La pasada semana, el gobierno de Francia auspició una concentración solidaria de duelo en la que un amplio abanico de mandatarios extranjeros y representantes de todas las formaciones políticas se unieron en una "unión sagrada" (término que evoca la Primera Guerra Mundial) contra las masacres perpetradas en la revista Charlie Hebdo y el súper kosher.
Todas las formaciones políticas menos una -- el Frente Nacional (NF) de la secretario Marine Le Pen, excluida supuestamente por no adherir "los valores republicanos". En realidad, la formación fue excluida porque, de forma singular entre las formaciones políticas galas, es contraria a la inmigración; y los políticos franceses temen que el Frente reciba nuevos apoyos a gran escala como consecuencia de las masacres recientemente acaecidas.
Los atentados de París hicieron que Marine le Marine fuera invitada al encuentro con el presidente francés, pero no a participar en su manifestación. |
Siendo yo un liberal clásico de tendencias libertarias, procedente del seno del partido Republicano de los Estados Unidos, celebro la consolidación del Frente Nacional y de muchas otras formaciones difamadas como "la extrema derecha". He aquí la razón:
Es cierto que algunas formaciones europeas tienen realmente un rasgo fascista, el movimiento griego Amanecer Dorado en particular o la húngara Jobbik. Pero los calumniados de paso son en realidad populistas y rebeldes, titulares con frecuencia de programas económicos de izquierdas, sobre todo en lo referente al estado del bienestar. A nivel creativo son de centro, constituyendo un maridaje novel que se nutre entre la derecha y la izquierda tanto de políticas como de apoyos. Representan la reacción saludable, normal, legítima y constructiva de una población tensa. Por otra parte, abordan abiertamente lo que muchos piensan.
Algunos griegos se manifiestan a tenor del otro motivo populista de preocupación: la Unión Europea. |
Por ejemplo, en el caso de las atrocidades más recientes, Le Pen fue como es costumbre la única líder francesa en hablar abiertamente e identificar su origen: "Combatimos una ideología, la del fundamentalismo islamista". En cambio, el Presidente François Hollande mintió flagrantemente: "Los decididos a perpetrar estos actos, estos fanáticos, no tienen nada que ver con la confesión musulmana". (Su primer ministro, Manuel Valls, salió algo mejor parado: "Estamos en guerra… con el islam radical").
Además del francés Frente Nacional, formaciones comparables son el Partido por la Independencia del Reino Unido, el Partido Popular Suizo, el Partido por la Libertad de Austria, Alternativa para Alemania, el Partido Popular Holandés, el Partido del Progreso (Noruega), los Demócratas Suecos, el Partido de los Verdaderos Finlandeses y – al frente del grupo – el Partido por la Libertad (Holanda) fundado por Geert Wilders, a quien considero el político más importante de Europa.
El PEGIDA ha montado manifestaciones multitudinarias en Alemania, sobre todo en Dresden. |
Dos motivos de preocupación encabezan sus programas: el islamismo y la Unión Europea. La Unión Europea suscita reacciones negativas por un amplio abanico de motivos – los británicos desean abandonar la Unión, los alemanes quieren destinar menos al resto, los griegos quieren menos austeridad: todos se sienten oprimidos por el experimento supra-nacional que arrancó modestamente en 1951 como Comunidad Europea del Carbón y el Acero. Solamente los bien remunerados euroburócratas y la clase alta, aislados de los rigores de la vida cotidiana por mullidos colchones, sostienen que las cosas van bien.
A tenor del islamismo, la respuesta por toda Europa está unificada. Desde España hasta Noruega se oye que hay demasiados inmigrantes, demasiado aperturismo, demasiada discriminación positiva, demasiadas patologías sociales, demasiada supremacía islámica, demasiada sharía (ley islámica) y demasiada violencia. Cada vez más europeos temen al islamismo, lamentan la desaparición de su cultura tradicional y les preocupa el futuro de sus hijos.
Las formaciones tradicionales, los medios convencionales y el escalafón académico practican una campaña de denigración, marginación y condena al ostracismo de estas formaciones con el fin de excluirlas, como si fueran los nuevos Nazis. Esto es peligroso e inútil. Peligroso porque, negados la aceptación y el respeto, los integrantes de estas formaciones van a tener más tendencia a manifestarse a través del extremismo y la violencia. Inútil porque las filas de esta legión van a prosperar de forma inexorable. Por ejemplo, los Demócratas Suecos han visto duplicarse sus votos en cada una de las cuatro últimas elecciones. Los sondeos concluyen que Le Pen y Wilders encabezan las encuestas en sus respectivos países. A medida que ganan nuevos conversos, muchos van a tener dentro de poco una voz relevante entre los socios europeos.
En lugar de dedicarse a colgar sambenitos y de las tentativas de marginación, las instituciones asentadas deberían invitar a las formaciones populistas a moderarse, sofisticarse y ser partícipes incondicionales del mecanismo político. Aunque tiendan a ser indisciplinadas, con ciertos elementos inaceptables y paranoicos, aprenden sobre la marcha y de forma errática se vuelven progresivamente más reputadas. Sí, muchas de ellas vienen de dudosa extracción – pero también muchas formaciones asentadas en países como Francia o Suecia.
Tanto si incordian como si no, es la hora de los rebeldes. El futuro de todos los aludidos será mejor si nos anticipamos a su descontada relevancia con la cooperación del escalafón político, no mediante la difamación. Merecen normalización y respeto.