Pobre de quien discrepe de la opinión ortodoxa en Suecia que dice que acoger a una gran cantidad de desahuciados procedentes de países como Irak, Siria o Somalia no es sino una idea generosa y estupenda. Hasta defender públicamente que se permita la emigración desde una civilización extranjera de un punto porcentual al año condena a uno al ostracismo político, social e incluso legal. (Sé de un periodista amenazado con el calabozo por disentir levemente a tenor de esta cuestión). Afirmar en público que existe una cultura sueca digna de conservación es algo recibido con perplejidad.
El gobierno sueco ha abierto la puerta a los refugiados sirios. |
Y aun así, los rigores de la inmigración se evidencian patentes a la vista de todos: dependencia de las ayudas del Estado, prejuicios violentos contra cristianos y judíos y un amplio abanico de patologías sociales que van desde el paro a la violación de móvil político. Por consiguiente, cifras cada vez mayores de suecos acaban optando por abandonar el consenso - a pesar de los riesgos en juego - y temen por el suicidio cultural de su país.
El tabú a tenor de tales posturas se traduce en que con una única excepción, las formaciones políticas apoyan sin fisuras la inmigración indefinida. Sólo los Demócratas Suecos (SD) ofrecen una alternativa: iniciativas tangibles de integración de los inmigrantes vigentes y una reducción de la inmigración futura de un 90 por ciento. A pesar de un pasado neofascista desagradable (que no es algo sin precedentes, a propósito), el SD ha ido ganando respetabilidad progresivamente y ha sido distinguido con el triunfo electoral, al duplicar su representación parlamentaria del 3 por ciento de 2006 al 13 por ciento de 2014, pasando por el 6 por ciento en 2010. Todos los suecos con los que departí durante una visita reciente dan por descontado que el electorado del SD crecerá más, algo que confirman los últimos sondeos.
Si una formación o bloque de partidos ostentara una mayoría sustancial del parlamento unicameral de Suecia, el SD sería prácticamente irrelevante. Pero los dos bloques del Riksdag están equilibrados casi equitativamente. Tres formaciones de izquierdas controlan 159 de los 349 escaños, al tiempo que "la derecha" (las comillas denotan que, desde la perspectiva norteamericana, no tiene nada de conservador) de Alianza por Suecia, que integra cuatro formaciones, ocupa 141 escaños. Esto significa que el SD, con 49 escaños, tiene la llave del poder.
La sede parlamentaria de Suecia (Riksdagshuset) en Estocolmo. |
Pero el SD es considerado anatema, de manera que ninguna formación negocia con él para sacar adelante legislaciones, ni siquiera de camarilla a través de los medios. Tanto la izquierda como "la derecha" aspiran a aislarlo y desacreditarlo. Sin embargo, el SD ha sido la llave para que prosperaran legislaciones cruciales concretas, los presupuestos del ejercicio en particular. En línea con su política de desbancar del poder a cualquier gobierno que se niegue a combatir la inmigración, tumbó un gobierno de Alianza por Suecia a principios de 2014. Las últimas semanas han sido testigo de una repetición de este panorama, cuando el SD se unió a la Alianza en contra de los presupuestos de izquierdas, obligando al gobierno a convocar elecciones en marzo de 2015.
Pero entonces sucedió algo notable: los dos bloques principales no sólo cerraron acuerdos relativos a los presupuestos del ejercicio actual, sino también a los futuros presupuestos y el reparto de las carteras de aquí al año 2022. Las alianzas entre la izquierda y "la derecha" cierran renuncias de manera que no haya que celebrar elecciones en marzo, permitiendo gobernar a la izquierda hasta 2018, relevada probablemente por "la derecha" entre 2018 y 2022. Este cártel político no sólo priva al SD de su papel fundamental sino que, salvo en caso de mayoría absoluta de escaños parlamentarios en 2018, no tendrá ningún papel legislativo relevante durante los ocho próximos años, tiempo durante el cual no se contemplará la cuestión de la inmigración.
Esto no es sino asombroso: para extinguir el debate de la cuestión nacional más polémica, el 86% del parlamento cierra filas marginando al 14% discrepante. Los dos bloques principales apartan sus diferencias ya testimoniales para excluir a la formación populista insurgente. Mattias Karlsson, el secretario del SD en funciones, destaca con precisión que con este acuerdo, su formación se ha transformado en la única oposición real.
A largo plazo, sin embargo, las cosas pintan bien para el SD, que probablemente salga beneficiado de este desmán antidemocrático. Los suecos, acostumbrados a la democracia desde hace mucho, no ven con buenos ojos un acuerdo ajeno a los cauces democráticos que casi seguro anulará sus comicios en 2018. No les gusta su faceta tiránica. Tampoco se toman a bien impedir la valoración pública de una cuestión muy polémica. Y cuando llegue el momento de "hacer limpieza parlamentaria", que siempre llega, los Demócratas Suecos ofrecerán la única alternativa a la esquilmada y atomizada coalición que llevará en el poder ocho largos años – tiempo durante el cual los problemas de la inmigración alarmarán a un número de electores aún mayor.
En resumen, esta maniobra flagrante de exclusión intencionada está desatando el mismo debate que pretendía sofocar. Dentro de no mucho, la cuestión capital del suicidio nacional podría llegar a debatirse en público realmente.
30 de diciembre de 2014: Simon Johnson y Johan Sennero, de Reuters concluyen que el SD no habrá de esperar mucho para beneficiarse del "Acuerdo de Diciembre":
El acuerdo entre las formaciones políticas suecas de referencia encaminado a neutralizar a la extrema derecha y evitar una marea electoral podría salir por la culata, al legitimar como principal formación de la oposición a los Demócratas Suecos y centrar el debate en la inmigración. … "Los Demócratas Suecos tienen un fuerte tirón entre los electores y no me parece que este acuerdo vaya a detenerlo", dice Magnus Hagevi, politólogo de la Universidad Linnaeus. "Si pueden obligar a los votantes a considerarles única formación de oposición, podría granjearles apoyo".
Las encuestas concluyen que uno de cada tres suecos considera antidemocrático el acuerdo, y sitúan el apoyo al SD por encima del 17 por ciento.
2 de febrero de 2015: Escribí arriba que "afirmar que existe una cultura sueca digna de preservación es recibido con desconcierto". He aquí un ejemplo, de la principal figura política socialdemócrata Mona Sahlin: preguntada "¿Qué es la cultura sueca?", responde:
A menudo me hacen esa pregunta y yo no me figuro lo que es la cultura sueca. Me parece que eso es lo que hace que tantos suecos miren a los grupos de inmigrantes con envidia. Tienen una cultura, una identidad, una historia, algo que les une. ¿Qué tenemos nosotros? La noche de San Juan y cosas igual de trilladas.