Bramé contra el acuerdo de Viena del 14 de julio porque podría hacer un daño incalculable a EEUU y a sus aliados. Dicho esto, encuentro un pequeño aspecto positivo en la posibilidad de que, si todo marcha en la dirección correcta, termine lastimando más al régimen iraní que a sus enemigos.
Los inconvenientes del Plan Conjunto de Acción Integral son tan numerosos que dar cuenta de ellos requiere más espacio que las 159 páginas del propio acuerdo. En modo muy sucinto, en los próximos 10-15 años el PCAI ofrecerá a los tiranos de Teherán más dinero, más legitimidad, más armas y un camino legitimado a las armas nucleares. Como resumía el problema un análisis israelí, "el acuerdo garantiza a Irán, unilateral e incondicionalmente, todo lo que ha estado buscando, sin ningún quid pro quo viable".
Para empeorar las cosas, el acuerdo no incluye provisiones para que Teherán deje de apoyar a grupos violentos y ponga fin a sus agresivos planes de conquista en su vecindario, eliminar a Israel o desplegar armas de pulso electromagnético contra EEUU. De hecho, los mulás están tan confiados que nunca han dejado de expresar sus belicosas intenciones e insistir en que los americanos siguen siendo sus enemigos. El tirano de Irán, el "Líder Supremo" Alí Jamenei, incluso publicó un libro sobre la destrucción de Israel en plenas negociaciones. En resumidas cuentas, el acuerdo hace más probable la guerra con Irán.
Por su parte, la Administración Obama ominosamente ocultó los términos del acuerdo, recurriendo a métodos deshonestos para aprobarlo en el Congreso, y se convirtió en el abogado y asesor de Jamenei.
Por estas razones, estoy consternado por los congresistas demócratas que fueron como ovejas tras el disparate obamita, formo parte de esos dos tercios de americanos que rechazan el acuerdo y me estremezco al pensar en las consecuencias catastróficas que se podrían derivar.
En cuanto al pequeño aspecto positivo: asumiendo que el liderazgo iraní no desplegará su rutilante armamento nuclear, el acuerdo podría terminar socavando a aquél, por dos razones.
La primera es que un mayor contacto con el mundo exterior y un mayor nivel de vida podría erosionar la estabilidad del régimen. Ejemplos como el soviético sugieren que los súbditos de un régimen totalitario se sienten más insatisfechos cuanto más conocen del exterior y más comparan con lo que tienen. (He aquí la razón por la que la población de Corea del Norte permanece tan aislada).
Los cambios ya han empezado a darse en Irán: las expectativas de más prosperidad y libertad se están inflando, reporta Saeid Jafari, un periodista iraní. "Con el reciente acuerdo nuclear con las seis potencias mundiales, muchos jóvenes iraníes están esperanzados en la llegada de días mejores". No sólo la juventud: "Dependiendo del estrato, hay un énfasis diferente sobre asuntos controvertidos como la inversión extranjera, las relaciones de Irán con el mundo y la atmósfera cultural, social y política local". Asimismo, casi todo el mundo demanda una moneda más fuerte.
El régimen se resiste a hacer cambios, sin embargo. Rechaza nuevos partidos políticos y arresta a quienes venden ropa con la bandera americana; demasiada libertad. Aplica una "resistencia económica" (léase capacidad para reducir la vulnerabilidad a las sanciones y no depender del mundo exterior); demasiado consumismo.
El presidente Hasán Ruhaní, muy vinculado al acuerdo nuclear, ha tratado de rebajar las expectativas alertando de que el camino será largo y penoso: "Podemos importar medicamentos inmediatamente después de que las sanciones sean levantadas invirtiendo los fondos congelados en importaciones baratas. Pero también podemos invertir nuestros recursos en manufacturas, agricultura y servicios. Optamos por lo último".
En segundo lugar, como Stephen Sestanovich, de la Universidad de Columbia, arguyó en un brillante artículo de 1993 sobre el colapso de la URSS, las dádivas occidentales en el proceso de distensión desestabilizaron al régimen soviético, incluso aunque esas concesiones permitieron "la realización de todos los desiderata militares y diplomáticos de los soviéticos"; lo mismo que el acuerdo con Irán de hoy. "El exasperantemente inconsistente Occidente acabó siendo un rival que el comunismo soviético simplemente no podía comprender, mucho menos someter. Al final, la debilidad democrática que tantos lamentan puede de hecho contribuir a la victoria buscada".
Como los dictadores soviéticos, los iraníes también pueden ser socavados por las inconsistencias y cambios occidentales. Esta posibilidad no reduce mi vehemente oposición al acuerdo con Irán pero aporta una exigua esperanza en un beneficio a largo plazo, objetivo en el que deberían volcarse los americanos, los israelíes, los árabes del Golfo y otros estrategas.