Durante los primeros años tras su independencia política, los líderes árabes de opinión se abstuvieron de criticar públicamente a sus gobiernos, temiendo que cualquiera que no estuviera en sintonía aprovechara sus palabras y las utilizara para desacreditar a las poblaciones arabeparlantes. En cierta medida, este escrúpulo sigue presente. Kanan Makiya consideró necesario todavía en 1993 denunciar la práctica de nunca "lavar la ropa sucia fuera de casa, sobre todo cuando un occidental puede mirar". Describe esto como "el dictamen más destructivo que nunca del nacionalismo cultural árabe".[1]
Pero como demuestran los propios escritos de Makiya, hoy se distingue una tónica nueva. Una autocrítica mordaz y feroz viene saliendo desde hace unos años de los países arabeparlantes y todavía más de los árabes afincados en Occidente. Siguen elaborándose apologías, pero ahora se enfrentan a críticas mordaces. Este cambio indica la creciente madurez y autoconfianza. Podría presagiar una mejora en el tono de la política de Oriente Próximo.
La autocrítica abunda en varias facetas teóricas, incluyendo la inmadurez, la avaricia y la hipocresía. Señala las debilidades de los países árabes, la falsedad de sus medios convencionales y la naturaleza insatisfactoria de su vida intelectual. Lo más interesante de todo, sin embargo, son los ataques a cuenta de la tiranía y de la falta de lógica. He aquí una muestra:
Razonamiento ilógico. Los arabeparlantes desentrañan en sí mismos una tendencia a liberarse de las leyes de la lógica. En palabras de un ex ministro egipcio: "la gente aquí piensa con sus emociones más que con sus cabezas".[2] Mohammed al-Ghazali, un importante erudito islámico, observaba que mientras los occidentales "respetan la lógica", los musulmanes no tienen ninguna lógica; ellos esperan en su lugar lograr resultados "a través de los deseos, las visualizaciones y las tonterías".[3]
Hussein Sumaida, el autor iraquí de una entretenida autobiografía, escribe al respecto:
dentro de nuestro extraordinario régimen de lógica, la teoría es creída igual que un hecho. No hay ningún razonamiento analítico intermedio. Mi teoría es mi confesión, por tanto es un hecho… Nuestra lógica no es una línea recta, sino que se curva y se retuerce igual que nuestro argumento. Nuestras nociones de la vida y la muerte no son las de ellos [léase los estadounidenses]; a nosotros nos da risa lo que hace llorar a los estadounidenses.[4]
El rey Hussein de Jordania habla directamente de la necesidad de reducir el componente emotivo en la vida política, y de moderarlo:
Es hora de que nosotros los árabes renunciemos a todo lo malo de nuestras prácticas anteriores y que reconozcamos en general la práctica de desplazar nuestras emociones a gran velocidad entre los dos polos, dando a algunos de los nuestros gran importancia árabe y nacional y heroísmo, y a continuación tacharlos fácilmente de todo lo contrario con sorprendente premura. Eso sale de una postura ajena a la realidad de la responsabilidad firme o del conocimiento de los hechos, o de la valoración oportuna de las circunstancias.[5]
El monarca llama a los árabes penosa, aunque correctamente, a "expulsar de nuestra vida nacional este desagradable comportamiento y condenar al ostracismo a quienes lo practiquen".
Tiranía. Ajmed al-Qasir, articulista egipcio, dice que "la nación árabe se ha visto afectada por regímenes dictatoriales. Estos regímenes se hicieron con el poder a través de la estafa, el engaño y los lemas falsos, y se impusieron por la fuerza a sus poblaciones".[6] Saad El-Shazly, antiguo jefe del gabinete egipcio, escribe que "el poder en el mundo árabe tiende a ser permanente: solamente acaba con la muerte — normalmente asesinato o golpe de Estado".[7] Hisham Djaït, el intelectual más conocido de Túnez, habla de un orden árabe "frígido, deprimente y prácticamente podrido".[8]
Las críticas más duras se reservan a los estados policiales que dominan tanto del mundo arabeparlante. "Las tumbas de los muertos siguen abiertas en el mundo árabe",[9] escribe Makiya en 1994. El distinguido autor Jabra Ibrahim Jabra entra en detalles:
Desde el Golfo Árabe [léase el Golfo Pérsico] al Océano Atlántico yo escucho un grito. Escucho lamentos y el sonido de las porras y las mangueras de goma. Capitales y casbas, la policía secreta está en todas partes, en las cimas de las montañas y en los valles por debajo, caballeros de impecable traje civil que van y vienen como miles de augurios de un millar de finales, llevándose a decenas y cientos de personas a centros de gente oscura.[10]
A esto, Isma'il Raji al Faruqi ofrece lo que llama "una crítica islámica" a la sociedad musulmana: "Nadie cuestiona el hecho de que la aplastante mayoría de los musulmanes viven hoy en estados policiales que les niegan sus derechos humanos elementales". Tras enumerar algunas de las transgresiones, Faruqi señala estos ejemplos como "síntomas de grave enfermedad en los sistemas políticos de la mayoría de los países musulmanes".[11]
Algunas autocríticas van más allá y distinguen las semillas de la tiranía en la vida cotidiana. Un kurdo iraquí explica que "Todos somos Saddam", mientras su mujer entra en detalles: "Todos somos dictadores. Nos parece que nosotros tenemos la razón y que todos los demás se equivocan, y cuando llegamos al poder, imponemos nuestra voluntad a todos los demás. Se nos educa en esta postura desde que somos pequeños". [12] Un sirio destaca la tendencia al despotismo: "Si alguno de nosotros llega al poder, será dictador sobre los demás... No escuche la conversación en los cafés, incluida la nuestra, porque no somos más que soñadores torpes y dictadores frustrados". [13]
Hasta los movimientos de oposición reciben su parte de críticas. Un comentario de una cabecera radicada en Londres sostiene que "las oposiciones árabes son corruptas o, al igual que sus regímenes, están vinculadas a potencias extranjeras, o son sangrientas y miserables". [14]
En estas francas palabras reside la esperanza de los árabes.
[1] Kanan Makiya, Crueldad y silencio: guerra, tiranía, levantamiento y el mundo árabe (Nueva York: W. W. Norton, 1993), página 321.
[2] Michael Field, Dentro del mundo árabe (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1994), página 167.
[3] Ash-Sharq al-Awsat, 23 de septiembre de 1990.
[4] Husseín Sumaida con Carole Jerome, Círculo de miedo: mi vida como espía israelí e iraquí (Washington: Brassey's, 1994), página 261.
[5] Televisión jordana, 12 de octubre de 1993.
[6] Emisora de la República Árabe de Egipto, 3 de julio de 1995.
[7] Saad El-Shazly, La opción militar árabe (San Francisco: American Mideast Research, 1986), página 96.
[8] Kanan Makiya, Crueldad y silencio: guerra, tiranía, levantamiento y el mundo árabe (Nueva York: W. W. Norton, 1993), página 251.
[9] Kanan Makiya, "Intolerancia e identidad", según la obra de Fran Hazelton Irak desde la Guerra del Golfo: esperanzas de democracia (Londres: Zed, 1994), página 200.
[10] Jabra Ibrahim Jabra, Al-Bahth 'an Walid Mas'ud (Beirut: Dar al-Adab, 1978), página 249. Citado en anónimo, "Censura en Oriente Próximo: el caso de la literatura árabe", en la obra de Ilán Peleg Patrones de la censura en todo el mundo (Boulder, Colo.: Westview, 1993) página 99.
[11] Isma'il Raji al Faruqi, "La crítica islámica al estatus quo de la sociedad musulmana", en La tendencia islámica, editado por Bárbara Freyer Stowasser (Londres: Croom Helm, 1987), página 235.
[12] Citado por Ayad Rahim, "Posturas hacia Occidente, los árabes y los correligionarios iraquíes", en Irak desde la Guerra del Golfo, página 189.
[13] Al-Muharrir, 31 de julio de 1995.
[14] 'Abd al-Bari 'Atwán, en el Al-Quds al-'Arabi, 16 de noviembre de 1995.
10 de julio de 2003: El columnista Abdalaj Rashid conviene con la idea de que todo hombre es un pequeño dictador, escribiendo en el diario de los Emiratos Al-Ittihad en su edición del 29 de junio de 2003 (traducido por el MEMRI) "La psicología árabe se ha hecho adicta al modelo dictatorial de vida"- Concluye que
todos los pueblos árabes – todos ellos – se han enganchado del todo a la dictadura, la opresión y los regímenes que apalean [a la gente] en sus cabezas con sus zapatos, y les golpean por debajo de la cintura… dentro de cada uno de nosotros hay un pequeño dictador que experimenta gratificación cuando es reprimido por los más fuertes y más brutales que él, y que al mismo tiempo no se abstiene de actuar de igual forma, en su entorno, contra los más débiles y los de posición inferior… de ahí que el oprimido ayer sea el opresor de mañana, el sometido de ayer sea que el que someterá mañana; que el malogrado se convierta en malhechor; el humillado en arrogante.
15 de mayo de 2009: Para consultar más de una faceta del problema de arriba, visite "Recogido en vídeo: la cultura de crueldades de Oriente Próximo".