¿Están los Árabes preparados para la paz con Israel?. En una investigación realizada hace dos años, Hilal Khashan de la American University of Beirut demostró que no lo estaban. Más del 90 por ciento de los Musulmanes Libaneses, Sirios, y Palestinos de la diáspora, informó, consideraban la paz como una medida interina, algo útil para permitirles ganar tiempo para reorganizarse y atacar a Israel más tarde. Lo que es peor, halló que ni un sólo encuestado dio una justificación positiva para la paz con Israel.
Desde entonces, mucho ha cambiado en la "calle" Árabe. La pared de rechazo se ha derrumbado, y ha sido sustituida por un conjunto de actitudes bastante más sutiles. Mientras que complejos, incluso confusos, estos cambios merecen la atención cuidadosa de cualquier persona preocupada por poner fin al conflicto Árabe - Israelí.
El número de Junio de 1995 del Middle East Quarterly contiene informes sobre dos encuestas: Uno es una actualización del Profesor Khashan, el otro es un destilado (por Lauren G. Ross y Nader Izzat Sa'id) de quince encuestas de opinión pública realizadas mensualmente por una organización Palestina en el West Bank y Gaza. Aunque hacen cuestiones absolutamente diversas a dos poblaciones distintas, las encuestas mandan un único mensaje: mientras que muchos Árabes ahora aceptan negociaciones y tratados formales de paz con Israel, continúan abrigando un antagonismo fuerte contra los Israelíes. Examinemos cada uno de estos elementos por separado.
Aceptan las negociaciones y los tratados. La realidad de líderes Árabes que hablan de paz con Israel se está asentando en Oriente Medio. Donde una vez los Árabes se opusieron a la Declaration of Principles firmada en el césped de Casa Blanca, la catarata de información sobre la paz con Israel desde 1993 ha inducido a muchos de ellos a aceptar las negociaciones. Entre los Sirios, por ejemplo, la aprobación de las conversaciones de paz ha aumentado desde el 28 por ciento al 45 por ciento - un cambio llamativo en un período tan breve. Entre los Palestinos residentes en Amman, el apoyo ha subido por encima del doble, del 26 por ciento al 63 por ciento.
Además, en torno al 40 por ciento de los Palestinos en el West Bank y Gaza apoyan las negociaciones. Su número es probable que crezca, porque casi el 30 por ciento del resto son indecisos, incluyendo muchos pragmáticos que se resisten a dar su apoyo hasta que ven resultados tangibles.
Mantienen el fuerte antagonismo. Sin embargo, estos cambios esperanzadores no significan el final de la animadversión Árabe contra los Israelíes. Las negociaciones y los acuerdos formales siguen aislados en la arena política, sin ningún cambio básico en sus actitudes, emociones, o acciones. La encuesta de Khashan demuestra que el 87 por ciento de los encuestados creen que Israel persigue paz con motivos ulteriores, por ejemplo para alcanzar la supremacía económica, hacerse con el control de los recursos hídricos, o establecer un "Gran Israel". Ross y Sa'id concluyen que el 70 por ciento de los Palestinos en el West Bank y Gaza dudan que los Israelíes sean serios sobre lograr la paz. De manera consistente con estas profundas suspicacias, el 65 por ciento de los Árabes de Levante dicen que abandonarían la paz si Israel fuera debilitado, y el 39 por ciento de los Palestinos todavía apoyan la destrucción total de Israel.
La hostilidad es penetrante. Mayorías abrumadoras de encuestados en Levante rechazan ver la historia desde la perspectiva Israelí (94 por ciento) o enviar a sus hijos a una universidad Israelí (93 por ciento). Los Palestinos muestran un antagonismo incluso más fuerte. Un 46 por ciento completo de los encuestados apoyan los ataques armados contra blancos Israelíes; entre simpatizantes de Fatah - en otras palabras, los que apoyan las negociaciones con Israel - un asombroso 40 por ciento apoya tal violencia. Un abanico de población Palestina, en otras palabras, aboga tanto por el proceso de paz como por la violencia contra Israelíes.
Claramente, esto significa que el apoyo al proceso de paz no señala un cambio de corazón en las actitudes Árabes contra Israel. Muchos partidarios de la paz están mintiendo simplemente por debajo hasta que Israel se debilita militarmente. Sí, parecen estar diciendo, nos damos cuenta de que no hay otra opción aparte de la reconciliación oficial con Israel; Aceptamos eso. Pero no, no obraremos recíprocamente con los Israelíes - de hecho, continuamos viendo la violencia contra ellos como legítima.
Esta bifurcación de la opinión tiene tres implicaciones directas para la diplomacia de los Estados Unidos:
Reducir la fractura en la política Israelí. El Partido Laborista de Israel acentúa el lado positivo de las relaciones con los Árabes casi hasta la exclusión del negativo; Likud lo hace el revés. El término medio de ambivalencia e incertidumbre apenas existe actualmente, y aún con todo es el enfoque más constructivo. Más que alinearse con un partido (Laborista) contra el otro (Likud), los líderes Americanos deben utilizar su influencia para inyectar el equilibrio y ayudar a encontrar un punto común real.
Presionar a los líderes Árabes para que impulsen la reconciliación. "La paz verdadera requiere más que el reconocimiento mutuo en el nivel político", ha escrito Khashan; "Requiere una reconciliación de corazón, una aceptación de la necesidad de comprometer metas y aspiraciones incluso en el ámbito del individuo". Desdichadamente, los medios Árabes ni discuten el tema de la paz sino que la condenan de plano, dificultando que los Árabes se formen impresiones positivas sobre las intenciones Israelíes. Virtualmente todos los regímenes Árabes, incluyendo la Autoridad Palestina, controlan su prensa, materiales educativos, y otros vehículos de opinión. Por deplorable que sea la existencia de esta situación, existe, así que tenemos que empujarla en el sentido positivo animando a los líderes Árabes a utilizar estos recursos para pedir la reconciliación con Israel.
Fortificar los lazos Estados Unidos - Israel. Dejar claro que Israel ha llegado para quedarse. A menos que las poblaciones Árabes perciban a Israel no sólo como poderoso sino como imbatible, su sueño de destruir el estado Judío continuará vivo. Los fuertes lazos entre los Estados Unidos e Israel van mucho más allá de esta impresión, así que éstos se deben mejorar constantemente. Bajo este prisma, la acción del congreso de mover la embajada de los Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, lejos de impedir el proceso de la paz, le da un impulso importante.