El 1 de marzo de 1999, una audiencia federal de Brooklyn condenaba a un tal Ghazi Ibrahim Abú Maizar, oriundo de Hebrón, a cadena perpetua. Su delito: conspiración para utilizar armas de destrucción masiva, tenencia de arma de destrucción masiva y tenencia de arma de destrucción masiva en grado de amenaza. Aunque Abú Maizar no había causado heridas a nadie realmente, cuando la policía registró su apartamento el 31 de julio de 1997, halló abundantes pruebas de que el joven de 23 años de edad se disponía a detonar un artefacto casero más avanzada la jornada. Curiosamente, el fallo casi pasó desapercibido. En el New York Times, estaba recogido en la página 5 del segundo suplemento, en el faldón. No se redactaron editoriales, ningún político dejó constancia, no apareció ningún anuncio para manifestar alivio por haberse hecho justicia. Un intento frustrado de homicidio a gran escala cometido por un árabe en Nueva York no era, al parecer, noticia tan relevante.
Es muy desconcertante, y muy preocupante. Porque el delito de Abú Maizar no es, en la práctica, ningún fenómeno aislado. Tampoco producto de la enajenación personal simplemente, acto de un individuo frustrado con su situación que actúa en solitario castigando "al mundo". He aquí, íntegro con errores gramaticales y sintácticos, el extracto del escrito a máquina hallado por la policía en su apartamento. Titulado "En nombre de Dió [Dios]", se dirige "a los estados unidos de américa y la ciudadanía U.S.A.":
na die [nadie] puede gaar [ganar] la guera [guerra] contra el islam y combatimos… Estamos dispuestos a través de nuestras bumbas [bombas] dirigidas a quien niege [niegue] nuestros ojetivos [objetivos]… vamos a reucir [reducir] a escombros América y al esta[d]o judío... Nuestra petición dee [debe] ser cumplida por nuestros muyahidines [guerreros] preparados para atacar en todas partes a través de ellas [las] bumbas [bombas] suisidas [suicidas].
El escrito estaba firmado "Alljeihd [la yihad] de todo el movimiento agssa [al-Aqsa]".
Esto tampoco fue todo. A su detención, Abú Maizar dijo al agente del FBI que había decidido detonar el explosivo en una línea del metro que discurre desde el extremo norte de Manhattan hasta Coney Island por el mismo sur de Brooklyn, "porque allí un montón de judíos cogen el metro". En la propia vista, Abú Maizar informó el jurado de que quería causar daño a este país "porque opino que Estados Unidos apoya al estado judío y los Estados Unidos deben ser castigados por apoyar a Israel". Habló abiertamente de sus esperanzas de matar "a cuantos [judíos] pueda llevarme por delante… Siempre soñé con ser un mártir"; reconocía apoyar a Hamás, el grupo extremista palestino; y en su escrito repleto de errores exigía la puesta en libertad de varios fundamentalistas encarcelados en Estados Unidos. Cuando se leyó la sentencia de culpabilidad en la sala, se levantó de un salto, enarboló sobre su cabeza un ejemplar abierto del Corán, y gritó "¡Alaju Ajbar!" -- Dios es grande. En otras palabras, lejos de ser un desequilibrado que actúa en solitario, Abú Maizar representa a un movimiento muy grande -- el islam fundamentalista -- en cuyo nombre los musulmanes como él están dispuestos a cometer los actos más repulsivos de violencia, incluso renunciar a su propia vida, en una empresa encaminada a "castigar" a América y, sobre todo, asesinar a los judíos americanos.
El islam fundamentalista (o islamismo, como se le llama cada vez más y más propiamente) convierte la religión tradicional del islam en una ideología radical al estilo del siglo XX. Al igual que las anteriores referencias -- el fascismo, el marxismo-leninismo -- pretende construir la sociedad justa obligando a la vida humana a obedecer un plan totalitario preconcebido. Este totalitarismo de corte islámico sostiene que si los musulmanes vivieran en estricto cumplimiento de la ley sagrada de su confesión, la sharía, recuperarían la riqueza y la fortaleza que albergaban en el apogeo del islam durante la Edad Media.
Los judíos entran, junto a "imperialistas" británicos y norteamericanos, como principal obstáculo percibido al cumplimiento de esta visión utópica. Según la visión fundamentalista, los judíos de todas partes no han escatimado esfuerzos en su empresa de dominar el mundo y los países musulmanes en especial. Cualquier presunto enemigo del islam, desde Atatürk a Madonna pasando por el Estado Mayor de los Estados Unidos, es invención de la comunidad judía global. Si la amenaza que plantea este supuesto ataque al islam ha de ser eliminada para siempre, una guerra no menos inclemente contra los judíos es necesidad urgente, y el deber de cualquier musulmán.
En su obsesión con los judíos, el islam fundamentalista confirma su parecido estructural con cualquier otra ideología totalitaria relevante de nuestro siglo (como señaló hace tiempo Hannah Arendt, el antisemitismo es intrínseco del Nazismo y el Comunismo soviético en la misma medida). En un sentido, sin embargo, va más allá de sus precursores. Nazis y comunistas nunca tuvieron la audacia de emigrar en gran número de sus países natales a Estados Unidos; mucho menos esperaban encontrar un apoyo sustancial entre los americanos. Pero eso es justamente lo que han hecho el islam fundamentalista y su extraño compañero de viaje, la secta Nation of Islam -- amalgama de elementos islámicos y nacionalistas negros, entre otros. A diferencia de los Camisas Pardas y los Comunistas de los años 30, los musulmanes que odian a Estados Unidos y en especial a los judíos que residen ahí, están creciendo tanto en número como en alcance dentro de nuestras fronteras, al disfrutar de las garantías reconocidas por el estado de derecho y la tolerancia de una sociedad benevolente y plural.
Constituye un hecho afortunado que tales musulmanes no representen a todos los musulmanes de Estados Unidos. Los hay que, en la práctica, se oponen a la demonización de los judíos, sea activa o pasivamente. Muchas organizaciones musulmanas de referencia, con independencia de su verdadera intención, ponen atención en público para evitar la acusación de antisemitismo. Por contra, sus portavoces participan con regularidad en "diálogos" con líderes judíos, o forman parte de iniciativas como la Mesa Redonda de Detroit, una rama de la Conferencia Nacional de Cristianos y Judíos dedicada a acercar a judíos y musulmanes. Yendo más allá, otros han sentado vínculos de cooperación con judíos (y cristianos) estadounidenses en torno a motivos de inquietud común. De esta forma, en Washington, D.C., un destacado imán se unía en 1980 a líderes cristianos y judíos para tumbar una propuesta legislativa que regularizaba el juego, y los musulmanes han trabajado con judíos de forma parecida en cuestiones relacionadas con la educación infantil y las hostilidades bélicas. Unas cuantas almas valientes -- la más notable W. Deen Mohammed, referencia entre los conversos negros al islam convencional -- también han plantado cara a los musulmanes que atacan a los judíos.
Tanto la comunidad judía como la islámica se benefician de tales conexiones. Los judíos ganan aliados, los musulmanes posición. Para los elementos más tradicionalistas de ambas minorías, además, está el atractivo añadido de formar un frente mayor contra lo que se considera "el caos y los males" de la sociedad norteamericana contemporánea, utilizando las palabras de Robert Crane, destacado converso norteamericano al islam que quiere que los musulmanes "trabajen con los tradicionalistas de mentalidad parecida de las demás confesiones de América" con el fin de "completar la Revolución Americana".
Pero, siendo sinceros, estas posturas positivas son con mucho la excepción. La norma, en lo que a los judíos se refiere por lo menos, es la opuesta. En multitudinarias convenciones cerradas a prensa y opinión pública y en intervenciones y publicaciones que tienden a difundirse en idiomas históricos musulmanes en lugar del cristiano, casi toda organización musulmana de Estados Unidos -- incluyendo categóricamente a las que mantienen unas formas en público y en inglés -- vomita un antisemitismo virulento y flagrante, una andanada de prejuicios, calumnias y fanatismo conspirativo de un tipo que por lo demás venía brillando por su ausencia en el discurso público estadounidense.
Puesto que los grupos islámicos de referencia en Estados Unidos mantienen contactos regulares con organizaciones de Oriente Próximo como Hamás, la Yihad Islámica o Hezbolá, puede que no sorprenda que la retórica de los segundos, repleta de discursos de matar judíos y celebrar actos de violencia, encuentre repercusión aquí en la misma medida. En un irónico eco de las temáticas más antiguas del antisemitismo cristiano, los relatos medievales de judíos que utilizan la sangre de gentiles en rituales de Pascua están hoy extendidos entre la comunidad musulmana norteamericana. Éstos se difunden junto a los mitos del siglo XIX de dominio mundial judío y las fantasías de venganza y exterminio físico ("Oh musulmán, sirviente de Dios, hay un judío detrás de mí, ven y mátalo"), formuladas a menudo en términos que recuerdan a los insultos raciales Nazis ("hijos de los cerdos y los monos y adoradores del mal"). El discurso de combates decisivos y sangrientos contra los judíos es rutinario, abiertamente desde grupos fundamentalistas como la Asociación Islámica por Palestina o desde colectivos moderados en apariencia como el Consejo de Relaciones Islámico-Norteamericanas, que se cuidan de difundir condenas abstractas proforma del "terrorismo". Los segundos en particular han difundido comunicados de Hamás instando a matar judíos, y los grupos musulmanes norteamericanos han producido vídeos de instrucción para Hamás y reclutado miembros en su nombre.
Además de reproducir artículos y libros y reciclar la retórica del Oriente Próximo fundamentalista, los colectivos islámicos también invitan a oradores fundamentalistas del extranjero a intervenir en sus multitudinarias convenciones celebradas en hoteles del centro de ciudades como Chicago u Oklahoma City. (La conferencia anual de la Sociedad Islámica de Norteamérica, por ejemplo, atrae a unos 15.000 participantes). En una de esas concentraciones celebrada en Kansas City en 1989, Yusuf al-Qardawi, afincado en Qatar y uno de los teólogos islámicos más destacados hoy, dijo a su audiencia (en árabe): "En la hora del juicio, los musulmanes lucharán contra los judíos y los matarán". En 1991, un líder de la Yihad Islámica, 'Abd al-'Aziz 'Uda, aseguró a los presentes en un encuentro del Grupo Islámico Norteamericano (AIG) que los judíos "sólo entienden un idioma: el idioma de la yihad, y el idioma de la confrontación, y el idioma del sacrificio".
En un suceso particularmente espinoso acaecido en diciembre de 1994, Bassam Alamoush, destacado fundamentalista jordano, inició su charla en árabe ante la Asociación Juvenil Árabe Musulmana de Chicago con una anécdota: "Alguien se me acercó en la mezquita [de Ammán] y me preguntó: 'Si veo un judío por la calle, ¿debo matarle?'" A partir de una grabación que obra en su poder, Steven Emerson, reconocida autoridad en el terrorismo internacional, describe lo que sucedió a continuación:
Tras hacer una pausa un momento con rostro de confusión, Alamoush respondió a la pregunta ante una muchedumbre que se reía: "Tú mismo. Cuando lo hayas matado, ven y cuéntamelo. ¿Qué esperas de mí, una fatua [sentencia vinculante]? En realidad, las buenas obras no precisan de una". Más avanzada la intervención, Alamoush fue interrumpido por un ayudante con la nota "Buenas noticias operación suicida en Jerusalén" que había costado la vida a tres personas. Aplausos atronadores acompañaron a su anuncio.
No puede enfatizarse lo suficiente que los grupos y organizaciones islámicos que patrocinan tales actos y que diseminan tales materiales no son marginales sino que son convencionales, donde, ocultando su verdadera identidad, logran hacerse pasar por moderados; el director del Consejo de Relaciones Islámico-Norteamericanas, por ejemplo, ha asistido a ceremonias oficiales en la Casa Blanca. Con independencia de lo amplio del abanico de opiniones presente en la comunidad musulmana en general (al igual que sus correligionarios de otros lados, los musulmanes en Estados Unidos desposan evidentemente un amplio abanico de perspectivas), el hecho es que casi toda institución relevante, así como una proporción sustancial y quizá creciente de mezquitas locales, semanarios y organizaciones comunitarias, están al servicio de los fundamentalistas.
Uno de los pocos líderes no fundamentalistas de este país, Mohamed Hisham Kabbani, advirtió a principios de 1999 al Departamento de Estado que los extremistas se habían hecho "con más del 80 por ciento de las mezquitas" en Estados Unidos. (Como confirmación de este dato, Kabbani fue demonizado por sus comentarios en unos términos que lindan con la amenaza). Lo que significa esto es que, en acusado contraste con países como Turquía o Egipto, donde tiene lugar un vivo debate entre moderados y fundamentalistas, aquí, en el país de los libres, la mayoría moderada apenas tiene voz.
¿Qué explica la práctica hegemonía de la que disfrutan los fundamentalistas? En parte, es consecuencia de la financiación que proporcionan gobiernos de Oriente Medio -- Irán, Arabia Saudí, Libia; estos regímenes, según el cálculo (hiperbólico quizá) de Kabbani, habrían canalizado "miles de millones de dólares" al activismo fundamentalista. Asimismo, además, los fundamentalistas están muy motivados y muy centrados, mientras los moderados por definición tienden a estarlo menos y también están menos implicados en actividades islámicas en general.
Por último, Estados Unidos ejerce un atractivo perversamente magnético sobre los fundamentalistas. Despreciados a menudo en sus países de origen, han encontrado asilo en una sociedad que les ofrece comunicaciones y transportes excelentes, rebosante de dinero y cuyas instancias de orden público siguen dispensando a sus actividades un trato benigno negligente. ¿Qué mejor lugar que Los Ángeles para difundir la confesión, que Chicago para sacar una fortuna para la causa, o que Jersey City para conspirar?
Esto nos lleva al fenómeno independiente pero afín de la secta Nation of Islam -- complemento para las organizaciones bajo control de los fundamentalistas inspirados por Oriente Próximo. En esto es necesario algún dato demográfico. De la población musulmana total presente en este país -- estimada de forma convencional pero nada científica en seis millones de habitantes -- alrededor de las tres cuartas partes son inmigrantes, procedentes en su mayoría de Oriente Medio y el subcontinente hindú, y su descendencia. Eso deja otro 25 por ciento que son conversos, de los cuales la mayoría son afroamericanos. Entre éstos, la gran mayoría practica una forma de islam tradicional, al tiempo que una cifra muy reducida -- 20.000 a lo mejor -- son fieles de la secta Nation of Islam (NoI).
A pesar de su tamaño relativamente minúsculo, la Nation of Islam reviste una relevancia cardinal. Casi todos los estadounidenses negros conversos al islam, con independencia del lugar del espectro religioso-nacional en el que puedan acabar eventualmente, han tenido en algún momento u otro alguna relación con esta organización o con alguno de los múltiples movimientos del ramo. Además, la secta tiene un seguimiento sustancial entre los negros norteamericanos, que se ven atraídos por sus enseñanzas pero que todavía no están preparados para dar el enorme paso de abandonar el cristianismo.
La secta Nation of Islam comenzó su existencia aislada de Oriente Medio y su variante vehemente de antisemitismo. Durante el largo reinado de Elías Mohammed (1934-75), las relaciones con los judíos fueron variables. Aunque odiaba a los blancos, Elías Mohammed no tenían ningún agravio particular contra los judíos. "Judíos y musulmanes", escribió en una ocasión, "siempre han podido zanjar sus diferencias mejor que cristianos y musulmanes… el judío estadounidense y el negro americano pueden encontrar todavía alguna manera de establecer una relación independiente del resto del mundo". Aun así, Elías Mohammed también fue capaz de convertir a los judíos en un símbolo contundente de su archienemigo; Israel, afirma en su Historia de la Nation of Islam, es "el conjunto de la raza blanca".
Tras un breve paréntesis a la muerte de Elías Mohammed en 1975, Louis Farraján reanimó la secta bajo su liderazgo; para entonces, se habían mantenido contactos con Oriente Próximo, fuera a través de visitas de fieles de la secta o mediante una entrada creciente de inmigrantes en Estados Unidos. Desde entonces, el antisemitismo se ha convertido en una temática central, obsesiva incluso. Hacia 1984, en la práctica, Farraján y su organización se habían convertido en los impulsores más evidentes del antisemitismo en Estados Unidos.
La secta Nation of Islam proporciona abiertamente Los protocolos de los sabios de Sión, la célebre falsificación antisemita nacida al filo del siglo XX, y Farraján detalla con regularidad su contenido, pidiendo cuentas a los judíos tanto por el capitalismo como por el comunismo, por las dos guerras mundiales, por la industria del celuloide y por la deuda pública norteamericana. Acusa a los judíos de dominar la política norteamericana ("todos los Presidentes están controlados por los judíos desde 1932") y los medios convencionales ("cualquier cabecera que se negara a capitular a las informaciones controladas era obligada retirando la publicidad. En caso de fallar esto, los judíos detenían el abastecimiento del papel y la tinta"). Para Farraján, los judíos son "el pueblo más organizado, rico y poderoso, no sólo en América sino en el mundo". De hecho, ha afirmado que "el 85 por ciento de las masas de gente de la tierra son víctimas" de los judíos.
Si bien se trata de viejos discursos, Farraján también ha manifestado la imaginación de inventar nuevos. Su principal invención es que los judíos fueron los principales responsables del comercio trasatlántico de esclavos -- cosa que, afirma él, costó la vida a 100 millones de africanos. El "Departamento de Documentación Histórica" de su organización ha llegado a realizar originales estudios pseudo-académicos, publicando en 1991 un volumen titulado La secreta relación entre los negros y los judíos, que pretende demostrar que los judíos tomaron la iniciativa de capturar a los africanos negros, llevarlos a América y prolongar su esclavitud en el Sur. Estas ideas se han vuelto tan influyentes en los círculos negros norteamericanos y en ciertos centros universitarios que académicos destacados en la materia se han visto obligados a publicar extensas refutaciones literarias.
Volviendo a tiempos más recientes, Farraján también culpa a "los vampiros" judíos de interponerse al progreso de los negros. La participación activa y muy documentada de los judíos en el movimiento de los derechos civiles la desprecia por ser una conspiración interesada: al ayudar a integrar a los negros en la sociedad norteamericana, los judíos, acusa, pretendían en realidad destruir las instituciones económicas negras autónomas alumbradas por las leyes de la segregación, con el fin de volverlas contra ellos mismos. Lo que es peor, al alentar a los negros a trabajar dentro del sistema, los judíos les impedían evadir las cadenas de la supremacía blanca. Por si todo esto no fuera suficiente, los judíos también inocularon el virus del SIDA a los recién nacidos negros y están conspirando "contra nosotros incluso mientras hablamos".
Para combatir esta presunta conspiración, Farraján y sus subalternos y acólitos, que repiten y maquillan estas temáticas sin cesar, han vertido agresivas amenazas. En un publicitado discurso, Farraján se refirió a Adolfo Hitler como "un caballero muy grande". Hace años advirtió a los judíos americanos: "Si causáis perjuicio a Jesse Jackson, en el nombre de Alá, será el último al que perjudiquéis". Y con respecto a sí mismo ha utilizado casi las mismas palabras: "Si os levantáis para matarme… todos perderéis la vida directamente".
Hasta la fecha, estas amenazas han sido verbales casi por completo. De hecho, se podría decir que en el islam norteamericano reina una eficaz división del trabajo. Mientras la secta Nation of Islam se ha convertido en la principal fuente nacional de retórica anti-judíos, el islam convencional, aun presentando un rostro público mucho más afable, cuenta con el monopolio casi completo de la violencia anti-judíos. En combinación, los dos disfrutan de un éxito que sobrepasa el de cualquier otro posible rival en el panorama estadounidense.
A diferencia de la secta Nation of Islam, el grupo de presión antisemita Liberty Lobby no puede concentrar a miles para asistir a las arengas de su secretario, ni reunir a cientos de miles en el Mall de Washington. El Ku Klux Klan no puede compartir el escenario con el alcalde (judío) de Filadelfia. Los milicianos de Oklahoma o Montana no pueden montar fuerzas paramilitares a jornada completa en docenas de ubicaciones, y mucho menos obtener partidas federales para subvencionar estos efectivos. (Las ramas comerciales de los Frutos del Islam, brazo paramilitar de la secta Nation of Islam, han obtenido contratas para vigilar zonas delictivas en varios estados). El grupo Poder del Condado no dispone de recursos para montar un "Departamento de Documentación Histórica" que produzca una versión conspirativa de, pongamos, el régimen fiscal estadounidense. El colectivo Nación Aria no puede encontrar un patrono extranjero como el libio Muamar Gadafi, que ha ofrecido 1.000 millones de dólares a la secta Nation of Islam.
Mismo caso de la violencia física contra judíos. Los fanáticos nacionales de la extrema derecha pueden reivindicar el asesinato en junio de 1984 de Alan Berg, un locutor judío de Denver. En contraste, los ataques obra de musulmanes convencionales, relacionados en su mayoría con la comunidad inmigrante, han incluido una larga lista de episodios relevantes (así como muchos de menor importancia, como la serie de ataques a las sinagogas del municipio de Chicago). Algunos casos:
- Marzo de 1977 Musulmanes de la escuela hanafi de jurisprudencia islámica secuestran tres inmuebles de Washington, incluida la sede de la organización B'nai B'rith, y hacen rehenes durante 39 horas, causando un muerto y un herido grave.
- Noviembre de 1990: El Sayyid Nosair mata al rabino Meir Kahane en un hotel de Nueva York.
- Febrero de 1993: durante el atentado del World Trade Center en Nueva York, que se cobró siete vidas e hirió a más de un millar de personas, Ramzi Yusuf, cerebro de la operación, declaró las torres objetivo militar y no civil en virtud del hecho de que podrían albergar "una autoridad sionista".
- Junio de 1993: Durante una "jornada de terror" frustrada, el complejo de las Naciones Unidas y los túneles de Lincoln y Holland, entre otros enclaves neoyorquinos, serían destruidos simultáneamente. "¡Y bam! Ventanas rotas. Judíos por la calle", es como describía la casquería que se iba a causar uno de los conspiradores.
- Marzo de 1994: Rashid Baz, inmigrante palestino, abre fuego contra una camioneta que transportaba a menores judíos ortodoxos por el Puente de Brooklyn, asesinando a Ari Halberstam, de 16 años.
- Julio de 1997: 'Alí Hasán Abú Kamal, palestino de 69 años, dispara a siete turistas en la azotea del Empire State, matando a uno e hiriendo gravemente a otro; en su nota de suicidio, acusa a Estados Unidos de utilizar a Israel como "instrumento" contra los palestinos.
Es en esta lista que la detonación frustrada de un explosivo casero en el metro de Nueva York por parte de Ghazi Ibrahim Abú Maizar en julio de 1997 ocupa su lugar idóneo.
Los judíos americanos no son el único objetivo de la violencia islamista en Occidente: el mismo patrón puede percibirse en Europa y en otras partes. Así, entre 1995 y 1996, según Anti-Semitism Worldwide, el estudio anual que publica la Liga Antidifamación, mientras los derechistas europeos seguían hostigando a los judíos y saqueando propiedades judías, "los ataques violentos con intención de causar daños personales fueron autoría en la mayoría de los casos de fundamentalistas musulmanes". El único atentado terrorista antisemita registrado en Europa durante 1995 -- el explosivo desarticulado contra una escuela judía cerca de Lyons, Francia -- no fue obra de cabezas rapadas sino de un grupo fundamentalista argelino. Lo mismo puede decirse de los atentados de la embajada israelí y el centro de la comunidad judía en Buenos Aires, Argentina, en 1992, en el cual 29 personas perdieron la vida, y de actos similares en Sudáfrica.
La idea es ésta: en el mundo actual, y salvo excepciones (Rusia en especial), el antisemitismo achacado a los cristianos puede relegarse a elementos marginales en cualquier parte y va en declive; ha sido desechado de las enseñanzas de confesiones asentadas y denunciado por los líderes políticos. Pero si las tendencias en las sociedades cristianas van en una dirección, en las sociedades musulmanas de todo el orbe van en dirección contraria. Allí, lejos de ser un fenómeno marginal, el antisemitismo político e ideológico es divisa corriente -- entre autoridades, jefes de estado, formaciones políticas, poderosos grupos de la oposición, cabeceras convencionales e intelectuales de referencia por igual.
Lo que históricamente fue un fenómeno cristiano, en otras palabras, es hoy mayoritariamente un fenómeno musulmán. Si el antisemitismo cristiano es cada vez más un problema del pasado, el antisemitismo musulmán es un problema actual, y futuro.
Pero eso nos lleva a donde empezamos, dado que en Estados Unidos nada de esto se desprende de la respuesta al antisemitismo musulmán de la prensa, de la mayoría de los estudiosos o incluso de la comunidad judía organizada. En Buscando a Farraján (1997), una voluminosa iniciativa encaminada a comprender al líder de la secta Nation of Islam, Florence Hamlish Levinsohn explica su antisemitismo en términos exclusivos de sus orígenes cristianos, sin decir una palabra de su componente islámico. La Liga Antidifamación, aun encabezando valientemente la lucha contra el racismo antijudíos de Farraján, evita con asiduidad mencionar su contexto religioso. Lo peor de todo es que muchas organizaciones judías norteamericanas siguen dedicando considerables recursos y energías a cargar contra "la derecha cristiana", mientras ignoran prácticamente el ascenso del fascismo islamista.
Pero con independencia de la opinión de las causas predilectas de la derecha cristiana -- ayudas a la educación, oraciones en la escuela, exhibición de símbolos religiosos en lugares públicos, hasta anulación de la sentencia abortista Roe contra Wade -- difícilmente constituyen la amenaza más grave a la seguridad de los judíos en Estados Unidos hoy. El peligro real y presente no es en absoluto la Coalición Cristiana proisraelí, sino la rabiosamente antisemita Asociación Juvenil Árabe Musulmana; no es el evangelista Jerry Falwell sino el jeque Omar Abdel Rajmán; no son los que, como mucho, aspiran a convertir a los judíos, sino los que tienen intención de, utilizando todos los medios a su disposición, causar daño a su integridad física, los que ya han actuado con intención violenta y los que volverán a hacerlo de nuevo de salir airosos.
Musulmanes en América
Cartas al director
Revista Commentary
Septiembre de 1999
AL DIRECTOR:
Si bien hace unos cuantos comentarios de pasada acerca del islam convencional, Daniel Pipes ["Musulmanes de América contra judíos de América", número de mayo] insinúa que los musulmanes son un bloque único, intrínsecamente antisemita y dirigido por el odio. Esto es ofensivo para la sensibilidad musulmana y contribuye a la demonización de los musulmanes.
Hay grupos extremistas en todas las religiones, pero no se debe generalizar a partir de estos casos. Después de todo, muchos judíos expulsados de España emigraron al imperio otomano, donde fueron acogidos, protegidos y nunca obligados a convertirse. La moderna República turca ha continuado con esta tradición islámica de pluralismo religioso. Cientos de judíos que huían de la opresión Nazi encontraron en Turquía una postura tolerante, y hoy judíos y cristianos son ciudadanos iguales a los turcos musulmanes y triunfan en la industria y el comercio.
No hay que equiparar el nacionalismo árabe fanático con el propio islam. El uso del discurso religioso y las imágenes sagradas para sustentar crímenes violentos puede hallarse en todas las religiones, pero eso no convierte en extremistas a sus fieles.
TALIP KUÇUKCAN
Centro de Estudios Islámicos
Estambul, Turquía
AL DIRECTOR:
Felicidades a Daniel Pipes por su trabajo acerca de la desproporcionada influencia de los extremistas sobre la comunidad musulmana norteamericana. Haría una corrección menor pero significativa. D. Pipes presentó parte del escrito mal redactado hallado en el apartamento del terrorista Abú Maizar en 1997 de esta forma: "Alljeihd [la yihad] del movimiento de todos los tempos [tiempos]". Estoy convencido, sin embargo, de que el nombre correcto del movimiento es "Yihad por Al-Aqsa" - es decir, movimiento contra las presuntas amenazas judías a la seguridad de la mezquita de al-Aqsa en Jerusalén.
A nivel general, diría que D. Pipes no ha distinguido adecuadamente entre el islam árabe en Estados Unidos, totalmente dominado por la mentalidad extremista, y el islam no árabe en Estados Unidos. Esta diferenciación se ha visto dramáticamente ilustrada por las diversas respuestas a la intervención OTAN-EEUU en Kosovo. Numerosos activistas árabes se unieron al coro de ataques a la intervención, hablando de un programa secreto de la OTAN, identificando a Serbia con Israel, tratando de censurar el conocimiento musulmán del diálogo israelí con los refugiados albano kosovares y, en muchos casos, asistiendo a las manifestaciones contra la OTAN. En contraste, los musulmanes originarios de Pakistán y el subcontinente asiático en América se unieron a sus correligionarios de los Balcanes para apoyar los objetivos básicos, por no decir los detalles, de la intervención y acudiendo a asistir a las víctimas.
STEPHEN SCHWARTZ
San Francisco Chronicle
San Francisco, California
DANIEL PIPES escribe:
Talip Kuçukcan me acusa de creer que "los musulmanes son un bloque único". En absoluto. Si se molestara en volver a examinar artículo, repararía en esta oración: "Constituye un hecho afortunado que los musulmanes [radicales] no representen a todos los musulmanes de Estados Unidos", acompañada de dos párrafos de debate de los musulmanes moderados. Soy muy consciente de que los musulmanes moderados tienden a ser pasados por alto, y sí hago lo posible por argumentar en su nombre. En cuanto a que los turcos son diferentes, estoy de acuerdo. De nuevo, D. Kuçukcan debería de examinar detenidamente el artículo que, tras entrar en el debate parcial en Estados Unidos dominado por los islamistas, prosigue: "En acusado contraste con países como Turquía o Egipto, donde tiene lugar un vivo debate entre moderados y fundamentalistas, aquí, en el país de los libres, la mayoría moderada apenas tiene voz".
Agradezco a Stephen Schwartz sus amables palabras y acepto su sugerencia a tenor de "la yihad por Al-Aqsa". Su diferenciación entre la política de los arabeparlantes y los no arabeparlantes en Estados Unidos es interesante. Un par de ideas por alusiones.
- Los árabes, en realidad, no están "totalmente dominados por la mentalidad extremista". Por poner unos cuantos ejemplos destacados, Mohamed Hisham Kabbani, principal figura antiislamista que cito en mi artículo, es de origen libanés, al igual que Riad Nachef, de la Asociación de Proyectos Islámicos de Caridad, al tiempo que el difunto Saif al-Ashmawy, de Voz de Paz, era oriundo de Egipto.
- Por otra parte, iraníes y paquistaníes, por poner dos colectivos de no árabes, tienen igual de generalizada por lo menos la mentalidad conspirativa y antisemita que, pongamos, tunecinos y kuwaitíes. El único grupo étnico que realmente destaca por diferente, diría como gesto a D. Kuçukcan, son los turcos, menos desconfiados de Estados Unidos, más seculares y característicamente más moderados a nivel político que el resto de los musulmanes.
Dicho esto, también tiene cierta verdad la observación de D. Schwartz de que los árabes en Estados Unidos han tendido de forma desproporcionada al uso de la violencia. Aunque varios conversos negros paquistaníes y estadounidenses al islam fueron condenados en el proceso del World Trade Center y la acusación contra Osama bin Laden, la aplastante mayoría de los implicados eran árabes. Además, mientras que los grupos paquistaníes como la Jamaëat-i Islami son radicales, son notoriamente menos violentos que Hezbolá, Hamás o el egipcio Jamëat al-Islamiya.
Sello de Malcolm X, puesto en circulación en enero de 1999. |
22 de diciembre de 2011: El Grupo de Inteligencia de la Policía de Nueva York concluye que, desde 1992, 8 de las 18 conspiraciones terroristas contra el municipio atentaban contra instituciones judías o particulares judíos.