A primera vista, parece que la reciente violencia Palestina ha tenido un profundo impacto en la psique Israelí.
La Izquierda ha reconocido su desorientación, en estado de shock tras las acciones del rais de la Autoridad Palestina Yasser Arafat y de los Palestinos. Amos Oz, el famoso autor, habló por muchos al decir que estaba "de alguna manera fuera de combate" en su vieja premisa de que los Palestinos "están tan impacientes como nosotros por alcanzar" una solución al conflicto.
Otros lo dijeron con más énfasis. "Completo fracaso" es como Sarah Ozacky-Lazar, co-directora del Jewish-Arab Center for Peace en Givat Haviva, despacha sus propios esfuerzos de varios años de conciliación Palestino-Israelí.
En líneas similares, el gobierno de Barak se ha embarcado en una especie de búsqueda del alma inusualmente pública. Es raro el funcionario que tan cándida - y puntualmente - no confiesa el error del camino de su gobierno como Nahman Shai, el portavoz del gobierno. Hablando sobre Arafat tras la cumbre Árabe en El Cairo, Shai dijo: "Durante los últimos siete años él era el socio para la paz. Estábamos absolutamente seguros y convencidos de que él iba a hacer las paces con nosotros. Pero en unas cuantas semanas todo se derrumbó, todo fue echado abajo por él".
¿Pero a qué se reduce todo esto?. La implicación lógica de este gran mea culpa sería un cambio en la política, interpretando la violencia del último mes como parte de un intento a largo plazo de eliminar a Israel. Significaría dar puerta a Arafat y a los Palestinos como "el socio para la paz" de Israel, por lo menos para esta generación.
Hay algunas muestras de esto: el Primer Ministro Ehud Barak ha declarado "tienes que estar ciego, tanto en diplomacia como en seguridad, para continuar con las negociaciones como si no sucediera nada".
Pero el verdadero significado de la violencia de Octubre parece, en hecho, no haberse hundido. Los líderes y los votantes Israelíes todavía no quieren sacar las conclusiones necesarias.
Léase al pie de la letra: Barak no ha abandonado de ninguna manera la negociación con Arafat, sólo lo denominó un "descanso… para valorar de nuevo el proceso de paz en respuesta a los acontecimientos de las últimas semanas". Traducción: una vez que los Palestinos paren la violencia, el primer ministro sigue estando listo para regatear con ellos. Para confirmar que el "descanso" está pensado para apaciguar la cólera Israelí, no para señalar un cambio serio en la política, el primer ministro continúa permitiendo la transferencia de casi 10 millones de dólares al mes en pagos de impuestos a la Autoridad Palestina, así como millones de metros cúbicos de agua y de toda su electricidad.
Otros líderes del Partido Laborista están indignados en extremo con este "descanso simbólico". El Ministro de Exteriores Shlomo Ben-Ami replicó que "la vida no se toma un descanso", y desea retomar las negociaciones en donde se quedaron en Julio en Camp David. El Ministro de Cooperación Regional Shimon Peres, el Ministro de Justicia Yossi Beilin, y otros ministros también se han unido a la oposición.
La clase política no es la única en estar embriagada con la ilusión de que más concesiones se ganarán la cooperación Palestina. Una encuesta entre los Israelíes publicada el 13 de Octubre encuentra que el 63 por ciento del electorado todavía quiere que las negociaciones con los Palestinos continúen - un número no muy inferior al clímax de la euforia del proceso de paz.
Israel sufre un amplio abanico de asaltos - niños lanza piedras, "policías" que disparan, soldados linchados o secuestrados, retórica viciosamente antisemita, e instituciones Judías bajo sitio en los cuatro continentes - y responde con un ultimátum falso acompañado de súplicas a que cada uno vuelva a la mesa de negociaciones.
Los errores comenzados en Oslo continúan. Como un gato, Oslo todavía tiene siete vidas, y todavía le restan muchas de ellas. Las fatalidades Israelíes del último mes no han sido bastante para despertar al país de su estupor. ¿Cuántas más muertes serán necesarias?.
Las malas noticias son que Oslo daña activamente a Israel, erosionando sus capacidades de disuasión, y haciendo cada vez más difícil que su gobierno defienda los intereses del país. La violencia no provocada, la falta de respeto político, y las ambiciones entre sus enemigos continuarán, quizá en aumento, mientras la ilusión de que la buena voluntad de los Palestinos se puede comprar aguante.
Las buenas noticias son que el ánimo de comodidad y debilidad de Israel no puede aguantar. A medida que las cosas continúen empeorando, incluso el político de cabeza más dura verá que esa duración, opuesta a la mendicidad de una ocasión para hacer más concesiones unilaterales, es la única estrategia sensata para el país. Los estados democráticos son notoriamente lentos a la hora de defenderse a sí mismos, pero cuando lo hacen, cuidado.