Conforme América se mueve hacia iniciar hostilidades contra el asqueroso régimen de Saddam Hussein en Iraq, Oriente Medio está enviando un aullido de protesta, argumentando que (como lo resume el Washington Post) "los riesgos de un ataque... compensan de lejos cualquier amenaza que él pueda plantear".
Esta visión es sorprendente, por ponerlo suavemente, ignorando como lo hace el historial de Saddam de brutalidad hacia sus semejantes y de agresión hacia sus vecinos, por no hablar de su terrorífica ambición por adquirir armas nucleares. La perspectiva deriva de varios factores:
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Una sensación de inmunidad: La mayoría de los de Oriente Medio "no temen a Iraq en absoluto", observa Radwan ' Abdullah, anterior decano de ciencias políticas en la Universidad de Jordania. Un tendero de 20 años en El Cairo tiene la extraña idea de que el problema es "entre América e Iraq, y [los Egipcios] no tenemos nada que ver con él".
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Temor a lo desconocido: La perspectiva de Iraq dividiéndose o sufriendo un colapso económico preocupa a sus vecinos. El Rey Abdullah de Jordania anticipa que "atacar Iraq representa una catástrofe para Iraq y la región en general y amenaza la seguridad y estabilidad de la región". El primer ministro de Turquía, Bülent Ecevit, teme que un ataque contra Iraq con pocos argumentos "afecte seriamente" a su país en un momento en el que su economía se basa en "equilibrios muy sensibles".
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Enajenación de América: Los de Oriente Medio que quieren que Saddam se vaya se distancian de la política de Washington a fin de que ellos, como lo dice The Wall Street Journal, no parezcan ser "partidarios de Estados Unidos". Esto se aplica incluso a los Kuwaitíes.
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Admiración a Saddam. Radwan ' Abdullah observa: "Muchos países Árabes no temen a Iraq en absoluto. Por el contrario, desean que Iraq sea más fuerte". Albergan la idea de que él desafíe al odiado Occidente.
Los de Oriente Medio no son los únicos en esto. Gran parte del mundo, liderado por los gobiernos Francés, Ruso y Chino, concurre, dejando solos a Británicos, Israelíes y a la oposición de Iraq apoyando firmemente las amenazas Americanas de acabar con Saddam.
Una estrategia anti-Saddam, por lo tanto, debe aceptar que Washington puede tener que actuar básicamente en solitario. Esto no es ideal, pero es factible. Y mueve tres observaciones.
Primero, tal aislamiento no es nuevo, porque Washington actúa independientemente de manera rutinaria en un puñado de temas. Fue el único en disentir en la votación 118-1 en la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1981 a favor de un código para restringir la promoción de formulaciones de productos infantiles. Más recientemente, la administración Bush echó a pique sin ayuda el tratado de Kyoto de 1997 acerca del clima, que pedía reducciones drásticas en las emisiones de dióxido de carbono. La guerra contra los Talibanes del pasado otoño fue casi un trabajo en solitario, también.
Como un portavoz de la Casa Blanca lo explicó correctamente en 1996: "Podemos estar en una minoría de uno, pero vamos a seguir en nuestra posición. En ocasiones eres el único país que toma una opinión particular sobre un tema pero insistes en ella porque tienes que insistir en ella".
En segundo lugar, derrotar a Iraq debería ser militarmente fácil. Kenneth Adelman, un ex-ayudante de Donald Rumsfeld, predice que una guerra contra los Iraquíes será un "paseo militar", y ofrece cuatro razones: "1) fue un paseo militar la última vez; 2) se han debilitado mucho; 3) nos hemos fortalecido mucho; y 4) ahora estamos jugando a aguantar".
La premisa de Adelman es correcta, las fuerzas de los Estados Unidos en solitario pueden tomar el control de Iraq sin necesidad del sello de aprobación de las Naciones Unidas, tropas Europeas, dinero Saudí o bases Turcas. La tarea sería más fácil con algo de ayuda de amigos, pero no es necesario.
Tercero, si Adelman está equivocado y no es una victoria militar fácil, entonces la opinión de los Estados Unidos se hace decisiva. Cuando una guerra va mal, la opinión pública de los Estados Unidos puede ser voluble, afectada por factores tales como las bajas, la satisfacción personal y una reacción hostil del mundo. La desaprobación Americana paralizó los esfuerzos militares Americanos casi en solitario en Vietnam, El Líbano y Somalia. En términos estratégicos, la opinión pública en los Estados Unidos es el centro de gravedad, su punto más vulnerable.
Los planificadores Americanos deben por lo tanto observar de cerca la opinión de los Estados Unidos. Cualquier cosa que exceda sus límites amenaza fracaso. El destino de Iraq, tanto si sigue siendo objeto de la depredación de Saddam como si es liberado, puede depender tanto del humor de los Americanos ordinarios como lo hará de la capacidad de las tropas Americanas.