"Que nadie se lleve a error: Los Estados Unidos darán caza y castigarán a aquellos responsables de estos actos cobardes". Así habló el Presidente Bush en su discurso a la nación poco después de los sucesos catastróficos del 11 de Septiembre.
Estoy deacuerdo con los sentimientos del presidente pero no lo estoy con dos cosas específicas en su declaración. En primer lugar, no hubo nada cobarde en los atentados, los cuales fueron acciones de increíble - albeit pervertida - valentía. En segundo lugar, "dar caza y castigar" a los autores es malentender el problema profundamente. Implica que vemos los impactos de avión como acciones criminales más que como lo que verdaderamente son - actos de guerra. Son parte de la campaña de terrorismo que comenzó de modo sostenido con el atentado de la Embajada de los Estados Unidos en Beirut en 1983, una campaña que desde entonces nunca ha descansado. Sucediendo unas cuantas veces al año de manera casi predecible, los ataques contra Americanos han incluido detonaciones a bordo de aviones de pasajeros, en edificios comerciales, y en un abanico de instalaciones gubernamentales de los Estados Unidos. Antes de la semana pasada, la cifra total de muertos rondaba las 600 vidas Americanas.
Para mí, este récord sostenido de violencia se parece bastante horriblemente a una guerra, pero Washington en su providencia ha insistido de otra manera. La política oficial ha visto los atentados como una secuencia discreta de incidentes criminales. Ver el terrorismo principalmente como un problema de cumplimiento de la ley es un error, porque significa:
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Centrarse en el arresto y juicio de los peones prescindibles que perpetran actos violentos, dejando impunes a los filántropos, los planificadores, organizadores, y los comandantes del terrorismo para continuar con su labor, preparados para perpetrar más atentados.
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Confiar principalmente en medidas defensivas tales como detectores de metales, guardias de seguridad, búnkeres, arrestos policiales, y elocuencia fiscal - más que en herramientas ofensivas tales como soldados, aviones, y barcos.
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Malinterpretar las motivaciones del terrorista como criminales, dondequiera que se basen usualmente en ideologías extremistas.
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No entender el hecho de que los grupos terroristas (y los estados que los apoyan) han declarado la guerra a los Estados Unidos (en ocasiones públicamente).
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Exigir al gobierno de los Estados Unidos niveles irrealmente altos de evidencia antes de desplegar la fuerza militar. Si la evidencia que pueda presentarse en una corte de justicia de los Estados Unidos falta, no se toma ninguna acción. La mentalidad legal garantiza que, en la enorme mayoría de los casos, el gobierno de los Estados Unidos no responda, y los asesinos de Americanos paguen un precio muy pequeño o ningún precio en absoluto.
Ha llegado el momento de un cambio paradigmático, hacia ver el terrorismo como una forma de guerra. Tal cambio tendrá muchas implicaciones. Significa colocar en el punto de mira no sólo a aquellos soldados de a pie que de hecho perpetran la violencia sino a las organizaciones y gobiernos que están detrás de ellos. Significa confiar en las fuerzas armadas, no en los policías, para proteger a Americanos. Significa defenderse más allá del mar en vez de en los juzgados Americanos. Significa que las organizaciones y gobiernos que patrocinan el terrorismo - no solamente los soldados de a pie quienes perpetran - pagarán el precio.
Significa prescindir de las expectativas irrealmente altas de pruebas para que cuando la evidencia razonable señale que un régimen o una organización se encuentra en posición de haber dañado Americanos, la fuerza militar de los Estados Unidos pueda ser desplegada. Significa que, como en la guerra convencional, Washington no necesita saber los nombres y acciones específicas de los soldados enemigos antes de luchas contra ellos.
Significa responder cada simple vez que el terrorismo dañe a un Americano. No hay necesidad de conocer la identidad precisa de un autor material; en la guerra, hay veces en las que uno contraataca antes y pregunta después. Cuando un atentado tenga lugar, podría ser un motivo para apuntar a cualquiera de los que alberguen terroristas. Si el autor no es conocido con precisión, se castiga entonces a quienes albergan terroristas. Los gobiernos y organizaciones que apoyan el terrorismo.
Significa utilizar la fuerza para que el castigo sea desproporcionadamente mayor que el ataque. Los Estados Unidos tienen una fuerza militar mucho más poderosas que cualquier otro en el planeta: ¿Por qué gastar miles de billones de dólares al año en ella y no desplegarla para defender a Americanos?.
Aviso: El enfoque militar exige más de los Americanos que el legal. Exige disponibilidad para gastar dinero y perder vidas. La fuerza solamente funciona si es parte de una política sostenida, no un suceso puntual. Lanzar unas cuantas bombas (como se hizo contra el régimen Libio en 1986, y contra posiciones en Afganistán y Sudán en 1998) no constituye una política seria. Entrar en la vía militar requiere un compromiso a largo plazo que exigirá mucho de los Americanos durante muchos años.
Pero valdrá la pena, por la seguridad de los Americanos depender en última instancia no de la defensa sino de la ofensiva; de las victorias, no en los tribunales sino sobre el campo de batalla. El gobierno de los Estados Unidos necesita establecer una novedosa reputación temible, para que cualquiera que dañe a Americanos sepa que la retribución será certera y desagradable. Nada puede reemplazar la destrucción de cualquier organización o gobierno que perjudique tanto como a un simple ciudadano Americano.
Para aquellos que dicen que este enfoque iniciaría un círculo de violencia, la respuesta es obvia: Ese círculo ya existe, mientras los Americanos sean constantemente asesinados en actos de terrorismo. Y lo que es más, al enseñar los dientes, es mucho más probable que los Americanos intimiden a sus enemigos que instiguen más violencia. La respuesta reducirá la violencia, no la incrementará más, proporcionando a los Americanos la seguridad de la que en el presente no disfrutan.