Allá por Diciembre avisé en estas páginas de los "vientos de la guerra" que soplan en Oriente Medio. Hace algunos días, la diputada Israelí de extrema Izquierda, Naomi Chazan, repitió mi advertencia en estas mismas páginas, utilizando la misma expresión Inglesa.
Pero entendemos los peligros de manera algo diferente. Para ella, el peligro proviene de "el fracaso del alto el fuego y la ausencia total de movimiento en el frente diplomático". En contraste, acentué la "desmoralización Israelí de los últimos siete años, que ha reimpulsado el exceso de confianza Árabe". Recomendamos políticas diametralmente opuestas, no es sorprendente. La solución de Chazan descansa en restablecer lo que llamo "la amabilidad de Oslo" - pasar por alto la violencia Palestina, promover la economía Palestina, retirarse de los territorios, y ahora también reconocer un estado Palestino.
¿Pero no hemos visto ya esta película?. La amabilidad de Oslo entre 1993 y el 2000 trajo a Israel a su actual lío. Árabes e Iraníes veían cómo la mayoría de la población de Israel clamaba por entregar el territorio a cambio de desechos de papel y (correctamente) concluyó de esto que la moral en el estado Judío se había erosionado profundamente.
También (incorrectamente) concluyeron que el estado era por lo tanto militarmente vulnerable. Con esto, la aceptación desagradable de que Israel era ganador de entre muchos de Oriente Medio, vía seis guerras y seis victorias, fue deshecha rápidamente. Conforme Árabes e Iraníes olían la sangre, su ambición de eliminar Israel, previamente en remisión, resurgió rápida y extensamente.
Las encuestas muestran su extensión. El Media and Communication Center (bajo control Árabe) reveló en Junio que el 46 por ciento de los Palestinos quieren que la violencia actual conduzca a la "libertad de toda Palestina" - palabras en código para la destrucción de Israel. Una encuesta casi simultánea de la Universidad Bir Zeit encontró que un 72% de los Palestinos apoyaban la "liberación" de Israel.
Estas resucitadas esperanzas han levantado una fiebre de guerra Árabe evocadora de los días terribles de Mayo de 1967. Ze'ev Schiff, decano de los correspondientes militares Israelíes, piensa lo mismo, al igual que "en la víspera de la Guerra de los Seis Días, los líderes Árabes están publicando amenaza tras amenaza contra Israel, revolviendo en sus propias pasiones y en las de sus audiencias". Unos cuantos portavoces Árabes de mente sobria comparten esta preocupación. "Es 1967 de nuevo" es el título del artículo de un disidente que sale de Damasco, lleno de preocupaciones de repetir el desastre.
A menos que Israel envíe señales claras de fuerza, el combate actual al filo del sable podría, al estilo de 1967, conducir inadvertidamente a otra guerra total.
Aunque fue elegido precisamente para enviar esas señales de fuerza, Ariel Sharon comenzó su puesto de primer ministro continuando inesperadamente con la respuesta pasiva de sus antecesores ante la violencia Palestina (aunque esto ha cambiado algo en los últimos días).
Cualquiera que sean las razones de Sharon para la inactividad - ganar el favor Occidental, mantener su gobierno de coalición, redimir su reputación - una política tan suave tiene implicaciones importantes. Si incluso el más temido de los líderes Israelíes absorbe la muerte de 21 jóvenes sin respuesta, confirma la creencia de que Israel no es nada más que un "tigre de papel". O, en la metáfora evocadora del líder de Hezbolá, es "más débil que una tela de araña".
Para combatir esta opinión, Israel necesita tomar medidas más activas. Con la aprobación del Brig.-Gen. (jubilado) Effi Eitam y Steven Plaut de la Universidad de Haifa, he aquí son algunas sugerencias. Enterrar a los terroristas suicidas en campos de urnas en lugar de entregar sus cuerpos a los parientes (quiénes convierten sus entierros en manifestaciones alocadas). Congelar los activos financieros del rais de la Autoridad Palestina Yasser Arafat, la OLP, y la AP. Evitar que los funcionarios de la AP (Arafat incluido) vuelvan a la AP. Impedir todo transporte de gente o mercancías fuera de necesidades básicas. Cerrar las herramientas de la AP.
Después: implementar la pena de muerte contra asesinos. Capturar armas de la AP y cerciorarse de que no llegan nuevas. Reocupar las áreas desde las cuales se dispara fuego o morteros. Peinar las oficinas ilegales de la AP en Jerusalén, su infraestructura de seguridad y las aldeas desde las cuales se lanzan los ataques. Capturar o disponer de otra manera de la cúpula de la AP. Llegar a distintos acuerdos con cada ciudad o villa Palestina.
A Sharon, en pocas palabras, no le faltan opciones. La parte difícil es encontrar la voluntad política para ejecutarlas.
Las lanzas están en alto. A menos que Israel tome medidas para disuadir a sus enemigos potenciales reafirmando su imagen fuerte, la fiebre de la guerra de hoy podría conducir a la guerra de mañana.
Para ayudar a evitar tal guerra, el mundo exterior (y especialmente el gobierno de los Estados Unidos) deben hacer dos cosas: terminar su repetición del mantra ilógico de "no puede haber solución militar a este conflicto" y, en su lugar, impulsar a Sharon a tomar las medidas necesarias para resucitar la reputación una vez temible de Israel.