El ánimo multicultural no considera ningún estilo de vida, sistema de creencias o filosofía política mejor ni peor que el resto. Igual que la cocina italiana o japonesa es deliciosa y alimenta en la misma medida, el ecologismo o la magia wicca ofrecen alternativas igualmente válidas a la civilización judeocristiana. ¿Por qué defender el estilo de vida de uno cuando no reviste ninguna ventaja sobre los demás?
Pero una vía es quizá peor: si el imperialismo occidental y la raza blanca contaminan el mundo, ¿quién quiere la civilización occidental? Un notable movimiento de izquierdofascistas, encabezados por Hugo Chávez, considera la influencia occidental, que llaman "El imperio", la principal amenaza al mundo, con Estados Unidos e Israel como principales delincuentes.
El islamismo ha prosperado de forma espectacular desde 1989, convirtiéndose en la forma más poderosa de utopismo radical, formando una alianza con la extrema izquierda, dominando las sociedades civiles, desafiando muchos gobiernos y reemplazando a otros, creando una avanzadilla en Occidente e impulsando inteligentemente su programa dentro de las instituciones internacionales.
El yin de la debilidad occidental, en resumen, se ha encontrado con el yang de la asertividad islamista. Los defensores de la civilización occidental han de combatir no sólo a los islamistas, sino también a los multiculturales que colaboran y a los izquierdistas que se alían con ellos.
D. Pipes (www.DanielPipes.org) es director del Middle East Forum y profesor externo Taube en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Dictó una versión anterior de este texto con motivo de la entrega de un galardón de la Sociedad Danesa por la Libertad de Expresión.
1 de octubre de 2010: Mucho ha sucedido después de que este artículo fuera impreso y antes de publicarse hoy. Para consultar los detalles, vea mi blog en la entrada "Últimas novedades de contravenir las Normas de Rushdie".
17 de septiembre de 2012: Rushdie esperó casi un cuarto de siglo para redactar sus experiencias al decreto de Jomeini. Curiosamente, sus más de 600 páginas de memorias, Joseph Anton, están escritas en tercera persona, como si Rushdie siguiera sin reconciliarse con su cambiada vida. Como aperitivo, he aquí el idiosincrático primer párrafo:
Después, cuando el mundo explotaba su alrededor y los pájaros de mal agüero se concentraban en la marquesina del recreo, se sintió molesto consigo mismo por olvidar el nombre de la periodista de la BBC, una mujer, que le había dicho que su vieja vida se había terminado y que estaba a punto de comenzar una nueva existencia más oscura. Ella le llamó a casa, por su línea privada, sin explicar cómo consiguió el número. "¿Qué se siente", le preguntó, "al saber que el ayatolá Jomeini te acaba de condenar a muerte?" Era un martes soleado en Londres pero la pregunta ocultó la luz. Esto es lo que dijo, sin saber realmente lo que decía: "No da buena espina". Esto es lo que pensaba: Soy hombre muerto. Se preguntó cuántas jornadas le quedarían, y pensó que la respuesta no pasaría probablemente de diez. Colgó el teléfono y bajó las escaleras de su despacho en lo alto del adosado de Islington en el que residía. Las ventanas del salón tenían contraventanas de madera, y absurdamente las volvió y cerró. Luego cerró la puerta principal.
También de interés es la confirmación por su parte de mis especulaciones en El asunto Rushdie al decir que sacó la idea del título estudiando el islam en la universidad: "Estaba en su segundo año de leer la historia en Cambridge cuando supo de los Versos satánicos".