El populismo ha avanzado mucho en Occidente. Pero está equivocado, y espero que falle.
No existe una definición estándar que explique lo que es el populismo, pero siempre, y de alguna forma, denigra a los ricos y poderosos mientras que alaba a la virtuosa e inocente gente común. Los populistas atribuyen motivos egoístas obscenos a la elite codiciosa, privilegiada y explotadora. Sostienen que solo si el país se movilizaría, podría expulsar a la clase dominante, reemplazarla y reclamar su justa participación.
El populismo tiene versiones de izquierda y de derecha, lideradas en los Estados Unidos por Bernie Sanders y Donald Trump. Los izquierdistas generalmente se centran en el dinero (ocupan el 1% de Wall Street, los multimillonarios de Sanders), mientras que los derechistas atacan la influencia interna (el pantano del Tea Party, el estado profundo de Steve Bannon). Muy ocasionalmente, se ponen de acuerdo sobre un enemigo común, como los globalistas.
El populismo no necesita confiar en las teorías de la conspiración, pero a menudo lo hace, ya que explica claramente cómo una minoría tan pequeña puede disfrutar de tanta riqueza e influencia. Del mismo modo, no es necesario recurrir al antisemitismo, pero la tentación existe de forma permanente para señalar a los judíos como ricos y/o conectados.
No soy populista. No culpo a los ricos ni a los burócratas por nuestros problemas; más bien, culpo a la izquierda.
Durante dos siglos y medio, la izquierda ha sido una fuente de ideas terribles, el socialismo en primer lugar, pero también muchos otros, como: el noble salvaje, enfatizando la igualdad por sobre la libertad, el progresismo, el estado administrativo, lo personal es político, el cambio climático causado por el hombre, la culpa del blanco, matrimonio para todos y el movimiento "sin hijos".
Algunos multimillonarios y senadores, sin duda, defienden estas malas ideas; pero muchos no. George Soros y Elizabeth Warren sí, Sheldon Adelson y Ted Cruz no. El problema no es alguien que tenga riqueza o poder, sino su punto de vista. Entonces, es un error ir indiscriminadamente tras la elite.
Además, la elite tiene los roles necesarios: la mayoría de los ricos ganaron su dinero creando riqueza y el gobierno debe confiar en los burócratas para funcionar. Destruirlo hace un daño irreparable; basta con mirar a Venezuela como ejemplo e imaginar qué daño haría el populismo de izquierda de Jeremy Corbyn en el Reino Unido. (Un titular dice: "Los súper ricos se preparan para irse del Reino Unido 'en cuestión de minutos' si los laboristas ganan las elecciones").
La Corte Suprema también muestra las limitaciones de la ira populista. Casi por definición, los nominados a la corte provienen de círculos eruditos y de elite. (G. Harrold Carswell estableció esto en 1970.) El privilegio y las cuentas de un juez importan infinitamente menos que su buen sentido y su capacidad para expresar ideas.
Recientemente me divertí con una carta al editor. Se refería a un artículo que leí en el Claremont Review of Books escrito por Christopher DeMuth y editado por Charles Kesler. En él, DeMuth introduce dos tipos ideales: Anywheres (los de cualquier parte) —cosmopolitas, educados, móviles y contactados— y Somewheres (los de alguna parte) —arraigados a sus familias, vecindarios, clubes y religiones—. Todo fue muy convincente, excepto que DeMuth, el autor, Kesler, el editor, y yo, el lector, portamos carné de Anywheres, pero apoyamos las opiniones de los Somewheres. De nuevo, los estereotipos engañan.
Trump (Penn '68, NBC, Forbes # 275) califica como un populista parcial. Es por eso que Bannon, frustrado por esta parcialidad, abandonó rápidamente su administración. Trump ataca a los medios de elite y a las agencias de inteligencia, pero no a los ricos (bueno, por supuesto que no, ya que él es uno de ellos) ni a los judíos (aunque es fácil imaginar sus latentes estereotipos explotando).
El populismo es una respuesta simple a un problema complejo. Al igual que el racismo, atribuye incorrectamente una característica a una población diversa. Al igual que el racismo, es un impulso ignorante y travieso que, basado en una falsedad, satisface los instintos básicos. No puede resolver problemas, solo crea nuevos.
¿Está descontento con la dirección de los Estados Unidos? Entonces centre su atención en el problema real: la elite de izquierda: políticos, burócratas, periodistas, intelectuales, maestros, artistas, etc. La izquierda nos trajo la Unión Soviética, la China comunista y las calamidades en Cuba, Camboya y Vietnam. Hoy, está arruinando activamente a Europa. Warren quiere imponer un impuesto a la riqueza, prohibir el fracking, crear un monopolio gubernamental sobre la atención médica y abolir el Colegio Electoral.
Por lo tanto, sea inteligente y opóngase a la izquierda, no a la elite.
Anexo - 26 de noviembre de 2019
"Isaiah's Job" de Albert Jay Nock, Atlantic Monthly, 1936, puede ser el análisis más anti-populista que he leído. Lo recomiendo. El artículo explica lo que es el remanente: "El remanente es aquello que por la fuerza del intelecto es capaz de aprehender [los principios que se emiten de lo que conocemos como la vida humana], y por la fuerza del carácter son capaces, al menos mediblemente, de unirse a ellos. Las masas son incapaces de hacer ninguna de las dos cosas."
El Sr. Pipes (DanielPipes.org, @DanielPipes) asistió a una escuela secundaria privada, fue becario en Princeton y Stanford, enseñó en la Universidad de Chicago y Harvard, trabajó para los departamentos de Estado y Defensa, apareció en CNN y la BBC, escribió para New York Times y Washington Post y es miembro del Consejo de Relaciones Exteriores
© 2019 por Daniel Pipes. Todos los derechos reservados.
Traducido al español por Silvana Goldemberg