El portavoz del Departamento de Estado el pasado jueves saltó al ruedo de una manera que puede ser única en los anales de la diplomacia de los Estados Unidos. Preguntado acerca de una mujer que presuntamente pegó carteles en Hebrón que representaban al Profeta Mahoma como un cerdo, Nicholas Burns tuvo esto que decir:
"Los Estados Unidos han pensado mucho en esto durante el último par de días, y quiero decir en las más altas esferas de nuestro gobierno. Condenamos la representación indignante, cruda y enfermiza del profeta Mahoma por un colono Israelí el otro día. Esta mujer está enferma o es malvada... Estamos muy contentos de que vaya a ser sometida a juicio por el Gobierno Israelí. Merece ser procesada por estos ataques indignantes contra el Islam. Estamos complacidos de que el Presidente Weizman y el Primer Ministro Netanyahu la hayan denunciado a ella y a sus acciones y su enfermiza viñeta en términos muy claros".
Esta increíble declaración merece ser examinada de cerca por varias razones. Primero, refiriéndose "a las más altas esferas de nuestro gobierno", el Sr. Burns está señalando que habla del Presidente Clinton. Sus comentarios no son la denuncia de un hombre sino la respuesta considerada y oficial que contiene la autoridad completa de nuestra dirección.
En segundo lugar, el acto que ocasionó esta áspera crítica no fue un asesinato en masa, ni siquiera alguna clase de acto violento, sino la pega de carteles. Busqué durante semanas y semanas de notas de prensa diarias del Departamento de Estado y no encontré nada que se acercara a este lenguaje vituperante en referencia a los horrores que tuvieron lugar en Ruanda, en donde centenares de miles perdieron sus vidas. Por el contrario, Burns fue cauto y diplomático de principio a fin.
Tercero, la persona que pegó los posters se engloba en lo que nosotros en los Estados Unidos consideraríamos discurso libre. Se supone que nuestro gobierno aprueba el derecho pacífico a distribuir materiales escritos, sin importar lo execrable de su contenido. Parece muy extraño que el Departamento de Estado esté "muy complacido" de que la presunta distribuidora de carteles deba ser procesada.
Cuarto, el Sr. Burns juzgó y condenó a la mujer acusada de pegar carteles - sin esperar a que entrase en un juzgado o fuera juzgada. El derecho a un juicio justo y la presunción de inocencia, según parece, han desaparecido junto con el discurso libre.
Quinto, otros líderes religiosos son insultados todo el tiempo sin que nadie lo note, y desde luego no los jefes de estado. Por poner dos ejemplos: La novela de Joseph Heller Dios Sabrá (1984) coloca al Rey David utilizando lenguaje obsceno para delicia de sus conquistas sexuales, mientras que la película de Martin Scorsese La Última Tentación de Cristo (1988) excava en los deseos sexuales de Jesucristo. David y Jesús son juego limpio, pero por citar el título de un libro, "¡Ten cuidado con Mahoma!".
Finalmente, el ultraje expresado en esta rueda de prensa se encuadra en un contexto más amplio, que llamo las "reglas de Rushdie". Cuando el Ayatolá Jomeini en Febrero de 1989 hizo un llamamiento para el asesinato de Salman Rushdie, un sujeto Británico, abrió una nueva era en la censura. Con su edicto de la muerte, estableció que cualquier persona que insulte al Islam, como juzgó que el Sr. Rushdie había hecho en su novela de fantasía mágica Los Versos Satánicos, pone su vida sobre la mesa. Cierto, Rushdie ha sobrevivido a la pena de muerte lanzada contra él desde Teherán, pero solamente escondiéndose y con montones de protección policial. Jomeini estableció con éxito que cualquier persona vista insultando al Islam merece morir.
Y de hecho, han matado a bastantes personas, sobre todo Musulmanes, desde entonces. El incidente más notorio tuvo lugar en la ciudad Turca de Sivas, donde un hotel que albergaba una conferencia de militantes seculares fue incendiado en Julio de 1993, matando a treinta y siete personas. En Egipto el anciano ganador del premio Nobel Naguib Mahfouz fue apuñalado en el cuello y otro escritor, Farag Foda, fue asesinado. Y la lista de víctimas continúa.
Además de estos actos de verdadera violencia, las reglas de Rushdie también han tenido un poderoso efecto de enfriamiento sobre escritores, Musulmanes y no Musulmanes por igual, disuadiéndolos de parodiar o blasfemar contra el Islam - o incluso de escribir un sobrio análisis crítico acerca de él. Por Qué No Soy un Musulmán, un desafío serio al Islam publicado en Amherst, Nueva York, en 1995, tuvo que ser firmado con un pseudónimo, dado que el escritor temió acertadamente por su vida.
El incidente de Hebrón demuestra que las reglas de Rushdie se aplican hasta en Israel, por todas partes. Los Judíos pueden quedar impunes al decir lo que quieran de su propia religión, y lo hacen, intercambiando insultos mucho peores que "cerdo"; pero blasfeme contra el Islam y ellos no sólo conseguirán que sea llevado ante un juzgado sino también asaltado por la autoridad completa del gobierno de los Estados Unidos.
Esto es erróneo. Las reglas del discurso libre no protegen rimas de guardería o himnos triunfantes de buena voluntad sino el discurso repugnante, sacrílego, y horrendo. Durante más de dos siglos, el gobierno de los Estados Unidos ha dado prioridad constantemente al discurso libre, y lo hizo contra enemigos bastante más temibles que los Musulmanes fundamentalistas. Debe recobrarse de la muy desafortunada perorata del Sr. Burns y permanecer firme de nuevo y para siempre ante este principio.