Israel ha estado soportando resignadamente a los palestinos sin mayores quejas. En julio les ofrece un paquete increíblemente generoso en Camp David, y los palestinos (y los árabes israelíes) le recompensan en octubre con el peor estallido de violencia jamás visto. Asimismo, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) luchan de manera cuidadosa para que los palestinos regresen a la mesa de negociaciones (sin antes sufrir una derrota). En respuesta, los palestinos responden con más violencia (y "policías" uniformados ahora disparan contra las FDI).
Pero los palestinos tampoco son los únicos en atacar a Israel:
- El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) agradece a Israel por su "política de moderación", que limita las bajas palestinas —a costa de mayores daños y muertes entre sus propios soldados—, con una resolución que arremete con su "uso excesivo de la fuerza".
- Los medios de comunicación internacionales vilifican a Israel, pero ignoran que está absorbiendo una serie de provocaciones sin dar represalias. Piénsese en el secuestro de soldados en Líbano, el linchamiento de soldados en Ramala, o la profanación de la tumba de José.
- Los Gobiernos de todo el mundo callan ante cientos de incidentes violentos contra judíos e instituciones judías en seis continentes, llevados a cabo casi en su totalidad por musulmanes.
¿Por qué este aluvión de agresión y trato injusto es mucho peor de lo que Israel ha experimentado en décadas?
He aquí mi respuesta: el mundo desprecia a un debilucho e Israel ahora está cosechando las recompensas de la política exterior blanda vigente desde 1993. Durante los últimos siete años, la política israelí hacia los palestinos ha consistido en firmar aproximadamente un acuerdo por año, y luego apenas insistir en su implementación. Por descontado, esta laxitud no pasó desapercibida entre los palestinos, quienes la aprovechan rutinariamente para romper sus promesas. Con un historial como este, ¿cómo puede Israel exigir ahora que los palestinos cumplan lo acordado, y esperar algo más que burlas? Habiendo dejando que sus enemigos se salieran con la suya durante tanto tiempo, sus ciudadanos ahora se preguntan si acaso se han convertido en una alfombra que cualquiera puede pisotear.
Aceptar este análisis significa que Israel debe deshacerse de su imagen de debilucho. Solo así podrá reprimir la violencia palestina, frenar las baladronadas de árabes y musulmanes, las acusaciones internacionales, y la violencia global contra los judíos. El problema es que cuanto más tiempo se tolere la conducta criminal de los palestinos, más dura tendrá que ser la respuesta de Israel.
En 1993 con salvaguardar normalmente los derechos de Israel hubiese sido suficiente. Hoy se necesita una ofensiva represiva. Podría incluir varios pasos:
- Afirmar objetivos políticos. Estos días, la política israelí solo apunta a un retorno a la mesa de negociaciones. Haría bien en emular a los palestinos, quienes tienen un conjunto de objetivos bien articulados (acabar con la ocupación israelí, establecer un Estado palestino con la capital en Jerusalén). Los equivalentes israelíes incluirían el fin completo de la violencia llevada a cabo por árabes israelíes, palestinos, y los Estados árabes y musulmanes.
- Hacer cumplir los acuerdos ya firmados. Actualmente, como única condición para volver a la mesa de negociaciones, el Gobierno solo pide un descenso "drástico" de la violencia. (Y el Likud apenas quiere más, exigiendo simplemente un cese total de las hostilidades). Sería mejor exigir la implementación completa de todos los acuerdos alcanzados desde 1993, incluso antes que considerar la posibilidad de otra ronda de negociaciones.
- Elegir el momento y el lugar de los enfrentamientos. Si los palestinos insisten en continuar con la violencia, es menester que no puedan decidir sus términos. Hay que elegir activamente el quién, el cuándo, el dónde y el cómo, siempre favoreciendo los intereses de Israel.
- No preocuparse por la opinión mundial. Dado que Israel es tratado tan injustamente, en este aspecto tiene poco que perder. En cualquier caso, un Israel fuerte criticado por defenderse a sí mismo es muchísimo mejor que un Israel débil, igualmente criticado cuando fracasa en defender sus intereses.
Tales movimientos por parte de un Israel autoasertivo irán muy lejos en elevar la moral del país, al tiempo que aumentaría su posición internacional.