¿De qué forma afecta el islam a cómo viven los musulmanes? Las exigencias formales de la religión son la estrecha base que sostiene una estructura de pautas mucho más amplia que extiende las normas formales del islam, haciendo que éstas se expandan de formas inesperadas e imprevistas. He aquí algunos ejemplos:
El Corán prohibe de forma estricta el consumo de cerdo, lo que llevó a la práctica desaparición del cerdo doméstico en las zonas de mayoría musulmana, donde fueron sustituidos por ovejas y cabras. Estas últimas han provocado sobrepastoreo, lo que llevó, como señala el geógrafo Xavier de Planhol, a una "catastrófica deforestación" que, a su vez, "es una de las causas fundamentales de los ralos paisajes especialmente evidentes en los distritos mediterráneos de los países musulmanes". Véase la progresión que va de los preceptos coránicos sobre la dieta a la desertificación de amplios territorios. Lo prescrito por la escritura no pretendía provocar daños ecológicos, pero lo hizo.
Los altos estándares de comportamiento gubernamental que plantea el islam, imposibles de alcanzar, supusieron, históricamente, que unos dirigentes que tenían numerosos defectos perdieran el apoyo de sus súbditos musulmanes, quienes respondían negándose a servir a esos dirigentes en tareas administrativas y militares, con lo que los gobernantes se veían obligados a buscar personal en otra parte. Esto hizo que, de forma sistemática, emplearan a esclavos como soldados y administradores, con lo que se creó una institución fundamental que, a partir del siglo VIII, duraría un milenio.
La doctrina islámica engendra un sentimiento de superioridad musulmana, un desprecio por la fe y la civilización ajenas, que ha tenido dos grandes consecuencias en época moderna: ha hecho que los musulmanes sean los sujetos más rebeldes al gobierno colonialista y ha impedido que aprendan de Occidente para modernizarse.
Sus escrituras también imbuyen hostilidad hacia los no musulmanes, lo que, a su vez, genera la suposición de que éstos albergan una hostilidad análoga hacia los musulmanes. En época moderna, esta proyección ha creado una susceptibilidad a las teorías conspiratorias que, en la práctica, ha tenido varias consecuencias: por ejemplo, como sólo los musulmanes temen que las vacunas contra la polio tienen el efecto oculto de volver estériles a sus niños, esta enfermedad se ha convertido en una plaga exclusiva de musulmanes en 26 países.
La peregrinación anual a La Meca, el hajj, comenzó en el siglo VII como una tradición local que, posteriormente, se convirtió en una reunión internacional que facilitaba toda clase de intercambios, desde ideas y movimientos políticos islamistas (los idris de Libia) a productos de lujo (marfil), plantas (caucho al sur de Asia, arroz a Europa) y enfermedades (meningococos, infecciones cutáneas, diarrea infecciosa, enfermedades de la sangre, infecciones de las vías respiratorias; entre ellas, tal vez, el nuevo MERS-CoV, el síndrome respiratorio por coronavirus de Oriente Medio).
Otros preceptos islámicos también tienen consecuencias sanitarias imprevistas y negativas. La exigencia de modestia ha hecho que algunas musulmanas lleven vestimentas que cubren por completo la cabeza y el cuerpo (niqabs y burkas) que provocan déficit de vitamina D, desincentivan el ejercicio físico e influyen en una serie de problemas médicos, entre ellos sarpullidos, enfermedades respiratorias, raquitismo, osteomalacia y esclerosis múltiple.
El ayuno diurno durante el Ramadán provoca a veces que los musulmanes que lo observan hagan menos ejercicio y "tiendan a comer demasiado al romper el ayuno: la cena incluye habitualmente alimentos pesados y grasientos con muchas calorías", señala el director de la Emirates Diabetes Society. Un estudio realizado en Yida (Arabia Saudí) reveló que el 60% de los entrevistados declaraban una ganancia de peso excesiva tras el Ramadán.
La preferencia por matrimonios entre primos hermanos, una práctica que se remonta a costumbres tribales preislámicas (para conservar la riqueza dentro de la familia y beneficiarse de la fertilidad de las hijas), que se ha llevado a cabo durante unas cincuenta generaciones, ha conducido a una endogamia muy extendida y con consecuencias negativas, entre ellas una tasa de incidencia casi del doble de lo habitual de trastornos genéticos como talasemia, anemia falciforme, atrofia muscular espinal, diabetes, sordera, mutismo y autismo.
En lo que respecta a las mujeres, los preceptos acerca de la protección del mahram respecto a los parientes masculinos y un estatus social y legal muy inferior se han combinado para dar lugar a pautas tan poco pretendidas como el aislamiento físico, la obsesión por la virginidad, los crímenes de honor, la mutilación genital femenina y la segregación sexual (como en Arabia Saudí). La poligamia causa una perpetua ansiedad a las esposas.
Pese a que los huérfanos gozan de una posición de honor según la ley islámica (kafala), dicho honor está vinculado a una estructura tribal incompatible con una sociedad moderna, con lo que actualmente los musulmanes huérfanos son continuamente discriminados, incluso por musulmanes que viven en Occidente.
Las escrituras musulmanas han brindado la base a partir de la que han evolucionado muchas otras prácticas, entre ellas: el establecimiento de dinastías mediante conquistas, no por derrocamientos internos; problemas recurrentes de sucesión dinástica; que el poder lleve a la riqueza y no al contrario; ausencia casi total de gobiernos municipales; regulación inadecuada de las ciudades; leyes que surgen a partir de decisiones tomadas expresamente para un caso determinado, y no de una legislación formal; empleo de los hawalas para las transferencias de dinero, y práctica del terrorismo suicida.
Las pautas no buscadas, llamadas a veces islamicato, cambian con el tiempo; algunas (como los soldados esclavos) han desaparecido y otras, como la polio, acaban de aparecer. Estas pautas siguen siendo tan poderosas hoy en día como lo fueron antes de los tiempos modernos, y son esenciales para comprender el islam y la vida musulmana.