Washington — Estados Unidos se está enfrascando inadvertidamente en una situación peligrosa en el Sudán. Las relaciones de Washington con el errático régimen de Gaafar al-Nimeiry prosperan en un momento en que su propia población y otros aliados se están distanciando de él. A menos que la presente tendencia se detenga en seco, podrían surgir problemas importantes en el Sudán.
El Presidente Nimeiry llegó al poder por medio de un golpe en 1969 y enseguida se estableció como un magistral táctico. En actos notables de reconciliación, incorporó al gobierno de Jartoum a dos de sus principales detractores, los cristianos y los fundamentalistas musulmanes. En 1972 ponía fin a 17 años de guerra civil en el sur dando mayor autonomía a los cristianos dentro de las secciones que dominan; cinco años después, incorporaba a los fundamentalistas con la promesa de una implantación más estricta de la ley islámica.
Con la paz, los agentes de crédito extranjeros llegaban en torrente a Sudán y ofrecían enormes sumas a cambio de proyectos de desarrollo. Durante unos años, el país experimentó un breve ciclo de crecimiento. Luego llegarían las deudas. El Estado había hecho malas inversiones y enseguida empezó a faltar al pago de las letras. El problema se desbocó rápidamente. Desde 1979, la deuda se ha duplicado o más, hasta alcanzar los 9.000 millones de dólares, solamente a causa del impago de la servidumbre de la deuda; hoy equivale al total de los bienes y servicios producidos en el Sudán por ejercicio.
En lugar de afrontar esta catástrofe. Nimeiry, a partir de finales de 1982, emprendió una serie de medidas cortoplacistas que agravaron enormemente la tesitura económica. Creó la Corporación Económica Militar, con el fin de utilizar los recursos militares para fines comerciales, supuestamente. En realidad, se trata de un mecanismo de enriquecimiento de los oficiales a expensas del sector público, y el Estado ha perdido así recaudación.
Peor aún, Nimeiry destruyó la paz en el sur cristiano al dividir la región en tres provincias; una estratagema patente de divide y gobernarás. Después, en septiembre de 1983, anunciaba de pronto la implantación integral de la ley islámica, alienando al grueso de la población. Los cristianos y los musulmanes no religiosos estaban indignados, hasta algunos fundamentalistas islámicos lamentaban la apropiación del islam por parte del Estado.
El pasado septiembre, Nimeiry imponía un régimen islámico fundamentalista. Por no haber sido juzgados según la ley islámica, 13.000 delincuentes eran puestos en libertad. Por otra parte, más de 1.500 personas eran detenidas bajo cargos de prostitución, consumo de drogas o de alcohol, tras declararse el estado de excepción en abril. Las manos de un buen número de rateros eran amputadas.
Las acciones del Presidente Nimeiry han destruido las esperanzas económicas brillantes en tiempos de Sudán; el sector del petróleo está radicado en el sur. Poco después de que los cristianos reanudaran su rebelión contra el Estado, atacaban instalaciones pertenecientes a la Chevron y obligaban a la empresa a clausurar prácticamente todas sus operaciones. La islamización también importunaba prácticas económicas elementales: Se aboliría la responsabilidad fiduciaria, el cobro de intereses se hacía imposible por ley y el impuesto sobre la renta era reemplazado por un tributo islámico religioso.
Muchas figuras políticas, militares, empresariales, intelectuales y religiosas de referencia que protestaron contra el nuevo régimen están en la cárcel. La oposición a las políticas de Nimeiry se contagió enseguida al extranjero. El gobierno saudí expresó en privado su preocupación y frenó su ayuda al Sudán. Militares egipcios ignoraban oportunamente a Nimeiry en sus recientes intervenciones y anunciaban el apoyo "al pueblo sudanés". Los países de Europa Oriental recortaban programas de ayuda.
Pero América se ha quedado de parte de Nimeiry. Washington proporciona ahora ayuda militar por valor de 45 millones de dólares y asistencia económica por valor de 190 millones. Ha presionado para que Arabia Saudí, Japón y Europa Occidental incrementen la ayuda. Además, ha propuesto una moratoria a la extinción de la deuda de Sudán a 10 años para todos los acreedores. Cuando los rebeldes atacaron las instalaciones de Chevron, América despachó a un equipo clandestino de "evaluación de la seguridad y la ayuda" para ayudar al gobierno a "levantar una instancia eficaz de contrainsurgencia sudanesa".
Las posibilidades de golpe se incrementan a medida que Nimeiry implanta la islamización, y la probabilidad de que un cambio de gobierno cobre un giro antiamericano aumenta a medida que América es identificada más estrechamente como su patrón.
Las fuerzas de la oposición en Sudán siguen suscitando una opinión favorable en América, aunque será menos a medida que pase el tiempo. Por el momento, Nimeiry no es el único amigo de América en el Sudán; nuestros vínculos con el país no han de limitarse a la inquietud por el bienestar de su régimen. Deberíamos de hacer uso de nuestra influencia para obligarle a cambiar de rumbo. Si insiste en seguir adelante con esta locura, nuestra ayuda al Sudán debería de reducirse.