La participación de Siria en la coalición internacional [contra Irak] se tradujo en que el régimen nacionalista y más radicalmente antioccidental de Oriente Próximo se aliaba con Estados Unidos contra un homólogo árabe. Tan sorprendente como fue, la maniobra acarreó múltiples ventajas al régimen Assad — al granjearle mayor libertad de actuación en el Líbano y mejorar de manera dramática sus relaciones con Occidente. La decisión siria se interpreta mejor en el contexto de las dos sorpresas que tuvieron lugar en 1989 y 90.
Las dos sorpresas
1989 vio el deterioro de la Unión Soviética y el final del gobierno comunista sobre la totalidad de Europa Occidental — un doble golpe al régimen sirio. En calidad de principal satélite de la URSS en Oriente Medio, Siria acusó las consecuencias del deterioro soviético en forma de contracción de la venta de armas. Aunque la cooperación militar se prolongaba a nivel superficial — se intercambiaban asesores militares, se compartían instalaciones portuarias, etc. — Siria había perdido a su principal promotor en su apuesta por la paridad estratégica frente a Israel.
La pérdida de Europa Oriental también surtiría un impacto profundo sobre Assad. Además de la desaparición de intercambios comerciales, educativos y militares, la caída del totalitarismo en Europa Oriental hacía temer a Assad, como a los déspotas del resto del mundo, por su propia estabilidad política. Así, tras la caída del régimen comunista de Rumanía, Assad volvía a establecer de pronto relaciones con Egipto, rebajaba el tono de su retórica antiamericana, parecía relajar su postura frente a Israel, auspiciaba los Acuerdos de Taif y adoptaba un buen número de medidas modestas de cara a la liberalización nacional.
La segunda sorpresa llegaría en agosto de 1990, con la invasión iraquí de Kuwáit. Si bien este acontecimiento revestiría implicaciones positivas para el régimen en la misma medida que negativas, la crisis acabó por mejorar la posición de Siria en la región. A nivel militar, la derrota iraquí mejoraba la posición de Siria en el Oriente Árabe. A nivel político, le permitía pasar a adoptar una postura prooccidental sin ningún coste. A nivel económico, acarreaba un beneficio inesperado gracias al acusado incremento de los precios del crudo y la ayuda económica que llegaba a Damasco desde los agradecidos socios occidentales y los países del Golfo.
Siria y el conflicto árabe-israelí
Una vez acabada la guerra, había esperanzas de que Siria participara en un proceso de paz respaldado por Estados Unidos. Esto tenía una importancia capital, dado que no hay posibilidad de cerrar el conflicto árabe-israelí, ni siquiera el conflicto palestino israelí, sin la total cooperación siria. Por desgracia, a pesar de sus sonrisas hacia Occidente, los sirios siguen siendo esencialmente intransigentes en la materia. Si bien habían renunciado a su insistencia en la celebración de una "conferencia internacional" estrictamente y demostrado cierta disposición a ir más allá de acabar solamente con la beligerancia del Estado, viene produciéndose un enrocamiento de la cuestión de las soluciones a medias, exigiendo ahora Damasco la resolución del problema palestino antes de su conciliación con Israel. Además, ni Siria ni Israel parecen dispuestos a cerrar un acuerdo en torno a los Altos del Golán, y sin un acuerdo así no puede haber paz entre los dos países.
La tesitura nacional del régimen alauita, integrado por una minoría reducida y muy despreciada, es ahora tan firme como antes de la guerra, por no decir más. El régimen de Assad gobierna a la que es quizá la población árabe más antisionista de Oriente Próximo al margen de los propios palestinos, y su retórica contra Israel es imprescindible. La alianza de Siria con la coalición estadounidense manchaba las credenciales anti-imperialistas del régimen, encareciendo todavía más que antes los movimientos de cara a la paz con Israel.
La política estadounidense hacia Siria
Si bien es cierto que hay mucho que ganar de la mejora de las relaciones con Siria, nosotros hemos de seguir ese objetivo dentro de nuestros propios términos. El Secretario de Estado James Baker viene concediendo a Assad el beneficio de la duda desde agosto de 1990, y aunque esto puede ser útil y necesario, la realidad sigue siendo que los sirios necesitan a Estados Unidos más que Estados Unidos a los sirios. Ostentamos ahora una enorme influencia sobre los países de la URSS y del Golfo — dos fuentes que tradicionalmente han fomentado y financiado la proliferación militar del régimen. Estados Unidos puede ahora valerse de presiones económicas como medio de influenciar la política siria, tanto en las relaciones con Israel como en un buen número de cuestiones más, terrorismo y derechos humanos incluidos.