El Presidente Clinton sigue un rumbo de colisión con la mayoría de los judíos estadounidenses. Eso es lo que se deriva de un sondeo encargado por el Middle East Quarterly y llevado a cabo los días 5 al 7 de enero por John McLaughlin & Associates. Alrededor de las dos terceras partes de los seiscientos votantes judíos estadounidenses que entrevistamos se toman a pecho la nueva postura inflexible de enfrentamiento con Israel del presidente. Además, el sondeo sugiere que se trata de una política de riesgo extremadamente alto para el presidente que podría pasarle una grave factura política.
Descrito durante años como el presidente más pro-Israel de la historia, Clinton ha adoptado durante los últimos meses un enfoque mucho más negativo sobre el estado judío. Rutinariamente pide cuentas a los israelíes por la ausencia de progresos en el proceso de paz palestino israelí. Ignoró a su primer ministro y recortó el paquete de ayuda de Israel. Hasta culpó parcialmente a Israel de la falta de disposición de los estados de Oriente Próximo a apoyarle frente a Saddam Husayn.
¿Por qué estas medidas, por qué ahora? En parte, el presidente parece influenciado por un nuevo sondeo encargado a finales de 1997 por el Israel Policy Forum, que afirma que el 91% de los judíos estadounidenses aceptan las presiones del gobierno estadounidense sobre Israel si son imprescindibles para impulsar el proceso de paz. Esta noticia sin sentido saltó a los titulares a nivel internacional; El Los Angeles Times, por ejemplo, llegaba a partir de ello a la conclusión de que "El Presidente Clinton recibiría un apoyo mayoritario entre la minoría judía norteamericana" si presionara al Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu. Las crónicas de Washington sugieren que el sondeo ha convencido a Clinton y a sus asesores de hacer lo que llevan tiempo queriendo hacer - exprimir a Netanyahu.
El problema es que el sondeo planteaba cuestiones confusas y complejas que daban lugar a respuestas descompensadas. "Lo que entra por un lado sale por el otro" es algo tan válido en el estudio estadístico como en la informática; una pregunta falaz obtiene una respuesta adulterada. Textualmente, esto es lo preguntado a los judíos estadounidenses en la cuestión clave. ¿Conviene o discrepa usted de lo siguiente?
Revierte en interés de Israel que Estados Unidos siga siendo un catalizador solvente y eficaz del proceso de paz, incluso si ello significa que a veces habrá discrepancias no sólo entre Estados Unidos y los países árabes sino también entre Estados Unidos e Israel.
Esta pregunta manipula en dos sentidos. En primer lugar, es totalmente abstracta, sin ninguna mención de la faceta negativa de algo deseable. Los expertos aprendieron hace mucho que podían llegar a un acuerdo generalizado haciendo preguntas del tipo "¿Es usted partidario de eliminar todos los impuestos?" en lugar de "¿Es usted partidario de eliminar todos los impuestos, incluso si ello se traduce en que no haya más escuelas públicas ni autovías, protección policial o seguridad militar?"
En segundo, la pregunta afirma que "Revierte en interés de Israel" ser presionado - dando a entender así que es la premisa a debate en la mente del encuestado. En otras palabras, la pregunta da por sentado lo que hay que demostrar - que los políticos estadounidenses dirigen mejor la política israelí que el electorado de Israel.
Para poner a prueba los resultados del estudio del Israel Policy Forum, el Middle East Quarterly sondeó justamente estos dos extremos. A tenor del primero, reiteramos el deje de la pregunta del Israel Policy Forum, si bien de forma menos abstracta:
¿Debe Bill Clinton presionar a Benjamin Netanyahu para acelerar el intercambio de tierra por paz que de otra forma Benjamin Netanyahu puede no estar dispuesto a realizar?
Esta pregunta directa y sencilla obtuvo una aplastante respuesta: El 24% de los encuestados respondieron afirmativamente, que presionar a Netanyahu; el 65% respondió negativamente, que no hay que presionarle (con un margen del 4% y un nivel de confianza del 95%). Este voto en contra de las presiones norteamericanas a Israel por un margen de 3 a 1 evidencia la creencia entre los judíos estadounidenses de que los israelíes deben poder llegar a sus propias conclusiones en las relaciones con los palestinos, y no seguir órdenes del exterior.
Como nota al margen, nuestras preguntas sacaron a la luz una dualidad comparable a tenor de la cuestión del estado palestino. Preguntados si suscriben la afirmación de que "los palestinos deben tener su propio país", los judíos estadounidenses responden de forma encarecida, 65% frente a 29%. Esto sería una importante declaración política - hasta que las preguntas adicionales revelan que, por márgenes todavía más amplios, los encuestados se oponen a gran parte de lo que implica un estado palestino. Si la firma israelí de un tratado de paz con los palestinos se traduce en que Jerusalén se convierte en la capital de un estado palestino, los judíos estadounidenses son mayoritariamente contrarios a tal tratado (70 por ciento frente a 17%). También son contrarios si el terrorismo prosigue tras la firma (68% frente a 25%), o si el acuerdo obliga a Israel a renunciar a Cisjordania (64% frente a 25%), los Altos del Golán (71% frente a 20%) o alguna zona de Jerusalén (74% frente a 19%).
A tenor de la segunda cuestión - si los judíos estadounidenses aceptan la premisa del sondeo del Israel Policy Forum de que Washington sabe lo que conviene - planteamos a nuestros encuestados: "En las cuestiones relativas a Israel, ¿con quién está usted más de acuerdo, con Bill Clinton o con Benjamin Netanyahu?" La respuesta es favorable a Netanyahu por encima de Clinton, 39% frente a 31%. Vaya con la noción de que los judíos estadounidenses celebran las presiones norteamericanas sobre Israel.
Desentrañar esta relación arroja todavía más dudas sobre la idea de que los judíos estadounidenses se alinean con Clinton frente a Netanyahu. Resulta que los judíos más practicantes son también los más escépticos con el presidente. Alrededor de la tercera parte de los judíos reformistas y los que dicen asistir a los oficios religiosos solamente "alguna vez" se alinean con Clinton y Netanyahu respectivamente. Pero los judíos ortodoxos confían en Netanyahu mucho más que en Clinton (55% frente a 20%), como los que dicen asistir a los oficios "todas las veces" (53% frente a 25%). Hasta los judíos conservadores confían en Netanyahu bastante más que en Clinton (43% frente a 29%).
Esto es importante: al enfrentarse al primer ministro israelí, Clinton se expone a alienar a la mayoría de los judíos, que son conservadores u ortodoxos. De hecho, se arriesga a enfadarlos.
Lejos de apoyar un enfrentamiento entre Estados Unidos e Israel, los dos tercios de los judíos estadounidenses convienen de forma consistente en la necesidad de una relación de cooperación. Apoyan al primer ministro de Israel y no tienen ganas de ver al presidente diciéndole lo que tiene que hacer.
El presidente y sus ayudantes, que no son profanos en lo que respecta a la lectura de augurios políticos, harán bien en abandonar la idea de que pueden presionar a Israel sin pagar ningún precio, y deberían de hacerlo enseguida.