El petróleo es el producto glamuroso del Medio Oriente. Deseado por el mundo entero, ha llevado la riqueza de la región más allá de la avaricia. Pero el agua es el mundanal recurso que más importa a quienes, sin él, afrontan el terrible dilema de abandonar sus hogares o perecer.
La disyuntiva puede parecer exagerada, pero la amenaza es cierta. Egipto es el país con la mayor población en riesgo y con el mayor problema hídrico existencial, excepción hecha de Irak y el Yemen.
Como sabe todo escolar, Egipto es un regalo del Nilo y el Nilo es, de lejos, el río más largo del mundo. Menos conocido es que la mayoría de su caudal, el 90%, procede de las tierras altas de Etiopía y que atraviesa 11 países.
Desde tiempo inmemorial, el agua fluye a Egipto en grandes cantidades. En 1929 el Gobierno británico, en representación de los territorios del África oriental, firmó un acuerdo con el egipcio que garantizaba el flujo anual de 55.500 millardos de metros cúbicos (mmc) de agua a Egipto. Con un mínimo anual de 1.000 metros cúbicos per cápita (la media mundial es de 7.230), esa cifra era más que suficiente para los 15 millones de egipcios de aquel entonces.
Los siguientes 87 años vieron sextuplicarse la población de Egipto, que hoy alcanza los 90 millones. Junto a esos 55,5 mmc, Egipto obtiene 5 mmc de fuentes subterráneas no renovables y 1,3 de la lluvia, lo que le deja con unos 62 mmc al año, o un tercio de sus necesidades mínimas. Además, recicla en torno a 10 mmc de aguas residuales agrícolas, cuya alta toxicidad (residuos de insecticidas y fertilizantes) eventualmente acaba con la tierra salinizándola. Para complicar aún más las cosas, las altas temperaturas del país llevan a altas tasas de evaporación, lo que hace que se precise de más agua para la agricultura que en otros lugares de climas más fríos.
Esta carencia de agua fuerza a Egipto a importar alimentos, y en el momento presente debe pedir préstamos para importar un alarmante 32% de sus necesidades de azúcar, un 60% de las de maíz, un 70% de las de trigo, un 70% de las de judías, un 97% de las de aceite y el 100% de las de lentejas. Su necesidad de importar se agravará con el tiempo: con una población estimada de 135 millones para 2050, para ese entonces necesitará 135 mmc al año y, según las estimaciones actuales, su déficit hídrico se duplicará hasta los 75 mmc.
Para colmo, los etíopes acaban de despertar al hecho de que vastas cantidades de agua abandonan su territorio sin reportarles beneficio alguno. Así que han puesto en marcha una red de presas que tiene en su culmen la pomposamente denominada Gran Presa del Renacimiento Etíope (GPRE).
Según está planeada, el lago que genere tendrá capacidad para 74,5 mmc, más 5 mmc que se perderán por las filtraciones y otros 5 por la evaporación. Cuatro presas complementarias corriente arriba retendrán otros 200 mmc. Sabedores de que el 86% del agua egipcia procede de Etiopía, los especialistas egipcios concluyen no sin razón que en adelante los referidos 55,5 mmc no estarán disponibles. Nader Nuredín, profesor de ciencias del suelo y del agua de la Universidad de El Cairo, considera que las presas etíopes "ponen en riesgo la vida de 90 millones de egipcios". (La mayoría de las estadísticas de este análisis proceden del trabajo de Nuredín).
Los etíopes replican: no se preocupen, todo va a estar bien, a Egipto llegará el agua asignada y más. Y si El Cairo sigue protestando, Adis Abeba da su conformidad a un estudio tras otro, mientras levanta a toda prisa la GPRE, que está previsto empiece a estar operativa este mismo 2016, con una capacidad inicial de almacenaje de 14 mmc.
El potencial disruptivo es tremendo. En 2013, durante la égida de Mohamed Morsi, los políticos egipcios inadvertidamente hicieron públicos sus planes militares relacionados con la GPRE. Morsi ahora está preso, pero sus ideas dan cuenta de la desesperación egipcia.
En lo esencial, la disputa sobre el Nilo tiene que ver con ideas distintas sobre la posesión del agua. Los Estados que están corriente abajo, como Egipto, apuntan al inmemorial fluir de las aguas a través de las fronteras. Los Estados que están corriente arriba, como Etiopía, sostienen que el agua les pertenece de la misma forma que el petróleo pertenece a los árabes. No se trata aquí de ver quién tiene razón o no; la resolución del problema requiere de un compromiso creativo (por ejemplo, se podría rebajar la altura de las presas auxiliares de la GPRE) que permita a los etíopes beneficiarse de sus aguas sin que los egipcios se expongan al cataclismo.
En resumidas cuentas, se precisa de hombres de Estado que prevengan el desastre. En cuanto al largo plazo, los egipcios necesitan aprender cómo gestionar mejor el agua.
Nota del autor. Varios lectores apuntan a que la cifra de 7.230 m3 por persona y año es muy elevada. Así, un artículo publicado en 2007 en Water Resources Management informa de que el consumo medio mundial es de 1.240 m3. La cifra más elevada procede de un artículo de Nader Nuredín en Al Ahram mencionado en el texto. Pido disculpas por este error.