Una colosal discusión ha arreciado desde la firma del acuerdo de Oslo en Septiembre de 1993. Los comprometidos con la seguridad de Israel han discrepado intensamente entre ellos mismos acerca de si las políticas de nuestro país nos conducen hacia la paz o hacia una nueva guerra. Ahora, gracias a los dramáticos progresos recientes en el Líbano, esa discusión está a punto de ser saldada. Antes del final del 2000, un lado estará en lo cierto y el otro lado no.
La Izquierda argumenta que Israel debería dar a sus enemigos todo de lo que puedan reclamar legítimamente: el Líbano, los Altos del Golán, un estado Palestino en el West Bank y Gaza; entonces, respaldados por una fuerte oposición al mayor uso de la fuerza, se puede esperar que en adelante vivan pacíficamente con el estado Judío. Para que quede claro, lo desagradable continuará (declaraciones antisemitas, celebración de los asesinos de Judíos, hablar de eliminar Israel), pero la Izquierda cuenta con el poderoso ejército de Israel para asegurarse de que estas intenciones hostiles sigan sin ser operativas.
La Derecha teme que las concesiones unilaterales no reduzcan la enemistad con Israel sino que sean correspondidas con violencia - alimentando más violencia. La Derecha ve los sentimientos anti-Israel no como sueños ineficaces sino como declaraciones operacionales de intención. En cuanto al ejército de Israel, es poderoso sobre el papel pero su utilidad es reducida por un bajo estado de moral nacional y por una repugnancia a incurrir en más bajas. Los enemigos de Israel entienden esto y perciben a Israel como débil y vulnerable, y es por lo tanto más probable que recurran a la fuerza para imponer su voluntad sobre Israel.
El optimismo de la Izquierda y el pesimismo de la Derecha a través de los años se reducía sobre todo a la Autoridad Palestina y a Siria. El debate acerca de la política fue dando tumbos porque Israel nunca dio a Yasser Arafat ni a Hafez Assad todo lo que exigieron. Esto significó que ni la Izquierda ni la Derecha podrían de manera creíble aseverar la corroboración de sus puntos de vista. Elaboraron sencillamente las mismas discusiones, incapaces de obtener la prueba definitiva de sus discursos.
Pero, tan pronto como en la mañana del 24 de Mayo, el círculo se cierra. En esa fecha, Israel se ha esforzado escrupulosamente por cumplir la Resolución 425 de las Naciones Unidas evacuando a todos sus soldados de territorio Libanés y volviendo a la vieja frontera internacional. Entonces, al completar el programa de la Izquierda, el Primer Ministro Ehud Barak advirtió fuertemente a sus supuestos agresores a desistir ("Disparar a soldados o a civiles dentro de nuestras fronteras será visto como un acto de guerra que hará necesaria una respuesta en concordancia").
¿Qué harán ahora los enemigos de Israel en el Líbano (Siria, Irán, Hezbolá, los grupos Palestinos radicales)?. La Izquierda cuenta con que ellos recompensarán a Israel por su retirada completa viviendo en silencio pared con pared. La Derecha espera que construyan su victoria en el Líbano meridional desplazando la batalla al Israel del Norte. Ambos panoramas tienen fuertes implicaciones.
Si la frontera Libanesa sigue estando tranquila, los Israelíes pueden concluir que la política magnánima funciona. Los escépticos (como yo) tendrán que reconocer que lo que ellos supusieron que eran concesiones unilaterales hechas por un estado con moral baja eran de hecho un acercamiento sutil y eficaz a la resolución del problema. Israel habrá demostrado que realmente puede terminar su conflicto fijando metas razonables y cumpliéndolas.
Pero si la frontera Libanesa sigue estando activa, con cohetes, terroristas, u otras formas de agresión dirigidas contra Israel, entonces la política de Israel desde 1993 habrá demostrado ser una quimera - un caso de optimismo a ultranza, quizá incluso de autoengaño. Aquellos que impulsaron este enfoque (el primero entre ellos, la Administración Clinton) estarán moralmente obligados a admitir que respaldaron una política fracasada, y a adoptar un acercamiento más convencional y mucho más duro para solucionar el problema de la agresión Árabe contra Israel.
Lo que suceda en el Líbano también afectará a las relaciones Palestinas y Sirias con Israel. Tienen una opción: Pueden satisfacer las expectativas de la Izquierda - es decir, observar que Israel se propone tratarlo con justicia, respetar el arsenal de Israel, y acordar vivir como buenos vecinos. Esta conclusión conducirá a un difuminado del baño de sangre junto a un renacimiento de los caminos diplomáticos Palestinos y Sirios.
Pero si, como la Derecha predice, los Palestinos y los Sirios concluyen del conflicto Libanés que el empleo de la violencia funciona, las negociaciones vacilarán y emularán a los Libaneses recurriendo al terrorismo y a la confrontación.
En pocas palabras, este es un punto de inflexión en las relaciones Árabe - Israelíes, en términos de resolver el debate Israelí y de esbozar las líneas principales de la futura política Árabe.