El martes, un tribunal federal de Nueva York dictaminó un veredicto de culpabilidad para los cuatro imputados acusados de planear los atentados terroristas, hace tres años, de las embajadas norteamericanas de Kenia y Tanzania. El exitoso procesamiento de estos asesinos representa una gran victoria para Estados Unidos, para el principio de la justicia, y para el mandato de la ley. Todos estamos en deuda con estos fiscales capaces y valientes.
Rango Operativo
Desafortunadamente, el juicio no hace casi nada por mejorar la seguridad de los norteamericanos. El grupo Qaeda, dirigido por el notorio Osama bin Laden, que perpetró las masacres en el este de África, apenas notará la pérdida de cuatro operativos. De hecho, la información reciente muestra que Al-Qaeda no sólo está planeando nuevos atentados en Estados Unidos sino que también extiende su rango operativo a países como Jordania o Israel.
En Israel, por ejemplo, bin Laden ha comenzado a desarrollar una red entre los terroristas de la organización Hamas. El año pasado, Israel arrestó a un miembro de Hamas llamado Nabil Aukel, que fue entrenado en Pakistán y después desplazado a Afganistán y Cachemira para poner en práctica ese entrenamiento. Volvió a Israel con dotes bien formadas en la detonación remota de bombas utilizando teléfonos móviles, y se detalló haber perpetrado atentados en Israel.
Quizá la verdadera importancia del juicio de Nueva York no resida en los veredictos de culpabilidad, sino en la extraordinaria información hecha pública a través de las sesiones de la corte y procedimientos penales. Esto nos ha dado una visión exhaustiva del mundo de sombras de Al-Qaeda - que nunca se habría conocido a través de los medios de comunicación, dado que apenas se difundió esta información. Las decenas de miles de páginas de las transcripciones del juicio proporcionan una imagen completa y reveladora de Al-Qaeda, mostrando que es la organización terrorista más letal de todo el mundo.
Ilustran que Al-Qaeda ve a Occidente en general, y a Estados Unidos en particular, como el principal enemigo del islam. Inspirados por su victoria sobre la Unión Soviética en Afganistán en los 80, los líderes de Al-Qaeda aspiran a una victoria similar sobre América, esperando traer aquí en última instancia el mandato islamista. Para este fin, se implicaron en múltiples atentados contra objetivos norteamericanos de 1993 a 1998. Una información chocante que salió del juicio es la posible conexión de bin Laden con el atentado contra el World Trade Center de Nueva York en 1993. Un manual terrorista presentado como prueba era sólo una versión actualizada de un manual previo encontrado en posesión de los acusados del World Trade Center.
Las pruebas del tribunal muestran cómo Al-Qaeda es una organización paraguas que cubre un amplio abanico de grupos islamistas, incluyendo Hezbolá (el Líbano), la Jihad Islámica (Egipto), el Grupo Islámico Armado (Argelia), así como una plétora de iraquíes, sudaneses, pakistaníes, afganos y jordanos. Cada uno de estos grupos que la constituyen tiene capacidad para llevar a cabo su propio reclutamiento y operaciones independientes.
Los grupos se coordinan a través del "Consejo de la Shura" de Al-Qaeda, una especie de junta directiva que incluye a representantes de los diversos grupos. Los grupos se reúnen regularmente en Afganistán para revisar y aprobar las operaciones propuestas. La mayor parte de ellos ha mantenido relaciones cercanas entre sí desde el fin de la guerra de Afganistán contra los soviéticos. Se conocen bien unos a otros y trabajan juntos eficazmente.
Del juicio sabemos que cuando las operaciones en un lugar son frustradas, el resto de los soldados de la red continúa adelante, virtualmente indemnes. Incluso si el propio bin Ladin fuera asesinado, esta red islamista sobreviviría y continuaría expandiéndose, sostenida por su adhesión ideológica. El islamismo es el pegamento que mantiene unidos y exaltados a estos grupos.
Los documentos del tribunal también revelaron que aunque bin Laden ha tenido un papel capital en la formulación y financiación de Al-Qaeda, la organización sí que depende fuertemente del patrocinio estatal. Por ejemplo, el presidente sudanés en persona, Omar Bashir, autorizó las actividades de Al-Qaeda en su país y le concedió especial autoridad para evitar que pagara impuestos o aranceles de importación. Más notablemente, declaró exenta a la organización de las fuerzas del orden locales. Funcionarios del gobierno iraní ayudaron a montar el entrenamiento en armamento avanzado y explosivos para el personal de Al-Qaeda en el Líbano, donde aprendieron, por ejemplo, cómo destruir edificios grandes.
Quizá las revelaciones más desconcertantes del juicio sean las referentes a la penetración de Al-Qaeda en Occidente. Por ejemplo, su proveedor de materiales tales como gafas de visión nocturna, equipo de construcción, teléfonos móviles, y teléfonos vía satélite se basaba principalmente en Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Dinamarca, Bosnia y Croacia. Los productos químicos adquiridos para ser utilizados en la fabricación de armamento químico llegaron de la República Checa.
En las normalmente largas esperas entre atentados terroristas, las organizaciones parte de Al-Qaeda mantuvieron la disponibilidad operacional actuando bajo el disfraz de compañías tapadera de negocios y organizaciones de caridad religiosa sin ánimo de lucro exentas de impuestos. Estas organizaciones no gubernamentales, muchas de las cuales aún operan, tienen base principalmente en Estados Unidos y Gran Bretaña, así como en Oriente Medio. La Sociedad de Caridad de Qatar, por ejemplo, ha servido como uno de los bancos de facto de bin Laden para recaudar y transferir fondos.
Osama bin Laden también montó un sistema de células estrechamente organizadas en una lista de ciudades norteamericanas, que incluye Brooklyn, N.Y.; Orlando, Fla.; Dalas; Santa Clara, Calif.; Columbia, Mo., y Herndon, Va.
Se deducen varias conclusiones de esta información.
Primero, no deberíamos pensar en Al-Qaeda como en una organización dominada por un hombre, sino como una "Internet" islamista global con terminales y puntos de acceso por todo el mundo.
Segundo, Al-Qaeda tiene un alcance operacional de amplitud mundial. Vale la pena notar especialmente su éxito en Estados Unidos y Europa, donde recluta principalmente (como mostró este juicio) inmigrantes musulmanes. Las implicaciones legales de este hecho son tan serias como delicadas. Claramente, ésta es un área novedosa e importante en la que las fuerzas del orden deben actuar.
Concepto más general
Finalmente, este juicio demuestra que los juicios, por sí solos, no son suficiente. Al conceptualizar el problema de Al-Qaeda únicamente en términos de fuerzas del orden, el gobierno norteamericano se queda corto: Sí, los operativos se implican en crímenes, pero es mejor pensar en ellos como soldados, no como criminales. Luchar contra Al-Qaeda y otros grupos terroristas exige comprender que ellos (junto con algunos estados) han declarado una guerra silenciosa contra Estados Unidos; a cambio, tenemos que luchar contra ellos como lo haríamos en una guerra.
Ver los actos de terrorismo como batallas, no como crímenes, mejora el enfoque norteamericano sobre este problema. Significa que, al igual que en una guerra convencional, las fuerzas armadas de América, no sus policías y abogados, son desplegadas principalmente para proteger americanos. En vez de llevar operativos de bajo nivel ante los juzgados norteamericanos, el ejército nos defenderá a ultramar. Si un autor material no es conocido con precisión, aquellos que se sabe que protegen a terroristas serán castigados. De esta manera, los gobiernos y organizaciones que apoyan el terrorismo pagarán el precio, no solamente los individuos que lo perpetran. Así, los norteamericanos también ganarán una seguridad que en el presente les es esquiva, sin importar cuántas victorias de tribunal de alto nivel ganen los fiscales.