El mundo está fascinado con Donald Trump, pero yo no lo estoy. Trump es Trump, una personalidad híper conocida, casi siempre transparente y sobre todo mundana. Pero sí estoy fascinado por sus seguidores, esos republicanos asombrosos que, en 2016, eligieron como presidente de los Estados Unidos a un desarrollador inmobiliario extravagante; y posteriormente manteniéndose a su lado en las buenas y en las malas. Ahora respaldan su afirmación de un complot internacional para robar las elecciones de 2020.
En tanto la presidencia de Trump llega a su fin, es evidente que la mayoría de los republicanos ha abandonado el temperamento y las políticas históricas del partido.
Políticas: Como dijo Paul Ryan, antiguo presidente de la Cámara de Representantes, Trump ganó en 2016 porque "escuchó una voz en su país que nadie había escuchado". Trump rechazó elementos significativos del movimiento conservador previamente dominante, en beneficio de un nacionalismo folclórico en la usanza de Andrew Jackson, el séptimo presidente estadounidense. Nicholas M. Gallagher explica en National Review: "Los jacksonianos enfatizan característicamente el antielitismo y el igualitarismo, a la par que trazan una distinción importante entre los miembros del grupo popular y aquellos que están fuera de él".
El presidente Trump celebra a Jackson en el Despacho Oval. |
En términos domésticos, los jacksonianos son duros con el crimen, reflejan miradas sociales tradicionales, y quieren que la ayuda gubernamental se destine a ellos mismos. En materia internacional, son nacionalistas —como refleja el eslogan MAGA ("Make America Great Again")—, y apoyan fuerzas armadas fuertes. Sin embargo, rechazan pagar onerosas campañas de construcción nacional (nation-building), o el tener que asumir los costos de un orden global liderado por Estados Unidos. El rechazo de Trump hacia las posiciones conservadoras tradicionales pudo verse claramente con su agenda económica proteccionista y en su hostilidad hacia los aliados europeos convencionales.
Temperamento: Antes que Trump, los republicanos de diferentes tipos (country-club, conservadores sociales, libertarios, jacksonianos) estaban virtualmente de acuerdo en que había un código de comportamiento a seguir, enfatizando la importancia del civismo, la madurez, la moralidad, la racionalidad y el valor de la tradición. Los exaltados eran siempre demócratas. En cambio, se suponía que los adultos eran republicanos. Comparemos el motín demócrata en las calles de Chicago en 1968 con el caos republicano en el salón de convenciones de Detroit en 1980. Bien, mientras que el movimiento Occupy Wall Street cometió obscenidades y defecó sobre un auto de policía, sus contrapartes del Tea Party mantuvieron la compostura y el respeto por la ley.
Un entusiasta del movimiento "Occupy Wall Street" defeca en un auto de policía. |
Pero décadas de dominancia izquierdista sobre la educación, los medios de comunicación, las artes, y el "Estado profundo" (deep state) dejaron de mal humor a una gran porción de republicanos, afectando su temperamento habitual. Adiós al antiguo código de civilidad y compañía, pues en su lugar ahora mandan la indignación, la impaciencia, la ansiedad, la ira y la pugnacidad. Después de despreciar a la izquierda con tanta vehemencia, muchos republicanos simplemente descartan los defectos personales de Trump como "noticias falsas" (fake news) y celebran su estridente personalidad, vulgar y egomaníaca, como un signo positivo de eficacia y autenticidad.
Ronald Reagan popularizó el undécimo mandamiento de los republicanos: "No hablarás mal de ningún compañero republicano". Así y todo, los partidarios de Trump aplaudieron las burlas que este hiciera a candidatos rivales (del mismo partido) durante las elecciones primarias. Por ejemplo, "el pequeño Marco Rubio", "el mentiroso Ted Cruz", mofándose incluso de John McCain por soportar valientemente cinco años en una prisión de Vietnam del Norte: "No es un héroe de guerra...Me gusta la gente que no fue capturada". Efectivamente, los seguidores de Trump se deleitan con sus ataques al Gobierno y a los medios de comunicación, celebrándolos como indispensables para resistir las depredaciones de la izquierda. Además, sus partidarios más extremos le mostraron fidelidad golpeando a sus oponentes durante mítines y asaltando el Capitolio en Washington.
El término "Horda republicana" antes suponía un oxímoron, pero ahora es una realidad.
En lugar de valorar institucionalmente el proceso electoral, incluyendo los sagrados e informales discursos de concesión, en 2020 la horda desarrolló teorías conspirativas grotescas sobre un presunto fraude electoral. Un caso legal presentado a la Corte Suprema de Estados Unidos afirmó que la probabilidad estadística de una victoria de Joe Bien era minúscula: tan solo una oportunidad sobre un número seguido de 60 ceros. Objetando las conclusiones calificadas de los jueces y las opiniones de los analistas conservadores, la horda rechaza a los republicanos que niegan sus fantasías, tildándolos de fracasados y de falsos republicanos (RINOs: "Republicans In Name Only").
Randy Weber, un congresista republicano de Texas, sugiere la separación de Texas de los Estados Unidos. |
Todo esto lo sé de primera mano porque me han atacado con tales calificativos y peores también, solo por sugerir que Trump debería enfrentar la realidad y aceptar su derrota electoral. En realidad, estoy contento de no estar postulándome para un cargo. Pobres aquellos republicanos que, como yo, dicen esta verdad evidente, mas cuyas carreras serán acabadas por la muchedumbre galvanizada.
El surgimiento de la horda plantea preguntas profundas. ¿Marca acaso una aberración momentánea, o se trata más bien de un cambio sísmico? ¿Podría provocar la fractura del partido republicano? ¿Qué debería asumirse al hablar de una imaginada secesión conservadora?
Nadie lo sabe, pero la república democrática más antigua del mundo enfrenta un peligro interno, especialmente cuando la extrema izquierda podría estar teniendo el mayor resurgimiento desde la propia guerra civil. Esto podría degradar la calidad de vida en Estados Unidos y reducir drásticamente su influencia global.
Creo personalmente que podría imaginarme como miembro de un partido jacksoniano, pero nunca como parte de una horda republicana. Hasta que algo parecido a mi partido republicano regrese, este conservador se mantendrá como un independiente.
Daniel Pipes (DanielPipes.org, @DanielPipes) se unió al partido republicano en 1972, sirvió durante cuatro administraciones republicanas, y abandonó el partido republicano en 2016. © 2021 por Daniel Pipes. Todos los derechos reservados
Agregado del 15 de enero de 2021: 1) Una encuesta de Axios-Ipsos analiza a los partidarios de Trump autoidentificados como tales y a los republicanos tradicionales. Mientras que los primeros constituyen el 36% del partido, los segundos representan el 56%. El gráfico a continuación también muestra sus miradas sobre tres temas: si Trump mejora al partido republicano, si debería postularse en 2024, y si debería continuar desafiando el resultado de las elecciones de 2020.
2) El New York Times documenta el dominio del trumpismo en la generación emergente de funcionarios republicanos.
3) Para ver ejemplos de la horda republica en acción, ver Sam Brodey "He Won't Last Until the Primary': Republicans Who Voted to Impeach [Trump] Getting Death Threats". N. del T: el artículo (en inglés) muestra el grado de violencia que ejercen los partidarios de Trump para intimidar a los republicanos convencionales.