Diez mil efectivos regulares turcos han sido destacados en la frontera siria y tienen prohibido alejarse si no es con un permiso oficial. Las fuerzas aéreas turcas están en alerta roja, mientras cazas F-16 y RF-5 sobrevuelan constantemente la frontera. Y el Presidente egipcio Hosni Mubarak ha pasado tres semanas yendo y viniendo entre Ankara y Damasco.
Mientras Turquía y Siria se enfrentan, la opinión informada sostiene que los turcos no irán más allá de "unas cuantas intervenciones selectivas". Pero Oriente Próximo es una región enormemente volátil, en la que los conflictos tienden a escalar más allá de las expectativas. En 1967, la Guerra de los Seis Días entre los países árabes e Israel pareció llegar sin previo aviso; los historiadores todavía están resolviendo su origen. La invasión soviética de Afganistán en 1989 cogió por sorpresa a todo hijo de vecino, como las invasiones iraquíes de Irán en 1980 y de Kuwáit en 1990. Las guerras civiles libanesa y sudanesa empezaron por nada. Es por tanto necesario que, como Mubarak, nos tomemos en serio los roces entre Siria y Turquía.
Los orígenes del conflicto se encuentran en varios resquemores y ambiciones sirias hacia Turquía. En 1939, la víspera de la Segunda Guerra Mundial, la potencia imperial francesa en Damasco entregó a los turcos una provincia siria, algo que todavía no es aceptado por los sirios. De hecho, las emisiones cotidianas de los mapas del tiempo en Siria sitúan como parte de Siria la provincia turca de Hatay.
Luego está la cuestión siempre sensible del agua. Turquía y Siria firmaron un acuerdo 1987 en el que a los sirios se les garantiza una asignación mínima de las aguas del río Éufrates a su paso por Turquía. Aunque los turcos han cumplido su parte del acuerdo, el Presidente sirio Hafez Assad ha decidido que su país merece más.
Por último, Damasco teme las relaciones extranjeras de Turquía. En los viejos tiempos, era miembro de la OTAN. Los florecientes vínculos militares, comerciales y culturales entre Turquía e Israel hoy preocupan todavía más a los sirios. Tales agravios invitaron al régimen Assad, desde mediados de los 80, a impulsar un abanico entero de grupos terroristas contra Turquía, uno de los cuales sigue muy presente en el oficio. Conocido por sus iniciales PKK, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán ha asesinado a unos 30.000 turcos en la búsqueda de un estado kurdo escindido, y representa el principal problema de Turquía hoy.
Durante más de una década, los gobiernos sirio y turco jugaron a algo que funciona más o menos así: El PKK asesina a unos turcos y causa daños materiales; los turcos llevan su protesta a Damasco; los sirios desmienten cualquier culpabilidad, pero prometen que no volverá a suceder; y las cosas se tranquilizan unos meses. Entonces se reanudan los atentados del PKK contra los turcos, acompañados de nuevas protestas y el ciclo entero vuelve a empezar.
Con los años, los turcos se han ido frustrando paulatinamente a causa de su incapacidad para lograr tener en pie un acuerdo con el régimen Assad. Particularmente lesivo es el hecho de que el secretario del PKK, Abdalahuj Öcalan, resida abiertamente en Damasco, conceda entrevistas y se permita fotografiarse. Sin embargo, el régimen sirio desmiente con inconsciencia su presencia - un estudiado insulto a los turcos.
A modo de réplica, la retórica turca se ha ido caldeando progresivamente. Hacia 1993, diversos columnistas difundieron propuestas de adopción de "los métodos utilizados por Israel" contra los brazos del Hezbolá sirio en el Líbano: Turquía debería destruir los campamentos del PKK y matar a Öcalan, cortar el paso de las aguas del Éufrates e incluso "emprender la guerra contra Siria". Desde mediados de septiembre, estas protestas drásticas han saltado de las páginas de opinión a los informativos, mientras líderes militares y políticos adquieren un tono nuevo.
El viernes, el responsable del gabinete turco Huseyin Kivrikoğlu decía que las relaciones con Damasco ya se han convertido en "una guerra oficiosa". El Presidente Suleyman Demirel anunciaba que "perdemos la paciencia y nos reservamos el derecho a responder a Siria". También advertía a los sirios: "Quienes esperen beneficios del terrorismo han de saber que en el futuro ellos sufrirán a causa del terrorismo". El Primer Ministro Mesut Yilmaz acusaba a Siria de ser "la sede del terrorismo en Oriente Próximo" y advertía al parecer a Damasco de que el ejército turco se prepara, "aguardando la orden" de ataque.
Un "comité de crisis" se ha constituido presuntamente en el gabinete del primer ministro turco, para tratar esta cuestión. La prensa se desvivía con el revuelo de planes militares. Un importante diario anunciaba que los planes del ejército empezarían con ataques aéreos contra los aeropuertos militares sirios, así como contra las instalaciones de balística y radar; una incursión terrestre podría considerarse más adelante. Otra cabecera predecía que los aparatos turcos podrían alcanzar los campamentos terroristas del Líbano en media hora.
Acontecimientos adicionales aumentan la sensación de crisis. El volumen comercial entre los dos países cae con rapidez, de forma que este ejercicio será menos de la mitad del de 1997. En el lado sirio de la frontera, los camioneros hablan de tanques que avanzan hacia la frontera. Otros 10.000 efectivos turcos, con respaldo aéreo, entraban hace poco en el norte de Irak para atacar las bases del PKK.
¿Por qué tiene lugar ahora todo esto? Muchos factores contribuyen a la elección del momento. Parar a los patrocinadores del PKK funciona dentro de Turquía y unifica a un país por los demás dividido. Hasta el secretario del partido musulmán fundamentalista turco llama al régimen Assad "nuestro enemigo". El enfrentamiento permite al Primer Ministro Yılmaz destacar su propia importancia; ha afirmado que cuando abandone la administración dentro de unos meses, como parte de un acuerdo electoral, Turquía "se sumirá en el caos".
La elección del momento también puede dar la sensación de que el ejército turco ha combatido el problema del PKK dentro de Turquía. Ahora habría que abordar los refugios de la organización en Irak y Siria.
Los acontecimientos en el extranjero también explican el momento. El más importante es la notoria proliferación de alianzas por todo Oriente Próximo. De un lado, Israel y Turquía han formado un núcleo duro de países democráticos prooccidentales, con Jordania uniéndose a ellos entre otros. Del otro, los muchos países con agravios contra Turquía o Israel han unido fuerzas, incluyendo a Grecia, la parte griega de Chipre, Siria e Irán.
La formación de estos bloques conduce a un estrechamiento de crisis antes independientes, como el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, el problema chipriota, el ataque del PKK a Turquía y la cuestión de los Altos del Golán. No hace mucho no tenían nada que ver. Pero a medida que se hicieron más importantes los dos bloques, la fricción de un problema afecta a las tensiones por doquier. Por ejemplo, las inflexibles políticas de Ankara hacia Siria se ven afectadas casi seguro por la ausencia de negociaciones sirio-israelíes en torno a los Altos del Golán; y el inminente traslado en noviembre de misiles rusos tierra-aire a Chipre, que últimamente ha acercado relaciones con Siria.
¿Sobreviene la guerra? La acalorada retórica a ambos lados de la frontera entre Turquía y Siria se ha escuchado a menudo antes y nunca condujo a un enfrentamiento armado, probable conflicto de acusados peligros para todas las partes que presumiblemente advierten. Dicho eso, el violento pasado de Oriente Próximo obliga a predecir con precaución una resolución pacífica de las crisis. La combinación entre la agresividad de Siria y las frustraciones turcas podría ser letal. Además, lo concreto de las exigencias turcas (abandonar la reivindicación sobre territorio turco; clausurar las instalaciones del PKK; extraditar a Öcalan) hace que esta crisis sea distinta a las anteriores.
Si estas exigencias no son atendidas y Turquía recurre a medios militares, empezará casi seguro con incursiones aéreas. Si esto no basta para alterar la política de Siria, probablemente efectivos terrestres ingresarían en regiones del territorio sirio y no encontrarían gran resistencia. Los efectivos turcos no sólo están mejor entrenados, sino que las fuerzas sirias se encuentran en su mayor parte al otro extremo del país, frente a Israel o bien destacadas en el Líbano. Exagerando un poco las cosas, el antiguo embajador estadounidense en Damasco William L. Eagleton observa que "lo único que retrasaría a los turcos en una invasión de Siria sería la necesidad de hacer un alto para beber té".