En su corta historia, Israel se ha ocupado de sus enemigos a lo largo de dos líneas doctrinales muy distintas.
Desde 1948 hasta casi 1993, desalentó a los opositores a que tomasen medidas hostiles amenazando con respuestas dolorosas.
Esta doctrina tiene un nombre bien conocido: disuasión.
La disuasión funcionó bien para Israel, ganando la paulatina aceptación de sus enemigos a lo largo de un período de 45 años. Pero la disuasión también tenía muchas desventajas, al ser lento, caro, y pasivo. Era también duro e internacionalmente impopular.
Alrededor de 1993, los Israelíes se cansaron de la disuasión en favor de una doctrina que tenía el atractivo de ser más rápida, más barata, más activa, más apacible, y más aceptable por todo el mundo. Más que amenazar a los enemigos, esta nueva política tiene tres elementos principales, que son básicamente los mismos estén los Laboristas o el Likud al cargo.
Primero, concede en los Árabes lo que Israel juzga que pueden demandar legítimamente. Con este espíritu, dieron a los Libaneses una evacuación completa de fuerzas Israelíes de su territorio; los Palestinos tienen autonomía y miran ya hacia adelante a un estado propio; Los Sirios necesitan solamente decir "sí" para encontrar todos los Altos del Golán bajo su control.
En segundo lugar, aunque Israel requiere formalmente que sus socios de negociación firmen acuerdos, apenas insiste en su cumplimiento. No ha tomado ninguna medida seria para hacer cumplir la prohibición de la retórica de la jihad, para hacer que se detenga a los terroristas, o para restringir el tamaño del arsenal Palestino.
Tercero, debe haber una indicación que no se tolerará más violencia.
Una lógica sutil subyace a esta doctrina: El cumplimiento generoso por parte de Israel - de hecho, casi unilateralmente - de lo que los Árabes desean, mas ignorar los actos de provocación y las declaraciones agresivas, se hace con la perspectiva de establecer desarrollo económico y una atmósfera más amistosa, inculcando así a los Árabes una perspectiva menos radical y más asentada, que conduzca, a cambio, a mejores relaciones con Israel.
La vieja doctrina fue llamada disuasión; ¿tiene la nueva un nombre?.
Bien, sí, lo tiene. Se llama satisfacción.
Por temor a que esta caracterización parezca injusta, he aquí - de la prestigiosa Enciclopedia de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos - una descripción objetiva de la satisfacción como término utilizado antes de la primera mitad de los 30. Hasta entonces, aprendemos, "se refirió principalmente a concesiones oportunas a naciones contrariadas cuyas quejas tuvieron alguna legitimidad, con la esperanza de desactivar dificultades y promover la paz y la buena voluntad. La actuación desde una posición de fuerza, del poder que apacigua era motivada no por temor ni debilidad sino por un sentido de hombre de estado y una percepción de que concesiones limitadas no pondrían en peligro sus intereses nacionales esenciales".
¿Suena familiar?. La doctrina describe a Israel con precisión - el sentido de fuerza, la transferencia unidireccional de activos, la naturaleza no-vital percibida de las concesiones.
Pero espera, hay más. La enciclopedia continúa explicando qué sucedió en los años 30. Los líderes de Gran Bretaña y de Francia, desafiados por los regímenes agresivos de Alemania, Italia, y Japón, y perseguidos por recuerdos terribles de la Primera Guerra Mundial, "intentaron reducir la tensión mediante un nuevo tipo de satisfacción que incluyó pasar por alto las violaciones evidentes del acuerdo de paz". Eso describe también a Israel en un golpe.
Y aún más: Las concesiones por Gran Bretaña y Francia "dieron lugar invariablemente a demandas crecientes, a tensiones aumentadas, y a amenazas de guerra". Israel sabe sobre eso también - piénsese en las amenazas de Hezbolá que hielan la sangre en las últimas semanas, repetidas posteriormente por Hamas.
Algunos de los específicos a partir de los años 30 están también abiertamente cerca. He aquí tres: El primer ministro de Gran Bretaña Ramsay MacDonald declaró que la seguridad debe buscarse, "no por medios militares sino por medios morales". Shimon Peres, padre del proceso de Oslo, no hubiera podido decirlo mejor.
Un anterior primer ministro Británico, Neville Chamberlain, viendo la insistencia de Hitler respecto a una parte de Checoslovaquia como "la última exigencia del Führer", estuvo deacuerdo con su toma de ese valioso pedazo del territorio. Recuerda a la política Israelí hacia Siria y los Altos del Golán.
Chamberlain intentó, escribe el eminente historiador Donald Kagan, "ganar la buena voluntad y buen comportamiento Alemanes ofreciendo incentivos económicos". Eso describe bastante la política Israelí hacia los Palestinos.
¿Y el futuro?. Según la misma enciclopedia, "dado que los fracasos sucesivos consolidaron la determinación de los demandantes de tener éxito con la intensificación de sus esfuerzos, una política que fue concebida con objetivos honorables degeneró en una de intrigas y maquinaciones, y, a largo plazo, rendición humillante".
Afortunadamente, Israel está lejos de una humillante rendición y puede mejorar en cualquier momento sus perspectivas abandonando la doctrina condenada de la satisfacción y volviendo a ese viejo recurso seguro, la disuasión. Para aclararlo, la última es lenta, áspera, e impopular. Pero funciona.