Cuando la limusina Mercedes se estrelló en París durante las primeras horas de la última jornada de agosto, las reacciones en la mayor parte del mundo abundaron en el tremendo destino que había tenido Lady Diana, princesa de Gales. Pero no así en Egipto ni el Oriente Próximo árabe, donde el hincapié puesto fue singularmente diferente.
Dodi y Diana juntos. |
Allí, la presencia del compañero sentimental egipcio de Diana, Emad Mohamed al-Fayed (conocido como Dodi) daba al acontecimiento una dimensión política y religiosa que inspiraba una cobertura mediática mucho más política. Si la prensa occidental reflexionaba en torno al presunto estado de embriaguez del chófer o que los paparazzi pudieran haberle distraído, sus homólogos arabeparlantes convenían en que "No hay ninguna duda de la presencia de una conspiración tras la muerte de Diana". Múltiples publicaciones en lengua árabe promovían alambicadas teorías cada vez más caprichosas en torno al suceso. Lo que para el mundo era un trágico accidente de tráfico, para la prensa árabe era un complot. Hasta las instituciones oficiales se unían a este aparente consenso: La Comisión Nacional de los Derechos Humanos libia anunciaba que "Solamente los niños creen que fue un accidente".
Las conversaciones mantenidas con árabes de a pie sugieren que estos puntos de vista son compartidos de forma generalizada, opiniones más tarde refrendadas por un sondeo de la prensa elaborado en Cisjordania que indica que el 47 por ciento de sus lectores están convencidos de que la joven pareja fue asesinada. Las teorías conspirativas, en otras palabras, no son simples curiosidades sino una línea directa de acceso a la mentalidad de la población. Esto las hace dignas de exploración en mayor profundidad.
El crimen
Las especulaciones hacen hincapié en tres cuestiones: el móvil que hace que la pareja hubiera de ser asesinada, la autoría del crimen y la forma en que fue perpetrado.
¿Por qué fue asesinada Diana? Casi todas las teorías conspirativas se refieren al padre de Dodi y su religión. Su padre, Mohamed al-Fayed, es un magnate de origen egipcio muy polémico afincado en Londres y propietario, entre otros negocios, de los exclusivos almacenes Harrods. Se ha visto implicado en la cara oscura de la política británica y, a pesar de sus tenaces esfuerzos por obtener la nacionalidad británica, no lo ha logrado.
La prensa árabe redunda en este enfrentamiento como móvil de la muerte de la pareja. Claramente, se razona, la noción de que este triunfador extranjero de origen humilde fuera a ser suegro de la heredera al trono de Inglaterra fue demasiado para la familia real, así que se deshicieron del hijo. No sólo eso, sino que la prensa veía pruebas por todas partes. El excesivo funeral de Diana, por ejemplo, "brinda una nueva prueba del papel interpretado por Buckingham dentro de esta diabólica conspiración".
Otras explicaciones plasman la confesión islámica de Dodi. Diana tenía que perder la vida porque el gobierno británico no podía aceptar que la madre del futuro monarca tuviera una relación con un árabe musulmán; o que contrajera matrimonio con él; o que se convirtiera al islam; o que diera a luz un varón musulmán. Hablando en plata y citando a un vigilante egipcio de seguridad: "en Occidente, se odia a los musulmanes".
Lo que resulta especialmente intrigante de la prensa árabe es el estilo con el que construye sus propias hipótesis, informando del capricho más banal como hecho confirmado. Algunos periodistas dieron por sentado que Diana ya se había convertido al islam: "Piden la Fatija [el capítulo de apertura del Corán] por el alma de Diana" reza un titular, insinuando que en el momento de su muerte era musulmana. Otro reza: "Asesinato solución más fácil del gobierno británico para despachar a una princesa musulmana". Una versión afirmaba que Diana había accedido a llevar el hijab, vestimenta islámica modesta, en su cabeza. Los hay que afirman como hecho que Diana estaba embarazada de Dodi, y que la pareja anunciaría pronto sus planes de contraer matrimonio en noviembre.
Dodi y Diana, poco antes de sus muertes. |
La supuesta postura pro-islámica de Diana invita a más de un periodista de Oriente Próximo a retratarla bajo una romántica luz trágica. "La vida de Diana fue el precio de su amor por Dodi" escribe uno. O Diana fue "la mártir del amor árabe". La muerte "pone fin al sueño árabe estival" comenta un diario egipcio. Algunos redactores hacen eje de su atracción los orígenes en Oriente Próximo de Dodi. Zulfuqar Qubaysi, un columnista, escribe de forma conmovedora que "No hay duda de que Diana estaba impresionada con al-Fayed hijo y enamorada de él, y que quería contraer matrimonio a causa de su naturaleza árabe romántica, por ser egipcio, árabe y musulmán". Su decisión selló su destino.
¿Quién asesinó a Diana? Según prácticamente todas las versiones, los servicios británicos de Inteligencia obraron la sucia actuación. ¿Por qué en París? Obviamente, para asesinar fuera de Gran Bretaña y desviar la atención de las autoridades británicas. Además, el dictador libio Mu'ammar al-Gadafi vertía la acusación de que los servicios franceses de Inteligencia serían cómplices del crimen. Los demás sospechosos mencionados son organizaciones británicas racistas (que no supieron digerir la relación de Diana con un árabe), algunos de los múltiples enemigos de Mohamed al-Fayed o los enemigos del tío de la madre de Dodi, el conocido vendedor de armas Adnán Jashoggi.
¿Cómo se asesinó a Diana? Obviamente los conductores no eran fotógrafos - ¿cómo conducir y hacer fotos al mismo tiempo? A un agente de seguridad ebrio del Hotel Ritz le habría sido entregada de forma deliberada la conducción del vehículo más bien. O el vehículo fue manipulado a su desaparición un año antes, de manera que se mantuviera a más de 190 kilómetros por hora y no pudiera ser frenado. A la sazón, alguien manipuló los frenos del vehículo, inutilizándolos. Por último, se contrató a asesinos profesionales para matar a Diana y Dodi dentro de una operación a lo "James Bond".
Implicaciones
Esta clase de comportamiento deja en mal lugar a la familia real, con la que la prensa árabe se ceba. La Reina de Inglaterra, se dice, sólo se despidió de Diana tras pasar a ser sospechosa del crimen. Más poético: "Mata a la Princesa y asiste a su funeral".
El incidente tampoco deja en buen lugar a los británicos. "Racismo contra el islam", proclama una portada. "Racismo inglés hasta la muerte", reza otra. Gadafi acusaba a los servicios de Inteligencia franceses y británicos de perpetrar un crimen racista contra los semitas, llegando luego a conclusiones más genéricas: "Gran Bretaña es el país más elemental del mundo". También exigía que los británicos "confiesen que son criminales, fundamental, y que dejen de hablar de terrorismo y derechos humanos". La agencia libia de prensa sacaba la mayor conclusión de todas, al distinguir en este incidente "la realidad de la civilización occidental".
Tampoco fueron teóricas todas las conclusiones, dado que ciertos redactores distinguen implicaciones en la política exterior. La muerte de la pareja confirma que Europa busca un nuevo enemigo tras el colapso de la Unión Soviética y que ha decidido iniciar una guerra religiosa; este incidente sería su primer capítulo. Una entidad libia instaba al boicot comercial a Gran Bretaña y Francia como represalia por la complicidad de sus gobiernos en los crímenes.
Contexto
¿Qué razón tiene este postulado casi automático de tramas por parte de la población de Oriente Próximo? Varias explicaciones se insinúan solas.
En primer lugar, las acusaciones vertidas contra la familia real vienen a plasmar lo que haría una familia musulmana si los papeles se invirtieran. Cuando Gadafi acusa a la familia real británica de ser responsable de "un accidente preparado" por la vejación que supondría que "un caballero árabe pueda contraer matrimonio con una princesa británica", señala de forma inadvertida sus propias opiniones si su hija tuviera planes de contraer matrimonio con un británico. Las menores musulmanas tienen prohibido contraer matrimonio fuera de la confesión o con una categoría social inferior, y los atestados policiales rebosan de casos en los que la familia ha matado a la hija o la hermana por vulnerar estos preceptos cardinales. Ahora mismo, un caso famoso en Gran Bretaña implica la intención anunciada de una familia de Pakistán de asesinar a su hija a cuenta de su matrimonio con un cristiano; en respuesta, ella y él escribieron un libro, Zena y Jack. Las sospechas de intrigas en París por parte de las poblaciones de Oriente Próximo, en otras palabras, son proyección psicológica de su propia mentalidad.
En segundo lugar, los accidentes de tráfico protagonizados por coches y demás vehículos tienen lugar en Oriente Próximo con relativa frecuencia. Saddam Hussein, por ejemplo, casi mata a Yasser Arafat en 1969 cuando la OLP se saltó en consideración a la directiva iraquí de la causa árabe; días más tarde, un camión militar atropellaba el vehículo de Arafat, rompiéndole el brazo. Durante el gobierno de Sadam, más de una docena de notables desaparecieron de forma parecida, siendo el caso más conocido el de su cuñado y ministro de defensa 'Adnán Jayralaj. Tras este último incidente, el presidente egipcio habría remitido a Sadam una carta exigiendo que la muerte de Jayralaj fuera "el último accidente" de esta naturaleza.
En tercer lugar, las crónicas de la prensa árabe consideraban la relación de Diana con Dodi como "la conquista egipcia y árabe de territorio occidental". Lo que denominaban "la batalla por ganar el corazón de Diana" no entrañaría tanto una relación amorosa por su parte como una ofensiva política contra la Europa cristiana. Una crónica llega a describirlo como una venganza por el Episodio Dinshaway de 1906 (cuando los británicos respondieron a la muerte de uno de sus oficiales ejecutando a cuatro agricultores). Una viñeta egipcia retrata la relación Diana-Dodi como la represalia en 72 horas por la ocupación británica de Egipto que se prolongó durante 72 años. Un punto de vista tan agresivo de la relación amorosa obligaría prácticamente al gobierno británico a responder en la misma línea, haciendo del asesinato de Diana un paso casi lógico.
Implicaciones para la política árabe
Los occidentales distan mucho de ser inocentes de elaborar teorías conspirativas comparables. Internet rebosa de especulaciones descabelladas. Una contempla el largo brazo de los fabricantes de munición, indignados porque Diana hiciera campaña por la prohibición mundial de las minas terrestres, lo que llevaría al túnel de París. Otra sitúa a Diana no muerta sino simulando su propia muerte como trama para escapar de los medios convencionales. Una publicación de Lyndon LaRouche considera la muerte de Diana un acontecimiento "de extraordinario impacto estratégico", porque "sacude los pilares de la institución más poderosa del mundo, el Imperio Británico". (Sí, LaRouche cree que el imperio sigue existiendo). Los LaRouchistas no están seguros de la identidad del autor material de su crimen, pero saben que reviste "implicaciones para todos los seres humanos de este planeta".
Estas reflexiones en Occidente permanecieron confinadas a los márgenes del espectro político; en contraste, la prensa árabe de referencia se entrega a la elaboración de teorías barrocas y descabelladas. Tal pensamiento conspirativo pinta mal para los árabes en sus encuentros políticos. Manifiesta pasividad e indefensión, en la misma medida que un deseo por evitar la participación en un mundo moderno complejo. Dentro de este mundo mental, nada sucede porque sí, sino que un culpable en la sombra - que casi siempre es británico, estadounidense o israelí - está detrás de cada revés.
Los árabes tienen que dejar atrás una forma de ver el mundo marcada por las teorías conspirativas. Esto significa distinguir de las quimeras el análisis riguroso, los hechos de los rumores, la realidad de la ficción. Pero este cambio puede demorarse, dado que los regímenes represores e inestables han alimentado el pensamiento conspirativo a través de sus medios de comunicación y la censura de libertades fundamentales, la de expresión en especial. Preocupados por las probables tramas para deponer a sus ilegítimos regímenes, los gobernantes han creado una atmósfera de miedo perpetuo que ha ayudado a institucionalizar el pensamiento conspirativo. Avanzar hacia una forma más sensata y madura de política significa dejar atrás la mentalidad conspirativa.
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17 de diciembre de 2006: Casi una década más tarde, el auto policial definitivo que desmiente las teorías conspirativas relativas al accidente ha visto la luz. Pero el principal teórico conspirativo, Mohamed al-Fayed, rechaza sus conclusiones. Para saber el motivo, consulte "La investigación de Diana: en la mente de al-Fayed."