Con puntualidad casi de reloj, la diplomacia Sirio - Israelí sale en las noticias cada pocos meses. Invariablemente, es alguna una nueva oferta, y viene casi siempre del lado Israelí. Más recientemente, en una reunión con el Presidente Clinton y dirigiéndose a una sesión conjunta del Congreso, el Primer Ministro Shimon Peres reiteró la intención de su gobierno de retirarse de los Altos del Golán.
Después, con igual regularidad, el tema desaparece durante varios meses. Este patrón extraño plantea la pregunta: ¿Están Jerusalén y Damasco acercándose milimétricamente a un acuerdo de paz, o su esfuerzo de cuatro años de hacer las paces está atascado?.
La respuesta, de hecho, es sí y sí. Las negociaciones han hecho un gran progreso, zanjando diferencias hasta proporciones muy manejables. Al mismo tiempo, la firma de un tratado Sirio - Israelí de paz parece tan remota como siempre.
En el lado positivo, los gobiernos Sirio e Israelí -- a pesar de sus relaciones tensas -- han establecido reservadamente el contorno general de un acuerdo de paz. En las cuatro áreas principales de negociación, las dos partes no tienen ninguna diferencia profunda.
Grado de la retirada Israelí de los Altos del Golán: Sobre esta cuestión clave, las dos partes apenas discrepan. Peres ha dicho que "Los Altos del Golán es tierra Siria, y nos sentamos en tierra de los Sirios"; ha dejado claro que, en el contexto de un acuerdo completo y sujeto a un referendum nacional, abandona los Altos. La única pregunta es por dónde discurrirá la frontera futura exactamente. Los Israelíes insisten en la frontera del Mandato (o internacional) de 1923; El Presidente de Siria Hafiz al-Asad exige una retirada a la frontera del 4 de Junio de 1967. La diferencia entre estas dos es de apenas 25 millas cuadradas -- difícilmente un motivo de ruptura de un trato.
Calendario de la retirada Israelí: Jerusalén comenzó con un objetivo de ocho años en tres etapas mientras que Damasco habló de una retirada total en seis meses. A comienzos de 1995, una parte había retrocedido hasta cuatro años y la otra había avanzado dieciocho meses. Un compromiso aquí -- con respecto a la retirada de tres años del Sinaí acordada con Egipto -- parece probable.
Acuerdos de seguridad (es decir, prevenir un ataque sorpresa contra Israel): Los Altos del Golán tienen gran valor práctico para Israel y gran valor simbólico para Asad (quién era ministro de defensa Sirio cuando se perdieron en 1967). Con respecto a la cuestión de la desmilitarización, los Sirios comenzaron con una petición de simetría exacta mientras que los Israelíes buscaron una proporción nueve a uno. A mediados de 1995, los Sirios ofrecieron una proporción de diez a seis y la rebaja estaba en marcha. El asunto de que Israel mantenga una estación de detección o dos en el Monte Hermon sigue siendo altamente discutible. Lo último que Yitzhak Rabin declaró fue que "en este tema no habrá compromiso", mientras que Asad dejó igualmente claro que tenía que tener a todo Israelí fuera del Golán. Asad hizo alusión, sin embargo, que aceptaría vigilancia aérea Israelí.
Normalización: Jerusalén exige la normalización completa tras la primera etapa de la retirada. Rabin definió una vez esto incluiría "una Embajada Israelí en Damasco, una Embajada Sirio en Israel, un autobús regular Israelí hasta Aleppo, turistas Israelíes en Homs, naves Israelíes en Tartus, aviones de El Al aterrizando, y lazos comerciales y culturales -- todo, y en ambas direcciones". Asad rechazó inicialmente discutir la normalización, diciendo que esto seguiría solamente tras una retirada completa. Con el tiempo, hizo dos concesiones. Primero, señaló que Israel recibiría mucho de lo que busca, hablando en una ocasión de "paz normal, del tipo que existe entre los 187 países del mundo" y en otra sobre "buenas relaciones con Israel, como las tienen Egipto y Jordania". En segundo lugar, acordó establecer relaciones diplomáticas de bajo nivel después de una primera retirada parcial de las fuerzas Israelíes.
Solamente diferencias de relativamente menor importancia pueden separar a ambas partes, la clase que se podría tratar en cuestión de semanas o quizá meses; no obstante, un acuerdo Sirio - Israelí no parece probable entonces o, de hecho, siempre y cuando Hafiz al-Asad permanezca en el poder.
Aquí nos adentramos en el reino de la especulación: Asad domina totalmente su gobierno y ningún extranjero conoce sus intenciones exactas. Todo lo que podemos hacer es escudriñar su historial e interpretar sus últimas acciones. Pueden ser leídas de dos maneras opuestas: que él busque una paz duradera con Israel o que él desee solamente aparentar buscar tal paz.. Lo segundo le parece a este observador más probable.
La clave de este razonamiento es que Asad no es conocido por los Musulmanes del mundo como un compañero creyente. En su lugar, lo ven como un `Alawi, un adherente de una religión post - Islámica pequeña, secreta, que se encuentra casi exclusivamente en Siria. Esta filiación convierte a Asad en un forastero en su propio país. Los `Alawis han gobernado Siria desde 1966 y han despertado gran resentimiento por parte de la población mayoritaria Musulmana Sunní.
Como minoría pequeña, los 'Alawis temen no poder gobernar indefinidamente contra los deseos de casi el 70 por ciento de la población. De alcanzar el poder la mayoría Sunní resentida, exigiría probablemente una venganza terrible. De todos modos, ése es el temor que los `Alawis expresan en privado. Para asegurar la supervivencia de su comunidad, Asad debe ser un pragmático que persigue intereses más que ideales. En su espíritu, parece perseguir dos principales metas: controlar Siria durante su propia vida, después pasar el poder a su familia y co-religionarios.
Por consiguiente, el régimen de Asad enfoca las relaciones exteriores no tanto bajo la perspectiva de alcanzar menos metas abstractas como para sobrevivir. Hace lo que sea necesario para permanecer en el poder, tanto si eso significa comenzar una guerra contra Israel como si significa convertirse en un aliado Americano. Los verdaderos intereses Asad no se refieren a ideología sino a interés propio. Una política como el anti-Sionismo es un instrumento, no un fin en sí mismo.
En este contexto, la paz con Israel plantea tres amenazas. Primero, enajenaría a sectores clave tales como el personal militar y de seguridad, los miembros del Partido Ba`th y los empleados de gobierno, la mayoría de los cuales parece tener aversión a la paz que la ruptura causaría.
En segundo lugar, otros Sirios (especialmente los hombres de negocios y los liberales) pueden albergar grandes esperanzas de paz que vayan más allá de relaciones con Israel. Entienden que significaría que su país abandonaría el gobierno totalitario, con su represión, pobreza, y aislamiento, y se movería al campo Americano. Como un profesor joven en la Damascus University lo expone, "esperamos la democracia si viene la paz". Asad teme probablemente que la perestroika le haga a él lo que hizo con sus colegas del Este Europeo -- hacer que pierda el control.
Tercero, Asad ha confiado en las herramientas de estado policial a través de su reinado de veinticinco años. La perspectiva de mayor apertura, más democracia, e incluso de multitudes de turistas Israelíes en los rincones de Aleppo debe asustarlo terriblemente. Teme seguramente que tales cambios pusieran en peligro la posición de su familia y de la comunidad 'Alawi.
Si de hecho no busca la paz con Israel, ¿por qué, entonces, el Presidente Sirio persigue las negociaciones con Israel de una manera aparentemente seria?. Después de todo, él se ha colocado a una distancia llamativa de un acuerdo de paz.
Con toda probabilidad, él negocia como manera de mejorar su situación en Washington. Mientras que la paz en sí misma sólo supone problemas, el proceso de paz trae muchas ventajas. La meta de Asad, entonces, no es la paz sino un proceso de paz. Él participa en negociaciones sin pensar que den fruto. Meterse en negociaciones serias en apariencia le granjea mejores relaciones con Occidente sin tener que abrir su país. Puede guiñarnos un ojo mientras mantiene sus lazos con Irán y da cobijo a una amplia gama de grupos terroristas. Brinda resultados ocasionales (por ejemplo su llamada la semana pasada al Sr. Clinton o el almuerzo de después con Shimon Peres) pero no cambia la sustancia.
Este enfoque funcionó de la mejor manera posible cuando el Likud estaba en el poder, porque se podía confiar en el gobierno de Yitzhak Shamir para mantener una línea dura. Las cosas se complicaron más cuando los Laboristas llegaron al poder en 1992 y tomaron su decisión histórica de devolver virtualmente todo el Golán. Frente a tal flexibilidad, Asad ha vuelto a su táctica del atasco. Comprender la falta de interés de Asad en una resolución con Israel ayuda a despejar varios misterios, por ejemplo, por qué, hasta los últimos días de 1995, sus negociadores se reunieron con sus homólogos Israelíes en una única ronda formal de conversaciones en doce meses; por qué rechaza inequívocamente dar señales de sus buenas intenciones a la población Israelí; y por qué dice no ver diferencia alguna entre un Laborista y un gobierno del Likud en Israel.
Que la clave del proceso de paz no sea mejorar las relaciones con Jerusalén, sino con Washington hace a Asad susceptible de presión Americana. La política de los Estados Unidos debería explotar sus temores para que vea cumplir los deseos Americanos como la mejor manera de mantener a su gente y a su familia en el poder. Washington debe abandonar su suavidad política de más-en-teoría-que-en-la-práctica hacia Damasco que ha tenido lugar desde 1984, y en su lugar adoptar un acercamiento mucho más contundente.
Un líder autoritario como Asad responde a las presiones, no a los gestos de buena voluntad o a los discursos. Cuando Asad se implique en actividades contrarias a los intereses Americanos, necesita oírlo. Cuando él haga algo correcto, Washington debe expresar menos placer. En lugar, con más equilibrio, debe decir "Gracias; ¿qué nos vas a dar a continuación?". Al oír estas palabras, preocupado por las acciones hostiles que pudieran ir a continuación, Asad hará probablemente concesiones verdaderas a las sensibilidades e intereses Americanos, incluyendo quizá progreso real en un tratado de paz con Israel.